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Al volcán se fueron 30 estudiantes liderados por el profesor Jorge Dorado. Era una salida de la materia de Paleontología I. De ellos 10, el maestro y el conductor del bus no volvieron.
Quedaron entre las más de 25.000 personas que, se estima, murieron en la avalancha generada por la erupción del volcán Nevado del Ruiz que arrasó con la mayoría de la población de Armero la noche del 13 de noviembre de 1985.
Treinta años después, Cortés tiene ese hecho tan vivo que recordarlo le encharca los ojos. Su mejor amiga, Eugenia Amparo Osorio, estaba entre aquellos que nunca regresaron.
Tal vez su destino no era correr la misma suerte de su amiga y compañeros. Hoy lidera el Observatorio Vulcanológico de Manizales, uno de los tres que existen en el país, encargado de vigilar 24 horas al Ruiz.
“Soy religiosa, católica, y siento que Dios me tenía para otra misión. La vida me fue llevando a trabajar entre volcanes”, dice.
La tragedia, que está en la memoria de casi todos los colombianos, tuvo un costo mucho mayor de lo que se creía. Un estudio realizado por el Banco Mundial, la Agencia Colombiana de Cooperación Internacional y el Departamento Nacional de Planeación (DNP), sobre evaluación de riesgos naturales, señala que la tragedia del Ruiz, en la que se afectaron 13 municipios de Tolima y cuatro de Caldas, le costó al país 2,05% del PIB de esa época, traducidos en US$712,8 millones, con una tasa de cambio promedio de $142 es decir 2.000% menos a la de hoy.
En total los daños fueron estimados en US$246 millones que representaron 0,70% del PIB. La emergencia y rehabilitación costó US$14,7 millones (0,04% del PIB); la reconstrucción cerca de US$360 millones (1,02% del PIB); y los gastos de funcionamiento fueron tasados en US$95,1 millones (0,27% del PIB).
Un cálculo sobre los efectos en la producción, estableció un monto de $12.000 millones y los daños en las actividades primarias (agricultura y ganadería) se calcularon en $834,4 millones.
Pero la mayor pérdida de las tragedias, incalculable e irrecuperable, está representada en las vidas humanas. En la de Armero fueron 25.000.
Tras la erupción se creó la Corporación Resurgir, responsable de coordinar las acciones de reconstrucción, que presentó un plan por $45.000 millones.
“Más allá de que si fueron $1 billón o $2 billones, en términos materiales, la gran tragedia es la pérdida de vidas. Eso es imposible de valorar. Por ello, cualquier inversión en prevención de desastres y en gestión del riesgo es justificada. De las crisis se generan oportunidades y creo que la sociedad y el estado han aprendido”, sostuvo el profesor de Economía, Gonzalo Palau.
El volcán que sigue vivo
Cortés habla del nevado como si fuera un viejo conocido. Tiene en su registro la actividad del volcán de 13.000 años para acá y en especial de los últimos 500.
Este indica que hizo erupción y generó avalanchas (paso de lahares) en 1595 y 1845 afectando la misma zona (desembocadura del cañón del río Lagunilla al valle) en la que luego se formó Armero, un municipio de unos 30.000 habitantes, próspero, que vivía de la agricultura, básicamente, arroz, y el comercio.
El Ruiz se mantuvo inquieto a principios del Siglo XX y desde 1985, tras la erupción, ha presentado diversos periodos de inestabilidad. Hoy, por ejemplo, está más ‘vivo’ que nunca. Puede presentar en un día más de 2.000 sismos y desde noviembre del año pasado viene emitiendo ceniza de manera constante.
La historia, sin embargo, le ha dicho al país que en prevención falta mucho y la reacción siempre viene luego de los desastres.
Un estudio del Banco Mundial señala, por ejemplo, que éstos, en su mayoría naturales, le cuestan al país $1 billón al año por falta de prevención. Y para la muestra un botón.
Pese a que Colombia es un país con unos 29 volcanes, algunos de ellos activos, la observación sobre ellos es relativamente nueva.
Nace, institucionalmente luego de la erupción del Ruiz, en 1986 con el Observatorio de Manizales. Solo en 1985 se estableció un mapa de riesgo -no de amenaza como es lo deseable- y se formó un Comité de Estudios Vulcanológicos, más como asociación de entidades (universidades, Ingeominas, radioaficionados, Chec y comunidad), que se juntaron por voluntad preocupados porque en el Ruiz pasaba algo.
“Se delineó la zona que podía ser afectada en caso de una erupción. Se habló de Armero. Hubo incredulidad pese a los titulares de prensa que advertían. No había gestión del riesgo y se unieron factores para que se configurara esa amenaza en un desastre”, puntualiza Cortés. Al fin y al cabo, el Ruiz hizo y hace lo que sabe: liberar energía y tener actividad volcánica. Pero la pregunta de Cortés y de muchos, sigue siendo la misma: “¿estamos preparados ante una mayor actividad?”.
Los encargados de la Gestión del Riesgo en Caldas y Tolima, departamentos con área de influencia del volcán, señalan que sí, o por lo menos, mejor que hace 30 años. En el mapa de amenaza, que tuvo ampliación de áreas, se incluyen 19 municipios, 14 de Tolima y cinco en Caldas. “Ante una emergencia estamos mejor preparados sin duda”, señala el secretario de Medio Ambiente y Gestión del Riesgo del Tolima, Eduardo Rodríguez.
“Caldas puso 2.500 muertos. Y aunque estamos más preparados no podemos confiarnos. Se han instalado sistemas de alertas tempranas con el fin de tener mejor respuesta”, dijo la jefe de la Unidad de Gestión de Riesgo de Caldas, Lux Clemencia Hincapié. Pero estar atentos solo a los llamados no basta. Aunque se tiene claro que en la zona donde estuvo Armero y cercana a ella, no puede haber asentamientos humanos, porque los lahares que genera el Ruiz, siempre tienden a coger esa zona, allí 15 familias están ubicadas en un sector, que conecta la vía principal con el Líbano, considerado de riesgo. “Ellos deben ser reubicados”, dice Rodríguez.
Incidencia económica actual
Tener como vecino un volcán no es malo hasta que este decide entrar en actividad. La Nubia, el aeropuerto que sirve a Manizales, es hoy el principal afectado.
Según el gerente de InfiCaldas, Luis Fernando Franco, al 31 de julio pasado, por emisión de ceniza y mal tiempo, la terminal se cerró 37 días. Eso le representa a InfiCaldas, dueño del aeropuerto, dejar de percibir por día $4,8 millones. “Nos ha dejado de entrar cerca de $180 millones”, dijo.
En tiempo real
A diferencia de hace 30 años, hoy la observación del volcán se hace con tecnología de punta y en tiempo real.
Es vigilado y medido las 24 horas del día, los 360 días del año con equipos y con un grupo de 37 personas. Se miden los gases, los sismos y la emisión de ceniza.
El Observatorio estima que en 2012 el Ruiz emitió 1,3 millones de metros cúbicos de ceniza, y otro millón pudo ser expulsado luego de ese año a hoy por cuotas. “La gran lección es que la vulcanología debe cumplir una función social y de nada sirve mucha ciencia si la gente no la apropia”, concluye Cortés quien espera que esto no se repita.
Las normas que surgieron para activar la industria
Tras la tragedia de Armero el Gobierno Nacional expidió normas, entre ellas, una emergencia económica y la Ley 44 de 1987, que otorgó beneficios tributarios a las firmas que se asentaran en la zona del desastre. En Caldas, según la Andi seccional, de esa ola industrial hoy operan unas 11 firmas, que se han ampliado y hecho inversiones. Este es considerado el último auge industrial de Caldas. “Si esa ley no se da difícilmente Bellota, de capital extranjero, se hubiera ubicado en Manizales”, dice el gerente Comercial y Marketing de la firma, Carlos Polo.
Las opiniones
Gloria Patricia Cortés
Coor. observatorio vulcanológico de Manizales
“Mantenemos el nivel amarillo en el volcán. Lo importante es no acostumbrarse y tranquilizarnos. Este es un volcán activo”.
Eduardo Rodríguez
Secr. Medio Ambiente y Gestión del Riesgo Tolima
“No deberían estar allí, pero tenemos 15 familias ubicadas en una zona de alto riego en caso de erupción. Hay que reubicarlas”.
Gonzalo Palau
Profesor de economía
“Más allá de que si costó $1 billón o $2 billones, la gran tragedia es la pérdida de vidas humanas. Ese costo es incalculable”.
El resultado se debió principalmente a la caída de 18,6% en las ventas externas del grupo de combustibles y productos de las industrias extractivas
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