MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
El interior es lo más parecido a una bodega de Amazon en Estados Unidos y la entrada emula a un aeropuerto: seguridad total
Por afuera parece una mole negra con vigas amarillas. Por dentro es un espacio infinito lleno de estanterías, pasillos, cajas, carros, máquinas y trabajadores. Todos saben qué hacer, dónde ir y con quién hablar. El interior es lo más parecido a una bodega de Amazon en Estados Unidos y la entrada emula a un aeropuerto: seguridad total. Detectores de metales, guardias y revisión de bolsillos.
Pero no es nada de eso. Estoy en Colina, Santiago, en el nuevo centro de distribución de Mercado Libre. Es la bodega más grande de Chile enfocada en comercio electrónico.
21 de julio, 10 am. En 13 días van a inaugurar oficialmente este lugar con el ministro de Economía Lucas Palacios y una serie de ejecutivos de la multinacional de origen argentino. Por lo tanto, por ahora, el recinto está en plan piloto. Pero a pesar de eso, el trabajo ya comenzó: miles de cajas y cientos de trabajadores se cruzan en cuestión de minutos. “Llevamos en marcha blanca unos tres meses, pero a pesar de eso ya tenemos la mitad del espacio ocupado”, dice el director general de Mercado Libre Chile, Alan Meyer, mientras empezamos a recorrer el espacio.
Son 43.000 metros cuadrados, cuatro veces más grande que el centro que se inauguró el año pasado en Pudahuel.
Son 43.000 metros cuadrados, cuatro veces más grande que el centro que se inauguró el año pasado en Pudahuel. Es equivalente a 10 canchas de fútbol profesional juntas. Tanta es la extensión que es difícil divisar el final del recinto, donde están apiladas decenas de toneladas de fierro que -en cuestión de pocos meses- se convertirán en más estanterías.
En este lugar solo hay productos pequeños. “Desde una televisión para abajo”, explica Meyer. Todo lo más grande -como refrigeradores y lavadoras- queda en las bodegas de los propios vendedores. Cerca del 80% de los productos que están acá vienen de pequeñas y medianas empresas. Puede haber un iPhone vendido por el gigante Apple, al lado de un parlante chino importado por una microempresa de La Serena.
Sus pasillos -llamados calles- son angostos y largos, el techo tiene cientos de cámaras apuntando a cada rincón, y la temperatura es baja: muchos empleados (que trabajan en áreas como empaquetado, picking y administración) usan polerones y chalecos rojos. La mayoría de éstos, además, sostienen máquinas que les dicen dónde ir y qué hacer.
Este centro de distribución forma parte de un plan de inversión por US$ 100 millones hasta el 2022. Empezaron en 2020 con la inauguración de la primera bodega (de 9 mil metros cuadrados), ubicada en Pudahuel. En solo cuatro meses se copó. “La pandemia y las Pyme hicieron que se llenara muy rápido”, dice el director general. “Con eso empezamos a planear segundas y terceras etapas de crecimiento”, agrega Meyer, quien cuenta que, hasta ahora, este nuevo centro de distribución emplea a cerca de 500 personas. “Para final de año proyectamos a más de mil trabajando acá”, confiesa.
“Toda esta inversión en logística apunta a sostener el crecimiento que hemos tenido este último tiempo, desde el inicio de la pandemia hasta la fecha", sostiene Meyer.
Como estos recintos hay 15 en Latinoamérica. La mayoría están en Argentina, México y Colombia. Y Chile, en solo un par de años, se está convirtiendo en una zona clave para la empresa: de hecho, ya anunciaron la construcción de otras ocho mini bodegas en Antofagasta, Coquimbo, Valparaíso, Rancagua, Talca, Concepción, Temuco y Puerto Montt.
“Toda esta inversión en logística apunta a sostener el crecimiento que hemos tenido este último tiempo, desde el inicio de la pandemia hasta la fecha. El 2020 el ecommerce se estableció como la principal solución a los desafíos de abastecimiento de las personas. Llegamos a vender x10 lo que vendíamos pre-pandemia en semanas específicas”, sostiene Meyer.
El centro está en uno de los terrenos operados por Red Megacentro, empresa de renta inmobiliaria ligada a Hernán Besomi y a Siemel, del grupo Angelini. La nave -como se le dice a este centro de distribución- se hizo bajo la modalidad Built to Suit, con medidas y solicitudes específicas por parte de Mercado Libre. Todo eso con un objetivo: que el espacio físico calce con su estructura tecnológica. A 250 metros de este centro se puede encontrar la tercera fase del proyecto. “Tendrá 100 mil metros cuadrados. Será dos veces y media esto y contará con una capacidad de 5 millones de productos”, dice Meyer.
Respecto a esto, el ejecutivo dice que todavía no saben si mantendrán este centro de distribución una vez que termine la construcción de la nave definitiva. “Eso está por verse. Depende de cómo va creciendo el comercio electrónico”, dice.
Pero considerando el volumen de venta que tienen actualmente, existe la posibilidad de que se queden con ambos centros. Después de todo, según el mismo director general, 14 millones de chilenos tienen cuenta en Mercado Libre. “A la semana despachamos 100 mil paquetes (los cuales, casi todos, tienen más de un solo producto). Esto representa una parte muy pequeña de lo que se vende en nuestra plataforma”, cuenta Meyer. Y agrega: “Echamos a andar esta nave hace menos de tres meses y ya está la mitad ocupado. Y aun así no llegamos ni a un cuarto de las ventas enviadas desde este nuevo centro de distribución”.
Nada de robots, por ahora
Todo está cuidadosamente pensado: esta nave, a diferencia de la mayoría de las bodegas de distribución de otras compañías, cuenta con puertas en ambos extremos. Por un lado, llegan los productos en bruto y por el otro se preparan los despachos con las cajas y bolsas de Mercado Libre. Y en medio de esto existe un complejo proceso logístico que pasa por decenas de personas.
Cada producto que llega es escaneado e “ingresa” al sistema. Una vez dentro, un software determina dónde almacenarlo. No existen pasillos para determinados ítems. En las más de 120 calles cualquier producto puede ir a cualquier lugar. Sí. Al lado de un secador de pelo, por ejemplo, puede estar un libro. Y en el mismo módulo (como lo llaman en la nave) se puede encontrar una waflera. Y ahí mismo un iPhone o un shampoo.
“Todo nuestro enfoque es tecnológico. Detrás de cada decisión que tomamos hay algoritmos, softwares, inteligencia artificial. Acá la lógica es producir el almacenamiento óptimo con el objetivo de reducir el tiempo de preparación de los productos. La idea es reducir las caminatas y la búsqueda de ítems”, dice Meyer.
¿Cómo se logra esto? El ejecutivo dice que como Mercado Libre desarrolla el 100% de los softwares que ocupan, tienen toda la data disponible, lo que les permite conocer detalladamente los hábitos de compra de los clientes y proyectar cómo serán los siguientes.
El centro de distribución tiene una capacidad para 2 millones de productos. Y, hasta ahora, hay 1,3 millones.
Como equipos de apoyo hay carros, grúas horquillas, pero también existe un clasificador de paquetes junto con conveyors, que facilitan el traslado de productos dentro del mismo centro.
¿Y los robots? “Todavía no”, dice Alan Meyer, pero precisa que “estamos en pleno proceso de evaluación de alternativas de sistemas robotizados que permitan facilitar nuestras tareas de preparación de los productos como también el empaque y rotulado de los mismos”.
El centro de distribución no descansa. La operación es (casi) un loop constante. La semana empieza el domingo a las 9 a.m. y termina el sábado a las 10 pm. En medio no hay descansos ni cierres. Pero sí hay turnos y horarios valles. Pero nada de cierre. “Es la única forma. Imagínate que para llegar a una región al otro día el pedido tiene que prepararse durante la noche, salir a reparto temprano en la mañana, e irse a envío en la tarde”, dice Meyer.
En el área de empaquetado la sincronía entre el trabajo humano y la tecnología aparece de nuevo. En base a cada pedido el software determina las dimensiones del empaque. Puede ser una caja o una bolsa. Cada una de un tamaño distinto. Tanto es el nivel de detalle que el programa entrega el diámetro de cinta adhesiva necesario.
“En las industrias tradicionales los cambios tecnológicos son al trimestre, quizás algunas veces al mes. En Mercado Libre metemos cientos de cambios al día. Estamos en una fase beta continua”, confiesa el director general.
En una de las esquinas del centro de distribución hay un área de entrenamiento. Las mismas máquinas, muebles, cajas y carros para que nuevos trabajadores aprendan las lógicas de empaquetado. “Es para que se preparen, sepan usar la tecnología y los protocolos”, dice Meyer. Y agrega: “Tenemos que hacerlo porque de aquí a fin de año vamos a emplear a 100 personas promedio mensualmente”.
¿Qué es para ustedes la evolución?
Evolución es nunca dar por finalizado un proyecto. Sabemos que la versión definitiva no existe, y que si no creamos nosotros mismos aquello que nos reemplazará, probablemente alguien más lo haga. Por eso, estamos constantemente innovando en nuestras propias soluciones tecnológicas. Esta innovación es permanente y atraviesa a nuestro equipo por completo.
Esteban Valenzuela, ministro de Agricultura chileno, rechazó la validez de la inscripción peruana en la Unesco y calificó de “porfiados” a los habitantes
El minorista de artículos de fiesta, con sede en Nueva Jersey, se acogió al Capítulo 11 de la ley de quiebras en Texas, según muestran los documentos judiciales
La transacción incluye US$50 millones en función de la consecución de determinados hitos y una deuda de US$643 millones