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El covid-19 reconfiguró la forma de trabajar, planteando el debate sobre la necesidad de que las empresas mantengan sedes físicas
Uno de los cambios más notables que introdujo el desarrollo de tecnologías en el periodo de la primera Revolución Industrial, a mediados del siglo XVIII, fue una nueva dinámica laboral, en la que cada vez más empleados se desplazaban a los centros de las ciudades para laborar; no solo a las fábricas industriales, sino también a los edificios de oficinas diseñados para alojar trabajadores en profesiones cada vez más consolidadas, como abogados, periodistas y banqueros.
Esta tendencia se siguió consolidando hasta entrado el siglo XXI y los edificios de oficinas, además de fungir como un segundo hogar para los trabajadores (por el tiempo que pasaban allí) y diseñados para promover la eficiencia, se convirtieron en símbolo del poder de las empresas.
A través de sus construcciones, las compañías reflejaban su influencia, capacidad económica y bienestar. Esto no solo sucedió en las grandes ciudades del mundo, como Londres o Nueva York pues, a nivel local, se empezaron a erigir torres icónicas y disruptivas en su momento, como el edificio de Avianca en Bogotá, o el de Coltejer en Medellín.
Sin embargo, la llegada de internet y la acelerada democratización de las herramientas de conectividad revolucionaron la manera de trabajar. La masificación de las herramientas TIC en el ámbito laboral no solo introdujo cambios en la productividad de los trabajadores y la concepción de cultura corporativa, sino que también cambió la configuración de las oficinas, donde cada vez más priman el diseño funcional, la flexibilidad y la apertura de los espacios para fomentar la colaboración, en contraposición a los tradicionales edificios de concreto, los cubículos y los lugares cerrados.
Pero el internet, además de inducir esos cambios, generó la posibilidad de trabajar desde cualquier lugar del mundo con conectividad. Ahora, con las medidas confinamiento impuestas para contener la pandemia del covid-19, muchas empresas se han visto obligadas a implementar esa modalidad de trabajo y, como explicó Juan Carlos Delgado, country manager de Cushman & Wakefield, “muchas empresas que no pensaban que el teletrabajo les fuera a funcionar se han dado cuenta de que sí pueden hacerlo y han entendido que la mayoría de personas sí puede hacer home office”.
Esto, sumado a las dificultades económicas que atraviesan muchos sectores, han llevado a algunas empresas a replantearse sus necesidades en términos de áreas de oficina e, incluso, la utilidad y necesidad de estas.
“Si bien ya existía la tendencia del teletrabajo y varias empresas, como Google, siempre la han ofrecido como posibilidad, es claro que esta modalidad se va a acelerar y democratizar en otro tipo de empresas, mucho más tradicionales”, apuntó Jean Baptiste Wettling, country manager de Jones Lang LaSalle (JLL).
En esa línea, algunas compañías han tomado la decisión de devolver los metros de oficina que tenían alquilados, ya sea por la situación económica que atraviesan, o porque se dieron cuenta de que pueden funcionar en la modalidad de trabajo a distancia incluso con aumento en la productividad de los trabajadores. Esto, asociado entre otras a la mejora que supone en la calidad de vida el hecho de ahorrarse los tiempos de desplazamiento.
“Una vez se devuelven los pisos por la crisis, las empresas no van a buscar retomarlos, van a aprovechar las reducciones de gastos e implementar flexibilidad en el uso de las oficinas, en la medida que puedan”, agregó Wettling.
No obstante, “hay que considerar que ahora todos estamos teletrabajando por decreto, no se están aplicando las normas que tienen las ARL para que el puesto donde la persona está en la casa sirva en realidad para el teletrabajo. Muchos nos hemos tenido que reinventar el espacio, pero estos de pronto no son óptimos para teletrabajar”, anotó el country manager de Cushman & Wakefield.
Estas adecuaciones en los hogares de los trabajadores también suponen una inversión que, aunque puede resultar más económica que el alquiler de metros cuadrados de oficinas, no todas las empresas están dispuestas a considerar y asumir.
El panorama, entonces, es mucho más contrastado y no puede afirmarse categóricamente que asistimos al ocaso de las oficinas. Estas, más allá de un edificio físico, son también espacios de interacción, socialización y colaboración, que son herramientas fundamentales para la construcción de una cultura corporativa, la generación de un sentido de pertenencia hacia la empresa y la integración de los distintos equipos de trabajo.
“Seguramente habrá cambios y vamos a ver una reducción tanto en espacio como en demanda (de oficinas). Sin embargo, no podemos olvidar que somos seres eminentemente sociales; entonces, las empresas van a tener que analizar qué área van a necesitar, pero tengo claro que no se van a ir 100% a home office. Creo que van a dejar un porcentaje de oficina y, para reuniones, inducciones y otros eventos de ese tipo, se tendrán que alquilar espacios donde se pueda socializar, justamente para mantener esa interacción”, aclaró Delgado.
Aunque esta alternativa puede representar una oportunidad para plataformas digitales como Ezpot, que ofrecen en alquiler espacios de trabajo y salas de juntas acondicionadas por horas, tanto Wettling como Delgado coincidieron en que la ecuación todavía no está clara y, si bien es cierto que habrá cambios, no se sabe aún cuál es el futuro de las oficinas.
Las medidas que han implementado las empresas para el retorno a las sedes
Las compañías que se preparan para el retorno de los trabajadores a las instalaciones físicas están implementando una serie de medidas para reducir el riesgo de contagio de covid-19. Además de aumentar las prácticas de higiene y limpieza, las compañías, para garantizar la distancia social, están señalizando las áreas comunes, estableciendo corredores unidireccionales para reducir los puntos de contacto y estableciendo turnos para el acceso a zonas como las cafeterías.
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