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Los quehaceres del hogar y cuidados a terceros son poco valorados, mal distribuidos. También dificultan a las mujeres su desarrollo
Las mujeres que más horas dedican al trabajo del hogar son más vulnerables a la pobreza. Las mujeres.
Tres de cada 10 mujeres (34.4%) que destinan menos de cuatro horas diarias al trabajo del hogar se encuentran en situación de pobreza; para las que destinan de cuatro a más horas, la prevalencia de pobreza escala a cuatro de cada 10 mujeres (41.3%), de acuerdo con cifras del Coneval (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social).
En contraparte, si se considera a las mujeres que menos tiempo destinan a estas tareas, la prevalencia de pobreza se reduce significativamente a uno de cada 10 (12.17 por ciento).
Los quehaceres del hogar y cuidados a terceros son poco valorados, mal distribuidos y, en muchas ocasiones, alejan a las mujeres del desarrollo educativo, laboral y socioeconómico.
Estas tareas han estado recargadas en las mujeres históricamente, mientras que las actividades económicas remuneradas las protagonizan los hombres. Aunque, cada vez más mujeres se integran al mercado laboral, las cosas en los hogares no han cambiado.
En México, las mujeres destinan tres veces más tiempo a limpiar la casa, cocinar, hacer las compras o cuidar a los niños y abuelos, de acuerdo con cifras de la Cuenta Satélite de Trabajo No Remunerado en los Hogares del Inegi (Instituto Nacional de Estadística y Geografía).
Si todas las horas que invierten en estas actividades se juntaran, en un año, cada mujer habría destinado 86 días completos a estas tareas. Para los hombres la cifra sería de apenas 34 días completos.
Además de la profunda desigualdad en la repartición del trabajo de los hogares, existe una importante desvalorización de estas actividades: quienes lo hacen en la vivienda propia no reciben retribución ni reconocimiento y quienes lo hacen como ocupación remunerada, trabajan en condiciones precarias.
Adicionalmente, la llegada de la pandemia y el confinamiento representaron un incremento importante en el tiempo que la mayoría de las mujeres destinan a sus hogares. Durante el 2020 y 2021 se observó la salida de miles de mujeres del mercado laboral por la necesidad de cuidar y guiar a los niños y adolescentes en la educación a distancia.
La Enoe (Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo) ha mostrado que la mayor parte de estas mujeres se ha reincorporado al mercado laboral, pero esto no se ha traducido en menos trabajo en las casas, y se ha producido el fenómeno de las “dobles jornadas”.
En México, una jornada laboral promedio alineada a la Ley Federal del Trabajo dura ocho horas diarias más la jornada promedio de siete horas que las mujeres dedican a limpiar, cocinar y cuidar a otros da igual trabajar doble. Todos los días. Sin tiempo libre para leer, hacer ejercicio o tomar una clase de francés.
Las “dobles jornadas” que enfrentan las mujeres golpean de manera directa su desempeño en el trabajo y, como consecuencia, sus ingresos.
Muchas de las mujeres que, además de tener un trabajo remunerado, trabajan en sus casas, se ven en la necesidad de pedir empleos de menor rango, empleos de medio tiempo o dejar sus empleos definitivamente.
Tener trabajos de menor calidad o dejarlos genera que las mujeres pierdan los ingresos laborales y permanezcan sólo dependientes de los ingresos de otros integrantes del hogar o de las transferencias monetarias (remesas, apoyos del gobierno o depósitos de familiares o conocidos). Que tu dinero no dependa de ti mismo te pone en la primera línea de vulnerabilidad.
Para las mujeres que hacen trabajo del hogar como su ocupación remunerada la vulnerabilidad empieza precisamente en las condiciones en las que laboran: 9 de cada 10 no tienen acceso a la seguridad social, no tienen contratos, no tienen prestaciones ni cobertura de servicios de salud.
La informalidad que impera en este sector del trabajo produce que sean uno de los grupos con más vulnerabilidad laboral y económica. De acuerdo con cifras de la Eeno, el salario promedio de las trabajadoras del hogar es incluso menor al salario mínimo (3,900 pesos mexicanos al mes). Un ingreso que, en zonas urbanas, no alcanza para pagar la canasta básica alimentaria.
Para la subsistencia de los hogares en los que vive una trabajadora del hogar son necesarios los ingresos de otros integrantes y las transferencias para superar las líneas de pobreza. Urgente repensar, redistribuir y revalorizar el trabajo del hogar.
Pensar en una sociedad y economía más igualitaria requiere repensar el trabajo del hogar y el trabajo de cuidados, darles valor y reconocimiento, repartirlas equitativamente y garantizar que todas las personas —en su mayoría mujeres— que hacen estas tareas, lo hagan en condiciones dignas.
El Inmujeres (Instituto Nacional de las Mujeres) de la mano de ONU Mujeres están trabajando en la creación de un sistema nacional de cuidados, una política pública que se presenta como el impulso más fuerte para equilibrar el tiempo que destinan mujeres y hombres a estas tareas, mejorar las condiciones de las personas que cuidan y garantizar que el cuidado sea un derecho para todos los que lo necesitan.
La implementación de este sistema podría ser la primera gran revolución que erradique la sobrecarga de trabajo que enfrentan las mujeres e impulse su integración al mercado laboral y la independencia económica.
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