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Cristina Fernández de Kirchner, criticó el viernes la gestión económica de su propio gobierno, lo que alimentó las ya altas tensiones
Kirchner, quien fue presidenta de 2007 a 2015, nunca nombró a Fernández ni a ninguno de sus ministros en un discurso de hora y media en el norte de Argentina. Pero ella quemó a su equipo económico por no controlar la inflación del 55% y no escuchar sus sugerencias sobre una estrategia adecuada.
“El principal problema hoy, como siempre, es la economía”, dijo Kirchner y agregó que “la inflación no se detiene”.
Los argentinos “no tienen para llegar a fin de mes, sus ingresos no alcanzan, no tienen trabajo, no pueden pagar el alquiler, la comida y otras cosas suben todos los días”.
Los comentarios de Kirchner son las últimas señales de que la coalición que ella y Fernández construyeron se está fragmentando lentamente después de dos años en el poder. Los dos líderes no han sido vistos juntos en público desde principios de marzo. La vicepresidenta recordó a los asistentes el viernes que eligió a Fernández para postularse para el puesto más alto en 2019 y señaló que “no representaba ningún movimiento político”.
'La inercia de la inflación'
Kirchner también apuntó al Fondo Monetario Internacional, alegando que el programa de $44 mil millones que el gobierno acordó recientemente exige “devaluación por encima del nivel del índice de precios al consumidor y la tasa de interés de referencia por encima de eso”.
“Eso no va a generar crecimiento ni reducir la inflación”, agregó. “Lo único que hacen las devaluaciones permanentes es aumentar y mantener la inercia de la inflación”.
Un portavoz del FMI no respondió a una solicitud de comentarios después del horario comercial del viernes.
Kirchner rechazó la noción de que imprimir dinero es la causa principal de la inflación en Argentina. También cuestionó el manejo de la moneda por parte del banco central y el "problema con las reservas", preguntando cómo estas últimas pueden ser tan bajas cuando el gobierno registró un importante superávit comercial el año pasado.
Las tensiones han aumentado durante meses y se han amplificado en los últimos días. La semana pasada, Máximo Kirchner, hijo del vicepresidente y uno de los principales legisladores del Congreso, llamó públicamente al ministro de Economía, Martín Guzmán, un ministro leal a Fernández, por no meterse en disputas políticas. Otro funcionario provincial cercano a Kirchner también criticó a Guzmán.
La vergonzosa derrota de la coalición en una votación primaria de mitad de período en septiembre pasado marcó un punto de inflexión en su unidad. Kirchner atribuyó la derrota de las primarias a lo que percibió como la austeridad de Fernández. Los ministros leales a ella también amenazaron con renunciar, lo que obligó a Fernández a reorganizar su gabinete en ese momento.
La agitación resurgió en la coalición gobernante en marzo cuando los legisladores leales al vicepresidente votaron en contra del acuerdo con el FMI que negoció Guzmán.
Las agendas de Fernández y Kirchner el viernes ejemplificaron la distancia que creció entre ellos. Fernández voló a Ushuaia, la ciudad más austral del mundo, mientras Kirchner habló a casi 2.000 millas de distancia en Chaco, una de las provincias más al norte.
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