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Fue el país donde todo empezó. El presidente de Volkswagen en Estados Unidos, Michael Horn, ha dado la cara en el Congreso de Washington tras el escándalo de la manipulación de sus coches para falsear las emisiones contaminantes.
El directivo ha admitido que el objetivo del software instalado en algunos de sus modelos era ocultar sus emisiones reales. Además, Horn ha afirmado que no supo hasta el 1 de septiembre de este año que los vehículos del grupo alemán contenían el software ilegal.
Según él, hasta ese momento, sólo sabía que algunos de esos automóviles diésel no cumplían con las normativas estadounidenses sobre emisiones, informa Efe. El caso Volkswagen se hizo público en Estados Unidos el 17 de septiembre.
Al ser interpelado por si nadie conocía en el consejo de administración de la compañía el caso del software trucado, habiendo sido avisada la compañía en EEUU del problema 18 meses antes, Horn dijo que entendía que no, al mismo tiempo que afirmó que había tres personas en Alemania suspendidas de empleo y sueldo por este caso.
Además, el ejecutivo ha subrayado que el software trucado no se había creado en EE.UU. sino en Alemania. E insistió en que la prioridad para Volkswagen es compensar todos los daños y pérdidas originadas a los consumidores y a sus concesionarios.
Horn también dijo que Volkswagen "no va a cambiar los coches afectados por otros nuevos, los va a reparar". Asimismo dijo que su primera intención además de arreglar los coches es velar por la viabilidad de sus concesionarios y socios en Estados Unidos a los que la marca va a sufragar todos los costes de la llamada a revisión de los 482.000 vehículos afectados en EE.UU.
Al ser interpelado por si esa cantidad era la exacta, el directivo dijo que "sí". Y que en tanto en cuanto tengan toda la información la comunicarán a sus concesionarios para comenzar las reparaciones.
En cuanto al tiempo que durarán la reparaciones Horn se escudó en la dilación que han tenido otras compañías que las han efectuado. "En otros casos se ha arreglado el caso en uno o dos años", en clara alusión al problema del arranque de General Motors y al de Toyota con el acelerador de algunos de sus modelos.
La polémica es especialmente relevante en un país que está estrechando el cerco a los fabricantes de automóviles ante los engaños. Un día antes de que estallara el caso Volkswagen, Estados Unidos impuso a General Motors una sanción de US$900 millones, que sigue a la multa de récord de US$1.200 millones que tuvo que pagar Toyota el año pasado.
Su testimonio completo ante el Congreso ha sido adelantado en la página web del comité de energía de la Cámara de Representantes. En él, Volkswagen se muestra dispuesta a "aceptar las consecuencias" de sus actos, que implican que decenas de miles de automóviles fueron trucados en todo el mundo. Según Horn, los responsables del engaño "serán identificados" y sufrirán las consecuencias.
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