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En los últimos dos años la inteligencia artificial, IA, ha pasado de ser una curiosidad científica a una herramienta cotidiana. Gracias al lanzamiento de ChatGPT, en 2022, el concepto de IA se popularizó y todos querían probarla, lo que nos acercó aún más a esta tecnología. Aunque ya estaba entre nosotros desde hace tiempo, fue el desarrollo de la Inteligencia Artificial Generativa (GenAI) lo que realmente nos acercó a todos, sin importar la profesión. Esta tecnología prometió mejorar la productividad y expandir las capacidades de los trabajadores. Un reciente informe de Boston Consulting Group destaca que GenAI no solo incrementa la eficiencia, sino que también permite a los empleados realizar tareas que antes estaban fuera de su habilidad o conocimiento técnico (’GenAI Doesn’t Just Increase Productivity. It Expands Capabilities’), según explicó el BCG Henderson Institute. A diferencia de los avances tecnológicos anteriores que simplemente aceleraban o mejoraron tareas existentes, GenAI permite a los empleados abordar problemas que tradicionalmente requerían una capacitación extensa o experiencia especializada. Si bien los resultados son impresionantes, es importante tener en cuenta que esta colaboración presenta desafíos, como la sobre dependencia en las herramientas de IA y la posibilidad de que los empleados no detecten errores en los resultados generados por esta.
Los trabajadores deben tener un nivel de conocimiento suficiente sobre las tareas que están realizando para poder supervisar el trabajo de la IA de manera efectiva. Sabemos que GenAI puede automatizar tareas pero no siempre es perfecta y sin la verificación adecuada, podríamos no detectar errores en los resultados.
La clave está en el balance. Si los trabajadores confían demasiado en la IA, pueden llegar a depender de ella para resolver problemas que necesitan la creatividad y el razonamiento crítico humano. Como lo demostró el estudio de Harvard Business Review explicaron en el paper de ‘Using AI at Work Makes Us Lonelier and Less Healthy’, de David De Cremer y Joel Koopman la implementación de IA en el trabajo puede tener un impacto en la salud mental, aumentar la soledad laboral y disminuir el sentido de propósito, si no se desarrollan habilidades para interactuar con la tecnología de manera equilibrada y reflexiva. Por otro lado, las empresas también tienen una gran responsabilidad en esta transición. Nos guste o no, nuestros empleados ya están usando IA Generativa. Queremos que ese uso sea responsable, pero no todas organizaciones cuentan con políticas claras o planes de formación. El compromiso está en fomentar habilidades que permitan a los empleados evaluar el trabajo de la IA, entendiendo sus limitaciones para asegurar que la calidad y la precisión del trabajo no se vean comprometidas. Sin las directrices adecuadas, es considerable el riesgo de compartir información sensible sin las debidas precauciones, lo que podría derivar en violaciones de seguridad y pérdida de datos críticos. La IA puede humanizarnos, pero solo si sabemos cómo implementarla. Necesitamos un enfoque consciente en la adopción de esta tecnología, uno que no solo aumente la competitividad empresarial, sino que también proteja el bienestar emocional y la autonomía de los empleados.
La clave está en rediseñar los flujos de trabajo para preservar la interacción humana y fomentar un entorno de trabajo más saludable y conectado.
La IA tiene el potencial de transformar profundamente nuestra forma de trabajar, pero su implementación debe ser cuidadosamente gestionada y monitoreada.
Las empresas y los trabajadores deben asumir una responsabilidad compartida para aprovechar sus beneficios sin comprometer la calidad del trabajo ni el bienestar humano.