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El golpe llegó con la suspensión de las ventas a hoteles, restaurantes, eventos sociales, celebraciones de empresas y aeropuertos
El tradicional pisco, la bebida de bandera del Perú que se produce desde la colonia hace más de 400 años, sufre el fuerte impacto del derrumbe de sus ventas y exportaciones como secuela de la pandemia del coronavirus COVID-19.
Obtenido de la destilación de uva, enfrenta un difícil escenario comercial tras una larga cuarentena nacional de más de 100 días, que terminó el 30 de junio.
El golpe llegó con la suspensión de las ventas a hoteles, restaurantes, eventos sociales, celebraciones de empresas, tiendas libres de impuestos en aeropuertos, así como la caída de exportaciones, lo que redujo los ingresos y la capacidad de inversión de los productores de cara a la cosecha del 2021.
“La situación es desastrosa”, resume José Moquillaza, un reconocido productor pisquero.
“Se estima que la producción anual es de unos 10 millones de litros, y este año, con la paralización, se llegarían a colocar unos tres millones de litros”, expresa.
Menos consumo
La vendimia de la uva pisquera se realiza cada año entre marzo y abril, seguida por la destilación, que se prolonga hasta junio. Y justamente ese lapso de cuatro meses del 2020 coincidió casi íntegramente con el confinamiento obligatorio por la pandemia.
Perú es uno de los países más afectados por el coronavirus en la región y segundo en contagios con más de 690.000, detrás de Brasil, y tercero en muertes con 30.000, detrás del gigante sudamericano y México, según los balances oficiales.
“Hay una afectación significativa para toda la industria: productores de uva, empresas de pisco y comercializadoras”, explica Daniel Benavides, productor de pisco en el Valle de Ica, 300 km al sur de Lima, y representante de la marca Huamaní.
“El distanciamiento social ha generado la disminución del consumo de bebidas espirituosas, y el pisco se consume en eventos sociales, bares, discotecas”, destaca.
El retroceso se da en el mercado local y también en el exterior.
Mientras en el 2019 las exportaciones de pisco llegaron a US$6.88 millones (18% más que en el 2018), de enero a julio del 2020 apenas se despacharon US$1.65 millones, según cifras de Promperú, la entidad oficial que promueve el comercio exterior y el turismo. El principal cliente es Estados Unidos.
Con la suspensión de las exportaciones, Benavides detalla que sufrió una caída de un tercio en las ventas de pisco Huamaní. Y sumando las entregas en hoteles y restaurantes, estima que ha perdido dos tercios de los ingresos en el 2020.
Ello lo obligó a reducir personal en nómina y salarios, así como buscar formas de venta novedosas con entregas a domicilio.
Pero esto no fue suficiente. “En términos generales, según datos oficiales, hasta julio de este año ha caído 40% la venta. Es un golpe bastante duro especialmente para productores pequeños y medianos”, afirma Benavides.
“En el peor momento”
Junto con el ceviche de pescado, el pisco conforma lo más representativo de la reputada gastronomía peruana. Con él se hace el pisco sour, el coctel nacional, muy apetecido por los turistas, que no llegan al país desde marzo.
El pisco se elabora siguiendo una norma técnica que es, además del lugar geográfico, otro de los requisitos para obtener la denominación de origen que se otorga a los destilados obtenidos en los departamentos de Lima, Ica, Arequipa, Moquegua y Tacna, en la costa sur del país.
La mitad de la producción de la uva pisquera, calculan los productores consultados, corresponde a pequeños y medianos agricultores que no cuentan con el músculo financiero para enfrentar esta crisis.
“Hay un gran problema para el productor de uva pisquera”, manifiesta Carlos Mejía, dueño de la marca Lablanco, proveniente de una familia con más de 13 generaciones en el negocio.
Con la drástica caída de ventas “no podremos comprar la uva para reabastecer en el 2021, porque aún tendremos el inventario anterior. Y con esto el precio de la uva debe caer, pero ni así habrá tanta demanda”, se lamenta.
Por su parte, Benavides dice que “los productores de uva probablemente son los más afectados. Son gente muy humilde, con dos o tres hectáreas sembradas que invierten todo en un cultivo de una vez al año, y la pandemia no pudo llegar en peor momento para ellos, durante la vendimia”.
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