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El simple hecho de querer cuantificar y categorizar los empleos emergentes es una tarea de nunca terminar. quien cree, por ejemplo, que ser youtuber es una profesión emergente, se quedó en 2011
Me preguntan: profe, ¿será que pierdo mi empleo? o ¿qué debería estudiar mi hija? Son esas preguntas concretas, aterrizadas en el cuerpo, las que nos preocupan; las otras, por genéricas, suelen conducir a pura especulación. ¿Cuántos empleos se perderán como consecuencia de la inteligencia artificial? Algunos responden que cientos de millones, otros que miles de millones. Da igual, si no dicen cuándo, dónde, ni cuáles, son cifras insignificantes. Otros hablan de porcentajes, que si 20%, que si 80%. Da igual, si es un porcentaje sobre una torta que está creciendo, podría terminar siendo insignificante. De hecho, por más que esta “ahora sí sea de verdad la tecnología que lo cambia todo”, ninguna antes ha destruido más empleos de los que se generan a largo plazo.
Así que otra pregunta, mal formulada, es: ¿cuántos empleos se generarán? No necesariamente será la tecnología la generadora de estos nuevos empleos. Si la mecanización ayudó a acabar con buena parte de la esclavitud, genial, pero también es cierto que nunca generó alternativas para los campesinos o tejedores artesanales que sustituyó. Esto fue más bien el efecto del desplazamiento laboral y la creación de riqueza y nuevos mercados. Entonces, la pregunta cobra sentido solo cuando le agregamos dónde y cuándo aparecerán estos nuevos empleos, y cuáles serán. Lo que queda claro es que una respuesta miope sería esperar que entrenar a la gente en IA, sin tener evidencia de que esos nuevos empleos serán suficientes o estarán en Colombia, resolverá el problema.
El simple hecho de querer cuantificar y categorizar los empleos emergentes es una tarea de nunca terminar. Quien cree, por ejemplo, que ser youtuber es una profesión emergente, se quedó en el 2011; no es lo mismo ser un youtuber que hace reseñas de dispositivos tecnológicos a otro que hace entrevistas a personajes famosos, y es un equipo, por cierto. Aunque ambos son considerados “profesiones emergentes”, requieren habilidades completamente diferentes y reflejan cómo las etiquetas pueden volverse rápidamente obsoletas e inútiles para trazar políticas o imaginar futuros. ¿Es en serio lo de prompt engineer?
¿Cuáles empleos queremos conservar?, esa sería una pregunta interesante. A menudo se argumenta que lo verdaderamente humano es la creatividad y la empatía, sugiriendo que las políticas deberían fomentar el trabajo en equipo y las habilidades blandas. Sin embargo, esta respuesta, reciclada desde la anterior ola digital de internet, también es claramente insuficiente. Cuando reflexionamos sobre la creatividad, tendemos a mencionar figuras icónicas como García Márquez o Bach. Pero es importante pensar en lo que realmente valoramos. Tomemos el ejemplo del himno nacional: su valor, cantado al unísono, reside en la identidad compartida de una nación forjada en el dolor, más que en la calidad poética subjetiva del texto. Valoramos el trabajo y sus efectos.
¿Qué haremos con los trabajos ordinarios que sostienen nuestra sociedad, aunque no sean creativos o glamurosos? ¿O solo se salva quien está a la altura de Gabo? Estos trabajos ordinarios, y no los mencionaré, porque quizá son la mayoría, son esenciales y valiosos por su quehacer y por sus efectos. Proponemos defender estos empleos no solo por la dignidad que otorgan, sino también por el sentido de comunidad, respeto y reconocimiento, entre muchos otros. Quizá la pregunta no sea ni siquiera por el futuro del empleo, sino por la protección de ocupaciones significativas a las que todos tenemos derecho.