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El presidente francés se enfrenta a dos mociones de censura presentadas por la Asamblea Nacional, luego de la aprobación de la reforma
Francia se encamina hacia un estallido social sin precedentes después de que el presidente francés, el centrista Emmanuel Macron, se viese obligado este jueves a aprobar por decreto su principal promesa electoral: la reforma de las pensiones. Los principales cambios son el retraso en la edad de jubilación, de los 62 a los 64 años, y un incremento del plazo de cotización para acceder a la prestación máxima.
La semana pasada, Macron consiguió aprobar la reforma en el Senado con el apoyo de la derecha gaullista de los republicanos, y el debate llegó a la Asamblea Nacional. Sin embargo, tanto en el bloque gubernamental como en las filas de Los Republicanos hay fisuras.
En este contexto, y para evitar una derrota que hubiese evidenciado su debilidad interna, Macron adoptó una decisión salomónica. Recurrió al artículo 49.3 la Constitución, que permite al presidente de la República convalidar leyes por decreto y sin pasar por el Parlamento. Así, convocó un Consejo de Ministros extraordinario en el que se sacó adelante su controvertida reforma.
Pero, el dato es que 60% de los franceses rechazan la pensional y están de acuerdo con las protestas.
Todo ello sumió al país en el caos. Este jueves, en París, hubo protestas espontáneas, que se sumaron a paros parciales en sectores estratégicos como el ferrocarril, la energía o los controladores aéreos. Además, en la mitad de la capital francesa, hay una huelga en el servicio de limpieza que arrancó hace diez días.
Desde principios de año, Francia acumula ocho jornadas de huelga general que, aunque no lograron paralizar el país, tuvieron un seguimiento importante en los servicios públicos, el transporte y la logística. Fue precisamente en la carretera donde en 2018 nació el primer gran movimiento popular que contestaba a Macron, los chalecos amarillos, ante el alza de los carburantes.
En clave política, la Asamblea Nacional vivió ayer una sesión de alto voltaje, en la que el Gobierno defendió el procedimiento elegido. “No podemos arriesgarnos, esta reforma es necesaria”, dijo la primera ministra, Élisabeth Borne en un bronco debate parlamentario y tras ser interrumpida constantemente por sus adversarios.
En palabras de Borne, la oposición acabará presentando “en unos días una o varias mociones de censura”. Sin embargo, es difícil que salgan adelante. El bloque centrista suma 250 escaños de un total de 577, por lo que la iniciativa debería reunir a la extrema derecha del Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen; la extrema izquierda de La Francia Insumisa; los comunistas; los ecologistas; un debilitado Partido Socialista que vive la peor crisis de su historia, y los republicanos.
Si Le Pen proclamó este jueves que está dispuesta a apoyar cualquier moción de censura aunque la presente la izquierda, el líder de Los Republicanos en la Asamblea Nacional, Éric Ciotti, abogó por la estabilidad institucional. “No participaremos en una coalición de extremos”, señaló. De esta forma, en el ámbito parlamentario, Macron puede respirar relativamente tranquilo, ya que la derecha gaullista está dispuesta a socorrerle en sus horas más difíciles cuando están a punto de cumplirse seis años de su llegada al Palacio del Elíseo.
Con esto, el Gobierno del presidente francés se enfrentará a dos mociones de censura presentadas ayer en la Asamblea Nacional como respuesta a su aprobación de la reforma de las pensiones. La segunda moción, a parte de Le Pen, la firmaron 91 diputados de varios partidos y está encabezada por el pequeño grupo centrista Libertades Independientes, Ultramar y Territorios (Liot), anunció su presidente, Bertrand Pancher.
El reglamento de la Asamblea Nacional establece que hay que esperar al menos 48 horas entre la presentación de una moción de censura y su debate y votación, por lo que -a falta de una decisión de la Mesa de la cámara- como pronto se tratarían a partir del domingo.
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