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¿La alternativa para una OPI?
Hay ahora una forma más original y ambiciosa de apostar a una empresa startup: la OIB.
La oferta inicial de bitcoins es el último intento del mundo de la moneda virtual de recrear Wall Street a su imagen y semejanza. En vez de intercambiar dólares por acciones, lo que suele venir acompañado de demandas de ganancia y derecho de voto, una OIB contempla el intercambio de bitcoins (o de un rival como ether) por la moneda digital recién acuñada de un emisor. Esa moneda es algo entre una divisa y una participación en el negocio, como lo expresa Wired, que luego puede usarse para comprar potencia informática distribuida u horas laborales.
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La teoría dice que si este negocio es una “buena idea”, su éxito aumentará el valor de sus propias fichas, enriqueciendo a aquellos que ingresaron tempranamente a precio de descuento. Ha habido una inevitable avalancha especulativa, y los compradores de OIB se apresuraron a lanzar sus nuevas monedas con una prima en los mercados pocas semanas después. Esto no siempre funciona. También está la posibilidad de estafas.
Para mucha gente, esto sonará menos a una nueva amenaza para Wall Street y más al intercambio de un conjunto de habichuelas mágicas por otro semejante. El propio bitcoin aún se siente como “más virtual que real”, escribió la semana pasada Paul Vigna del WSJ, ya que reguladores cautelosos limitan una amplia aceptación de los inversores y los consumidores evitan un método de pago que puede hundirse 20 por ciento en un día.
Esto nos dice algo sobre el tipo de startup dispuesta a vender una ficha aún más arriesgada a cambio: experimental, abstracta y obsesionada con todas las cosas descentralizadas y las criptomonedas. También nos dice algo sobre el tipo de inversor que trata de atraer: más de la mitad de los US$20.000 millones en bitcoins en circulación serían propiedad de una pequeña oligarquía distribuida por China y el mundo de los fondos de cobertura, según la publicación Harvard Business Review.
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Este no es el tipo de recaudación de fondos que vaya a asustar a Goldman Sachs.
Pero las cosas se ponen interesantes cuando nos fijamos en lo que esto significa para los capitalistas de riesgo. Su tarea depende de que asuman grandes riesgos tempranos a cambio de jugosas recompensas cuando una compañía como Snap sale a bolsa. En función del dinero amasado, las OIB recientes no están demasiado alejadas de una ronda promedio de financiamiento Serie B, ya que recaudan cerca de US$5 millones a US$15 millones, según la firma de investigaciones de mercado Smith + Crown.
Y mientras una firma de capital riesgo puede terminar en posesión de 20% a 30% de una empresa startup a cambio de ese dinero, una OIB puede significar solo costos únicos de menos de US$500.000, según Stan Miroshnik, director general del banco de inversión Argon. ¡Liberen al bitcoin!
Si el pasado nos enseña algo, el capital riesgo aprenderá a incorporar esta potencial fuente de disrupción en gran parte de la misma manera en que los bancos de Wall Street han financiado, comprado y dominado a sus rivales tecnológico financieros. Un fondo, Blockchain Capital, está adoptando el modelo de OIB para atraer inversores que aporten US$10 millones junto a un fondo tradicional de US$50 millones.
Intercambiar fichas también podría ofrecer a quienes apoyan el capital riesgo una buena opción para sacar los fondos de una inversión en una forma más conveniente y líquida que la ocasionalmente engorrosa táctica de esperar a que el negocio se venda a sí mismo o salga a bolsa.
Si las OIB ofrecen alguna promesa, es improbable que esta sea su sueño de reconstruir el mundo financiero sobre la base de una tecnología de fuente abierta. Es más bien la esperanza de que los evangelistas de la tecnología que predican la disrupción digital tengan que enfrentar un poco de disrupción ellos mismos. Y dado el rol del sector de capital riesgo en cuanto a promover bitcoins y ethereum, probablemente eso sea justo.
Esta columna no refleja necesariamente la opinión de Bloomberg LP y sus dueños.
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