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Los principales riesgos se relacionan con la situación actual del clima, El Niño, las posibles presiones inflacionarias, y las tensiones sociales acentuadas
Después de una fuerte recuperación posterior a la pandemia y de mostrar resiliencia a principios de 2023, el Fondo Monetario Internacional ahora estima que el crecimiento económico en América Latina y el Caribe se desacelere de 4,1% en 2022 a 2,3% en 2023, manteniéndose aproximadamente en este nivel en 2024. Se espera que la inflación se ajuste gradualmente hacia las metas establecidas por los bancos centrales, según el informe actualizado que presentó esta semana el organismo.
Con respecto a la inflación general en la región (excluyendo los países de Argentina y Venezuela), se prevé que, luego de alcanzar 7,8% en 2022, esta disminuirá a 5% en 2023 y a 3,6% en el año siguiente. Este descenso se atribuye al debilitamiento de la demanda tanto externa como interna, al alivio de las restricciones en la oferta mundial y a los efectos rezagados de la apreciación de las monedas en algunos países.
Si bien las perspectivas económicas presentan un mayor equilibrio que en abril de 2023, aún mantienen una inclinación negativa en términos de riesgos.
Los riesgos que ve el Fondo
Los factores de riesgo en el ámbito internacional, según detalló el FMI, abarcan un menor crecimiento en los socios comerciales más importantes, fluctuaciones en los valores de las materias primas, posibles episodios adicionales de inflación, la posibilidad de que resurjan problemas en los mercados financieros globales y un aumento en las tensiones geopolíticas.
A nivel regional, los principales riesgos se relacionan con la situación actual del clima, en especial para la subregión de América Central, Panamá y la República Dominicana, y para el Caribe, sobre todo por su impacto en la emigración.
El FMI agregó que el fenómeno climático de El Niño podría tener importantes repercusiones en el crecimiento económico, ya sea por las inundaciones (Ecuador y norte de Perú), como por las sequías (Colombia, América Central y sur de Perú), mientras que, para otro países como Argentina, Paraguay y Uruguay, el incremento de las precipitaciones por este fenómeno puede suponer un gran beneficio.
Unos de los riesgos que más preocupan son las posibles presiones inflacionarias. A medida que la inflación disminuye y el crecimiento se desacelera, se requerirá que las autoridades ajusten con precaución las políticas monetarias.
La pronta reacción de los bancos centrales en la región resultó crucial para contener la inflación, y la mayoría de estas instituciones están en posición de gradualmente reducir la orientación restrictiva de sus políticas monetarias, siempre manteniendo una vigilancia constante sobre los riesgos, agrega el análisis.
Además, la política fiscal debe enfocarse en asegurar la sostenibilidad fiscal y fortalecer la capacidad de respuesta ante futuros desafíos, sin descuidar las necesidades del gasto social. A pesar de que el apoyo fiscal relacionado con la pandemia se retiró en su mayoría, la deuda pública sigue siendo elevada y se espera que se mantenga por encima de los niveles observados en regiones comparables hasta 2028.
La mayoría de los países de la región han diseñado planes para fortalecer sus finanzas y continuar reduciendo la deuda a mediano plazo, pero esto requerirá un esfuerzo significativo y disciplina. La velocidad de la consolidación fiscal debe ser sensible al dinamismo de la actividad económica y a la evolución de los costos asociados al servicio de la deuda.
Por último, las tensiones sociales acentuadas. "A pesar de los avances logrados en décadas pasadas, la pobreza y la desigualdad siguen siendo altas en la región. Reforzar la cohesión social debe ser un aspecto central de todo programa de políticas y de reformas, y en tal sentido será necesario reforzar los mecanismos de protección social y afrontar el problema de la inseguridad", explica Rodrigo Valdés, director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI.
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