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El uso de sanciones se ha disparado bajo los dos últimos presidentes de EE.UU.
EE.UU.

Trump quiere gran arancel para desertores del dólar y menos sanciones para EE.UU.

viernes, 13 de septiembre de 2024

El uso de sanciones se ha disparado bajo los dos últimos presidentes de EE.UU.

Foto: Gráfico LR

Los aranceles traerán todo tipo de beneficios a nivel nacional, como la creación de nuevo fondo soberano de riqueza, según Trump

Bloomberg

Donald Trump fue pionero en nuevas formas de utilizar los aranceles como arma de Estado durante su primera presidencia. Promete aplicarlos a fondo la próxima vez, e incluso utilizar una versión gigante para proteger al dólar estadounidense.

El candidato republicano está dando señales de que aumentará el arsenal económico de Estados Unidos si vence a Kamala Harris en noviembre.

Trump ha restado importancia a la utilidad de las sanciones (aunque él mismo aplicó muchas) después de que una serie de ellas sin precedentes no lograra detener la guerra de Rusia en Ucrania. Las sanciones, ha dicho, deben usarse “con mucho criterio”, pero los aranceles son “fenomenales”.

Según Trump, los aranceles traerán todo tipo de beneficios a nivel nacional, como la creación de un nuevo fondo soberano de riqueza o la compensación de la pérdida de ingresos por los recortes del impuesto a la renta.

Los economistas son escépticos y dicen que las barreras comerciales frenarán el crecimiento, reducirán las ganancias, aumentarán los precios y exprimirán a los consumidores, aunque eso no impidió que Trump abordara el tema en respuesta a la primera pregunta del debate del martes: “Yo tenía aranceles y ustedes no tenían inflación”, dijo.

Pero es en el escenario internacional donde las amenazas arancelarias resonarán más. Mientras se avecina una nueva Guerra Fría y la economía mundial se fragmenta, los presidentes recientes han seguido encontrando nuevas formas de utilizar como arma la influencia económica y financiera de Estados Unidos.

Trump dice que reducirá algunas de ellas, pero sólo porque está considerando algunas nuevas y tal vez más disruptivas.

“Nos adentramos en lo desconocido”, dijo Heather Conley, del German Marshall Fund de Estados Unidos. “No sólo aranceles y sanciones, sino también el uso de la política industrial y el proteccionismo para ayudar a proteger las economías futuras y la competitividad”.

La agenda de su primer mandato se centró en gran medida en reestructurar el comercio con China, y prometió continuar aumentando los aranceles de importación hasta 60%. Pero también hubo señales en ese entonces de que veía los aranceles como una forma de abordar problemas que no tenían mucho que ver con el comercio.

Por ejemplo, en 2019 amenazó con imponer un impuesto de 5% a las exportaciones mexicanas y luego aumentarlo gradualmente hasta que se detuviera el flujo de inmigrantes ilegales a través de la frontera.

Los países llegaron rápidamente a un acuerdo sobre inmigración y los aranceles nunca se impusieron. Ese es el tipo de garrote que Trump aparentemente prevé usar con más frecuencia en un segundo mandato.

'Asedio mayor'

Una nueva propuesta dramática está dirigida a los países extranjeros que buscan formas de comerciar fuera del sistema financiero basado en el dólar, a menudo como respuesta a las sanciones estadounidenses. Trump dice que aplicará aranceles de 100% para disuadirlos.

“Mantendremos el dólar estadounidense como moneda de reserva mundial, y actualmente está bajo un gran asedio”, dijo Trump en un mitin el sábado en Wisconsin, cuando describió por primera vez el plan. “No me van a dejar el dólar”.

En esencia, la idea es aprovechar el acceso al lucrativo mercado de consumo estadounidense para mantener el control del dólar sobre la economía mundial, en lugar de agravar la fatiga por las sanciones que la pone en riesgo.

El atractivo para un negociador como Trump es claro. Los aranceles son relativamente fáciles de activar y desactivar, lo que los convierte en una herramienta eficaz de negociación de incentivos y castigos. Y los presidentes han podido modificarlos sin la intervención del Congreso, aunque algunos analistas esperan que surjan obstáculos legales si Trump intenta llevar esto mucho más lejos.

Entre las desventajas está que los países afectados pueden responder con represalias, y si son economías grandes como China, eso perjudica a los exportadores estadounidenses. Además, algunos adversarios como Irán no venden muchos productos en los mercados estadounidenses de todos modos.

Las sanciones, por otra parte, son pegajosas, e incluso cuando se levantan, puede ser difícil convencer a las empresas de que es seguro invertir en un país que ha caído en desgracia con Washington. Pero hay menos margen para represalias de ese tipo, porque el mundo funciona con billetes verdes, de modo que nadie más tiene ese tipo de influencia financiera.

“Probablemente haya más alternativas al mercado de consumo estadounidense que al dólar como moneda para realizar transacciones internacionales", dijo David Loevinger, ex funcionario del Tesoro que coordinó las políticas entre Estados Unidos y China.

'Un uso extraño'

La reacción global contra las sanciones estadounidenses ha cobrado fuerza después de que Washington y sus aliados lanzaron una serie de sanciones contra Rusia, congelando las reservas de su banco central y apuntando a miles de funcionarios y empresas.

El objetivo era debilitar el esfuerzo bélico del Kremlin, pero como la economía rusa crece gracias al gasto militar, su moneda es estable y su ejército avanza, la administración Biden ha tenido dificultades para convencer a alguien de que la herramienta ha sido eficaz.

Mientras tanto, y en parte como respuesta, el club Brics de las principales economías emergentes ha hecho del comercio fuera del dólar un objetivo explícito. El bloque incluye a China y la India, así como a Rusia, y está sumando miembros de manera constante; la potencia petrolera Arabia Saudita está considerando una invitación para unirse y Turquía, miembro de la Otan, entre los solicitantes recientes.

Si bien los países Brics no han abandonado el dólar ni han encontrado una alternativa coherente, su esfuerzo ha generado consternación sobre el estatus del billete verde, además de captar la atención de Trump.

Su propuesta de solución —la amenaza de un arancel de 100%— está siendo ampliamente criticada.

“Este sería un uso extraño de los aranceles que podría tener el efecto opuesto de alentar a los países a reducir su uso del dólar y su consiguiente exposición a los caprichos de las políticas estadounidenses”, dijo Eswar Prasad, miembro senior de la Brookings Institution y autor de The Dollar Trap: How the US Dollar Tightened Its Grip on Global Finance .

En una nota a sus clientes, el estratega de Commerzbank AG, Ulrich Leuchtmann, dijo que la medida “causaría una perturbación masiva en el sistema económico global”.

Los aranceles de Trump en su primer mandato también causaron algunos trastornos, pero desde entonces Estados Unidos ha adoptado una postura bipartidista respecto de lo que pueden lograr. Biden los mantuvo en gran medida, pero añadió algunos propios, y Harris no ha dado ninguna indicación de que vaya a cambiar de postura si se convierte en presidenta.

Las sanciones financieras también son una herramienta de consenso entre republicanos y demócratas. Su uso se ha disparado desde principios de este siglo, lo que ha llevado a adversarios e incluso a algunos aliados a preguntarse si la dependencia del dólar los deja demasiado sujetos a los objetivos de política exterior de Estados Unidos.

No es sólo Trump quien ha expresado su preocupación por el riesgo de que Estados Unidos debilite una arma poderosa mediante su uso excesivo.

En una audiencia en el Congreso celebrada en julio, Janet Yellen pasó horas respondiendo a las preguntas de los legisladores. Más de una docena de ellos pedían que se intensificaran las sanciones contra uno u otro país. Al final de la sesión, se le preguntó a la secretaria del Tesoro cuál era su mayor preocupación en el escenario financiero internacional.

“Tenemos sanciones muy poderosas que están disponibles debido al importante papel que desempeña el dólar”, respondió Yellen. “Y cuanto más las hemos utilizado, más países buscan formas de realizar transacciones financieras que no involucren al dólar”.

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