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Gabriel Galípolo, próximo jefe del banco central de Brasil.
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El nombramiento debe ser aprobado por el Senado tras una audiencia que se prevé que tenga lugar el 10 de septiembre
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, eligió a Gabriel Galipolo como próximo jefe del banco central, consolidando la influencia del jefe de Estado sobre una institución a la que ha criticado por mantener altas las tasas de interés.
Galipolo, economista de 42 años y actual director de política monetaria del banco, sustituirá a Roberto Campos Neto, cuyo mandato termina en diciembre, anunció el miércoles el ministro de Hacienda, Fernando Haddad. El nombramiento debe ser aprobado por el Senado tras una audiencia que se prevé que tenga lugar el 10 de septiembre, según la comisión de asuntos económicos.
El nuevo gobernador asumirá el mando de un banco que está luchando contra las previsiones de aumento de la inflación en la mayor economía de América Latina. Este mes, los responsables de la política monetaria dijeron unánimemente que no dudarán en subir las tasas si es necesario, lo que marca un cambio significativo en la orientación después de pausar un ciclo de flexibilización monetaria en junio. Esa visión choca con las demandas de Lula de recortar los costos de endeudamiento para ayudar a impulsar el crecimiento económico y mejorar los niveles de vida de los brasileños.
“Galipolo ha estado tratando de construir su credibilidad, demostrando que está de acuerdo con otros miembros del directorio sobre la necesidad de aumentar las tasas de interés si es necesario”, dijo Anna Reis, economista jefe de Gap Asset en Río de Janeiro. “Eso llevará tiempo, Galipolo tendrá que demostrar con el tiempo que se ha guiado por criterios técnicos y que no es susceptible a presiones políticas”.
La decisión reforzará la influencia de Lula entre los altos mandos del banco, dado que ya ha nombrado a cuatro de los nueve miembros del consejo. Tras el anuncio de hoy, también podrá nombrar a otros dos directores y ocupar el puesto de Galipolo.
Los analistas encuestados por el banco central estiman que la inflación anual se mantendrá por encima del objetivo de 3% al menos hasta 2027. Los precios al consumidor se han visto presionados por una combinación de mayor gasto gubernamental, una moneda más débil, un mercado laboral ajustado y una actividad económica más fuerte de lo esperado.
Si bien la mayoría de los analistas creen que las tasas se mantendrán estables en 10,5% hasta fines de 2024, los operadores y algunos economistas apuestan a que habrá alzas ya en septiembre.
Campos Neto, designado en 2019 por el expresidente de derecha Jair Bolsonaro, ha sido el más afectado por la ira de Lula hacia la política monetaria. Más recientemente, calificó al exjefe de la mesa de operaciones del Banco Santander de “adversario político” que “no respeta” a la clase media brasileña.
Los aliados de Lula endurecieron sus críticas contra Campos Neto luego de que se lo vio votando con una camiseta de fútbol brasileña que suelen usar los partidarios de Bolsonaro. Este año, participó en una ceremonia en su honor organizada por el gobernador del estado de Sao Paulo, Tarcisio de Freitas, considerado por muchos como el heredero político de Bolsonaro.
Por el contrario, Galipolo asesoró a Lula durante su última campaña presidencial y trabajó codo a codo con Haddad como su subsecretario antes de unirse al directorio del banco central en 2023.
Galipolo se convirtió en una de las personas de referencia del presidente cuando buscaba entender las reacciones de los mercados financieros a las declaraciones sobre la economía. A medida que Lula se irritaba cada vez más por las altas tasas, fue Galipolo quien participó en reuniones clave en el palacio presidencial para argumentar a favor de la meta de inflación.
A diferencia de muchos de los confidentes de Lula, Galipolo no proviene del Partido de los Trabajadores ni tiene una relación de décadas con el presidente. Si bien el jefe de Estado saltó a la fama como líder sindical, Galipolo tiene experiencia al frente de un banco local y ha perfeccionado sus vínculos con los inversores en su función actual.
Sin embargo, los mercados financieros siguen preocupados por la posibilidad de que la autoridad monetaria se vuelva más indulgente con la inflación una vez que Galipolo y los nuevos miembros del directorio asuman sus funciones. En una controvertida votación dividida en mayo, Galipolo se puso del lado de los otros directores de bancos designados por Lula al respaldar un recorte mayor de las tasas, incluso cuando las estimaciones de inflación estaban aumentando rápidamente.
Esa decisión provocó la reacción negativa de los inversores y provocó la caída de los activos locales. Desde entonces, los miembros del consejo de administración han votado por unanimidad, subrayando que existe un consenso en sus perspectivas económicas y la necesidad de controlar las subidas de los precios al consumidor.
“Galipolo no tiene el perfil tradicional de un banquero central”, dijo el ex director de Asuntos Internacionales del banco central Tony Volpon antes del anuncio. “Aún hay una gran desconfianza por parte de los actores del mercado, y sus primeros movimientos serán cruciales para establecer su compromiso con el régimen de metas de inflación y cuán estrictamente cumplirá esas reglas”.
El propio Galipolo ha abogado por un frente unificado, señalando que no intervendría en la moneda sin el pleno apoyo del directorio. En recientes discursos públicos también ha dicho que el banco no debería añadir volatilidad a los mercados, lo que indica un enfoque cauteloso en materia de política monetaria.
De todos modos, es probable que la política monetaria siga politizada tras la salida de Campos Neto. Los operadores analizarán con lupa las decisiones de Galipolo y juzgarán sus decisiones sobre las tasas en función de su compatibilidad con los llamados de Lula a reactivar la economía.
“Lula cree que su mandato será diferente al de Campos Neto, y el partido espera un comportamiento más moderado en un momento en que los inversores muestran una desconfianza extrema”, dijo Thomas Traumann, consultor de comunicaciones de Río de Janeiro. “Es una tarea casi imposible”.
Esa desconfianza se debe en gran medida a los problemas que se dieron durante el gobierno de Dilma Rousseff, protegida de Lula. Durante su gobierno, hace más de una década, los inversores percibían que el banco central apuntaba a una tasa de inflación superior a la meta oficial, mientras que, al mismo tiempo, la administración impulsaba el gasto público y subsidiaba el crédito a través de los bancos estatales.
Esos esfuerzos por impulsar la economía terminaron siendo contraproducentes y provocaron una inflación galopante y luego una profunda recesión económica.
“Hasta ahora la autonomía del banco se ha mantenido”, dijo Traumann, el consultor de comunicaciones. “Cada decisión que se tome al comienzo de la próxima administración del banco central será vista como a favor o en contra de Lula”.
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