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En ninguna parte es este peligro más claro que en la frontera de 496 kilómetros que va desde cerca de Derry en el norte hasta Dundalk en el sur y que será el único límite terrestre de la UE con el Reino Unido después del Brexit.
Noel McLaughlin es una persona poco común, un irlandés que quiere puestos de control en la frontera con el Reino Unido.
McLaughlin vende combustible en Donegal, República de Irlanda, a unos 16 kilómetros de Derry, Irlanda del Norte, y calcula que los habitantes locales que trafican con petróleo para calefacción de viviendas a través de la frontera reducen sus ventas en un 25%.
"Nos gustaría ver una frontera dura, de manera que haya aduanas todo el tiempo, con agentes aduaneros y fiscales que corten el contrabando", dijo McLaughlin, de 50 años."Queremos que se detenga a las personas y se les pregunte qué llevan consigo".
El contrabando a lo largo de la frontera irlandesa puede ser como un microcosmos de los desafíos que enfrentarán el Reino Unido y la Unión Europea después del Brexit. El gobierno de Theresa May ha dejado en claro que no impondrá controles fronterizos estrictos cuando su país abandone el bloque. Eso inevitablemente creará un "paraíso de gánsteres", según Simon Sneddon, profesor de Derecho de la Universidad de Northampton.
"Si yo formara parte de la delincuencia organizada, compraría aviones ligeros, alcohol, un millón de Marlboros y rezaría por un Brexit rápido y estricto", dijo Sneddon, que se opone a que el Reino Unido abandone la UE. "El Brexit reforzará el control sobre lo que se puede importar legalmente, sin tomar ninguna medida adicional para reducir la demanda".
En ninguna parte es este peligro más claro que en la frontera de 496 kilómetros que va desde cerca de Derry en el norte hasta Dundalk en el sur y que será el único límite terrestre de la UE con el Reino Unido después del Brexit. Se estima que 30.000 personas cruzan la frontera cada día, a veces sin saber que están trasponiendo uno de los 300 pasos.
El Reino Unido se resiste a implementar nuevos controles en la frontera, y May dice que "no se instalará infraestructura física" allí, ya que podría poner en peligro el proceso de paz de la región y el comercio entre el norte y el sur de Irlanda.
"No me importa si unos pocos quintales de carne bovina pasan de contrabando a través de la frontera irlandesa", dijo Jacob Rees-Mogg, un legislador del Partido Conservador de May. "No tenemos la obligación de poner puestos fronterizos. Y punto. Reten a la Unión Europea a que lo haga ella. Simplemente no creo que lo haga, y no creo que los irlandeses estén de acuerdo en que lo haga".
Autoevaluación
Y en otros puntos de entrada, como el puerto de Dover, el gobierno señaló la semana pasada que está dispuesto a depender principalmente de la autoevaluación para los controles aduaneros, incluso en caso de que se salga de la UE sin un acuerdo.
Los controles fronterizos en Irlanda desaparecieron gradualmente en gran medida en la década de 1990 cuando ambas economías se unieron al mercado único y un acuerdo de paz puso fin a la violencia sectaria que había afectado a la región desde principios de los años setenta.
Atrás quedaron los puntos de control del ejército británico, las barreras de hormigón que bloqueaban las carreteras y los puestos aduaneros donde las autoridades vigilaban a los contrabandistas. Sin embargo, el comercio ilícito de alcohol, tabaco y combustible ha continuado para evitar diferentes tasas impositivas a ambos lados de la frontera.
El contrabando de petróleo aumentó después de que el gobierno irlandés introdujo un impuesto al carbono en 2010, dijo McLaughlin, porque no existe un gravamen equivalente del otro lado de la frontera. Entonces, los lugareños pueden ahorrar alrededor de 150 euros (US$177) en impuestos con el combustible para calefacción que entra de contrabando. Mientras se les permite comprar y transportar el combustible en el norte, se supone que debe declararse y gravarse en el sur.
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