Noruega es el primer país de Europa que ha logrado acabar con carros de combustión

Noruega hace historia. Es el primer país de Europa en el que desde este año no se venderán carros nuevos de gasolina y diésel. Ya en 2024, 95% de los automóviles nuevos matriculados en Noruega fueron eléctricos y 5% restante diésel para el mercado del rent-a-car, dado que muchos turistas todavía no se sienten cómodos con los eléctricos.

Los carros electrificados en Noruega sólo suponían hace una década 17% de las ventas, un porcentaje que entonces parecía pequeño pero que aún hoy muy pocos países europeos alcanzan. En 2024, por ejemplo, los eléctricos supusieron 13,4% de las ventas totales en Europa y menos de 6% en España.

El tirón de Noruega se produjo tras la pandemia gracias a una firme apuesta por los incentivos y los beneficios fiscales, con una política medioambiental que se ha mantenido a lo largo de los años, a pesar incluso de los cambios de gobierno. La Casa Real noruega también se ha unido a esta transición, con la princesa Mette-Marit como una de sus principales impulsoras. Casi todos los vehículos reales son eléctricos.

A esta apuesta ha destinado en los últimos años los grandes ingresos que obtiene, paradójicamente, con la venta de petróleo y gas, dado que Noruega es uno de los mayores productores mundiales de combustibles fósiles.

Pese al éxito conseguido, todavía le queda un largo recorrido para eliminar totalmente de sus carreteras los vehículos movidos por gasolina o diésel, ya que en su parque móvil predominan aún los de combustión y sólo uno de cada cuatro carros que circulan es eléctrico. Este porcentaje se eleva a 40% en Oslo, dadas las ventajas que tienen los eléctricos frente a los de combustión para circular por la capital del país escandinavo.

Sus naciones vecinas también han seguido sus pasos porque el siguiente país europeo con mayor porcentaje de participación en la venta de carros eléctricos es Dinamarca con algo más de 50%, mientras que el tercer puesto lo ocupa Suecia con 34%.

La estrategia de Noruega debería ser un ejemplo para los gobiernos occidentales que están obligando a los fabricantes europeos de carros a cumplir a la fuerza una legislación excesiva de emisiones promulgada por talibanes comunitarios del medio ambiente que no sólo no están logrando la descarbonización del motor sino que además amenazan con provocar el cierre de muchas plantas europeas e incluso de llevar a la quiebra a gigantes como VW, Stellantis y Mercedes.

Noruega no posee fábricas automovilísticas y, por tanto, no ha tenido que llevar a cabo una transición industrial como la que se ven obligados a afrontar Alemania, Francia y España. Además, cuenta con mucha electricidad verde y barata, ya que es el mayor productor europeo de energía hidroeléctrica.

El país nórdico ha impulsado una infraestructura de carga envidiable -la mayor de Europa- que abarca desde ciudades hasta las zonas más remotas, lo cual es básico en un país donde las largas distancias y las condiciones climáticas extremas son muy habituales. Cuenta con 4.000 estaciones de carga públicas y 8.000 cargadores rápidos en todo el país.

ÚnicamenteTesla -que es el líder del mercado noruego por delante de VW y Toyota- posee 2.000 supercargadores en el país. En España sólo hay 1.000 cargadores rápidos de alta potencia y existen otros 7.000 puntos de carga instalados que están fuera de servicio bien sea por encontrarse en mal estado, averiados o porque aún no se han podido conectar a la red por problemas burocráticos.

Al contrario de lo que hacen algunos países europeos, Noruega no penalizó con impuestos a los carro de combustión ni impuso a los conductores medidas coercitivas sino que implantó una serie de incentivos que llevaron a los usuarios a preferir el carro eléctrico.

Eliminación del IVA y del impuesto de matriculación, peajes gratis, estacionamientos exclusivos y acceso preferente a los carriles reservados para autobuses y taxis, lo que permite a los eléctricos superar los atascos mientras sus colegas de combustión pasan penalidades en los embotellamientos.

En España, en cambio, el Plan Moves de ayudas a la compra de un carro eléctrico no ha dado resultado porque en lugar de otorgar una subvención directa al usuario en el momento de la compra -que es lo que pide el sector-, el Gobierno traspasa el dinero de las ayudas a las autonomías, las cuales se encargan de gestionarlo, lo que en muchas ocasiones está ocasionando que la entrega de la ayuda se retrase hasta los 24 meses o que al final no llegue por falta de fondos.

Esta escasez de incentivos por parte de los gobiernos explica que el desarrollo del carro eléctrico vaya en Europa muy retrasado, lo que agudiza la crisis de los fabricantes y hace imposible que puedan cumplir la exigente normativa Cafe de emisiones que acaba de entrar en vigor.

Esta legislación establece que las empresas que vendan sus vehículos en Europa deberán aumentar su mix de matriculaciones de eléctricos hasta una cuota de 22% (frente a 13,4% actual). Como esto es muy difícil de cumplir, los fabricantes se arriesgan a multas de US$15.482 millones.

Para evitar estas sanciones sólo hay dos caminos: o vender más eléctricos -algo casi imposible si los gobiernos no aprueban fuertes incentivos- o vender menos carros de combustión, lo que provocaría el cierre de muchas plantas en Europa. El recién estrenado año 2025 ha marcado un hito para Noruega y será decisivo para el futuro de la industria europea del motor.