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Hace 24 años comenzó el régimen de la familia Ássad en Siria, algunos creen que los rebeldes podrían tomar el control antes de cerrar 2024
Las fuerzas gubernamentales sirias abandonaron el sábado la ciudad de Homs tras menos de un día de combates, dejando los 24 años de gobierno del presidente Bashar al-Ássad pendiendo de un hilo, mientras los insurgentes avanzaban también hacia la capital, Damasco.
Desde la irrupción de los rebeldes en Alepo hace una semana, las defensas del gobierno se han desmoronado a una velocidad vertiginosa, mientras los insurgentes se apoderaban de una serie de ciudades importantes y se alzaban en lugares donde la rebelión parecía haber terminado hacía tiempo.
La caída de Homs, estratégicamente vital, y la amenaza sobre Damasco supone ahora un peligro existencial para las cinco décadas de reinado de la dinastía Ássad en Siria y para la influencia que sigue teniendo allí su principal aliado regional, Irán.
El líder insurgente más poderoso, Abu Mohammed al-Golani, afirmó en un comunicado que los rebeldes estaban a punto de tomar todo el país y que "el fin del régimen criminal está cerca". El Gobierno de Assad podría estar al borde del colapso, dijeron fuentes diplomáticas extranjeras a Reuters bajo condición de anonimato.
Un funcionario estadounidense situó el plazo potencial entre cinco y 10 días, mientras que otro dijo que Assad podría ser derrocado en la próxima semana. Un funcionario occidental coincidió con esta última valoración. La toma de Homs separa a Damasco del bastión costero de la secta minoritaria alauita de Assad, y de una base naval y una base aérea de sus aliados rusos allí.
El Ejército sirio y altos los mandos de seguridad abandonaron Homs en helicóptero rumbo a la costa, mientras que un gran convoy militar se retiró por tierra, declaró un oficial de alto rango de la fuerza. Los rebeldes dijeron que estaban entrando en el centro de la ciudad.
Miles de personas salieron a las calles para celebrarlo, según los residentes. Moradores de Homs y rebeldes dijeron que los insurgentes habían capturado la prisión central y estaban liberando a miles de detenidos. Los residentes dijeron que el personal de seguridad e inteligencia del Estado había evacuado sus oficinas tras quemar documentos.
Los insurgentes se apoderaron de casi todo el suroeste en 24 horas y avanzaron hasta situarse a 30 km de Damasco, mientras las fuerzas gubernamentales retrocedían a posiciones más defendibles, según los rebeldes.
Para subrayar la posibilidad de un nuevo levantamiento en la capital, los manifestantes de un suburbio de Damasco derribaron una estatua del padre de Assad, Hafez al-Assad, sin oposición del Ejército o la policía. A algunos se les unieron soldados que se habían vestido de civil tras desertar, dijeron residentes.
Ássad permanece en Damasco, según la agencia estatal de noticias siria. El ritmo de los acontecimientos ha hecho temer una nueva oleada de inestabilidad regional, y Qatar afirmó el sábado que amenazaba la integridad territorial de Siria.
En el sur, el rápido colapso del control gubernamental podría permitir un asalto concertado a la capital, sede del poder de Assad, donde los residentes dijeron que se cortó la electricidad. El Ejército sirio se replegó hasta Saasa, a 30 km de Damasco, para reagruparse, según un oficial.
La guerra civil de Siria, que estalló en 2011 como un levantamiento contra el gobierno de Ássad, arrastró a grandes potencias externas, creó espacio para que militantes yihadistas planearan ataques en todo el mundo y envió a millones de refugiados a los estados vecinos.
Ássad ha confiado durante mucho tiempo en sus aliados para someter a los rebeldes, con aviones de combate rusos bombardeando desde el cielo mientras Irán enviaba a fuerzas aliadas, entre ellas a Hezbolá y milicias iraquíes, para reforzar al Ejército sirio y asaltar bastiones insurgentes.
Pero Rusia está centrada en la guerra de Ucrania desde 2022 y Hezbolá ha sufrido grandes pérdidas en su propio y agotador enfrentamiento con Israel, lo que limita significativamente su capacidad o la de Irán para reforzar a Assad.
El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, dijo que su país no debe involucrarse en el conflicto. Qatar, Arabia Saudita, Rusia, Irak, Irán y Turquía, el principal respaldo de los rebeldes, se reunieron el sábado y coincidieron en la importancia de la integridad territorial de Siria y en reiniciar un proceso político. Pero no hubo indicios de que acordaran medidas concretas, ya que la situación dentro cambia a cada hora.
Rusia tiene una base naval y una base aérea en Siria que no sólo han sido importantes para su apoyo a Ássad, sino también para su capacidad de proyectar influencia en el Mediterráneo y África.
Moscú ha estado apoyando a las fuerzas gubernamentales con intensos ataques aéreos, pero no estaba claro si podría intensificar fácilmente esta campaña. Irán ha dicho que estudiaría la posibilidad de enviar fuerzas a Siria, pero cualquier ayuda adicional inmediata dependería probablemente de Hezbolá y de las milicias iraquíes.
Las milicias iraquíes respaldadas están en alerta máxima, con miles de combatientes fuertemente armados listos para desplegarse en Siria, muchos de ellos reunidos cerca de la frontera.
Pero aún no se les ha ordenado cruzar, declararon dos de sus comandantes. Irak no pretende intervenir militarmente en Siria, dijo el viernes un portavoz del gobierno.
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