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El cambio de rumbo se debe a una combinación de reformas sacadas de la ortodoxia económica, como la reducción de subsidios
Tras el peor colapso económico de la historia moderna, puede que la economía de Venezuela por fin haya tocado fondo.
La hiperinflación de años pasados sigue siendo, bueno, hiper, pero se ha moderado drásticamente desde niveles que superaban los cientos de miles de puntos porcentuales al año. Y el presidente Nicolás Maduro confía en que la producción, que se ha contraído alrededor de 80% desde 2012, se expandirá ligeramente en 2021, una previsión que comparten algunos analistas del sector privado.
El cambio de rumbo se debe principalmente a una combinación de reformas sacadas de la ortodoxia económica: la eliminación de los controles de precios, la reducción de los subsidios a productos esenciales como la gasolina y la eliminación de muchas restricciones cambiarias. Hoy, casi todo en el país se cotiza en dólares, no en bolívares. Incluso un letrero en el barrio más pobre de Caracas, la capital, anuncia un corte de pelo por US$2.
Detrás de todo esto está Delcy Rodríguez, la vicepresidenta que también es ministra de Economía. Junto con Patricio Rivera, un exministro de finanzas ecuatoriano que la asesora desde 2019, se inspiró en el manual capitalista para reactivar una economía afectada por las sanciones de Estados Unidos que en la práctica prohíben a Venezuela exportar petróleo.
El resultado es una combinación de políticas que se parece poco al “socialismo del siglo XXI” neomarxista que Venezuela persiguió bajo el difunto Hugo Chavez, el predecesor de Maduro. Ese sistema creó un conjunto bizantino de controles de divisas y tasas preferenciales, en gran medida en beneficio de quienes tienen vínculos con el Gobierno, por no mencionar un enorme mercado negro de dólares. El bolívar perdió 99% de su valor y la inflación se salió de control.
“No puedes decir que en ese momento eso era socialismo, no”, dijo Rodríguez en una entrevista el 11 de junio con Bloomberg Television en un barrio pobre del suroeste de Caracas. “Eso iba directo contra el pueblo, contra el poder adquisitivo del pueblo”.
Junto con los severos límites a los préstamos y a la impresión de dinero por parte del banco central, la dolarización ad hoc de la economía ha hecho que los precios sigan subiendo a un ritmo mucho más lento. La inflación anual se ha reducido a 2.266% anual desde más de 300.000% en 2019; en términos mensuales, el aumento de los precios se ha desacelerado aún más, a cerca de 20% en mayo.
Uno de los desafíos es mantener suficiente moneda estadounidense en circulación. Desde el año pasado, el banco central ha estado enviando millones de dólares —y, en menor medida, euros— en efectivo a los bancos locales para intercambiar con los clientes. Eso ayudó a evitar que el bolívar se desplomara en el mercado paralelo de divisas que utiliza la mayoría de los venezolanos.
Las reformas también han contribuido a estimular la demanda interna, según una nota de abril de Credit Suisse Group AG. El banco suizo pronosticó un crecimiento del producto interno bruto de 4%, salvo que se implementen importantes cuarentenas por el covid-19. La consultora Econométrica, con sede en Caracas, prevé una expansión del PIB bruto de 8%, según su director Henkel García.
En otro intento de alejarse del socialismo, las empresas privadas han desplazado al Estado como fuerza dominante en muchas áreas de la economía. En 2020, representaron 92% de las importaciones de materias primas y alimentos de Venezuela, en comparación con el 25% del año anterior, según cifras oficiales. Eso le ha permitido al Gobierno de Maduro cerrar parte de su enorme brecha fiscal.
Pequeño alivio
Sin duda, los brotes verdes son solo un pequeño alivio. El país sigue tambaleándose tras dos décadas de mala gestión económica y cuatro años de sanciones paralizantes. La mayoría de la población no tiene acceso a dólares.
“La realidad es que casi todo el mundo en el país está pasando por la pobreza y las dificultades extremas”, dijo Sergi Lanau, economista jefe adjunto del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, por sus siglas en inglés), en una entrevista telefónica desde Washington.
Su proyección de crecimiento para Venezuela es de un modesto 0,3% este año, que aumentará a 1,3% en 2022. Si bien algo de crecimiento después de tantos años de miseria es positivo, hay una “desconexión total” entre lo que la gente común está viviendo día a día y las garantías del Gobierno de que la economía se está recuperando, dijo.
Además, atraer el capital necesario para reconstruir la crítica industria petrolera venezolana sigue siendo casi imposible. El país no solo está excluido de los mercados financieros basados en el dólar debido a las sanciones, sino que Lanau también citó el actual estado de incertidumbre política y la necesidad de la participación del Fondo Monetario Internacional.
Otros economistas son aún más pesimistas: Asdrúbal Oliveros, de Ecoanalítica, prevé que el PIB se contraiga 4,4% este año.
Recuperación del petróleo
La producción de petróleo, la mayor fuente de ingresos del país, sigue siendo un enorme factor decisivo.
En 2019, la Administración Trump impuso una prohibición de facto sobre las importaciones estadounidenses de petróleo venezolano. La producción se desplomó a solo 310.000 barriles diarios en agosto de 2020, el nivel más bajo desde la década de 1940, pero desde entonces se ha recuperado a más de 500.000.
Tras meses de grave escasez de combustible, el año pasado el Estado comenzó a venderlo al equivalente de 50 centavos de dólar el litro en las gasolineras de todo el país. Fue una medida histórica después de décadas en las que los venezolanos llenaban sus estanques prácticamente gratis. Ahora, los nuevos ingresos pueden permitir a la empresa estatal Petróleos de Venezuela SA, o Pdvsa, recuperar los millones perdidos en subsidios.
Poco se parece en Venezuela a los días en que la producción normalmente superaba los 2,5 millones de barriles por día, miles de millones de dólares entraban en las arcas públicas y Chávez, en nombre de la Revolución Bolivariana, nacionalizaba cientos de empresas. Ahora, aunque sea a regañadientes, el Estado no tiene más remedio que apoyarse en los capitalistas a los que antes demonizaba si quiere crecimiento, empleo y aumento de los salarios.
“Hoy el sector privado de Venezuela se hace menos dependiente de la renta petrolera”, dijo la vicepresidenta Rodríguez. “Se está convirtiendo en un sector que invierte, que produce, y que encuentra en Venezuela un espacio donde puede desarrollar su potencialidad”.
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