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El estado de salud del expresidente de Perú se estaba deteriorando en los últimos días, así lo hizo saber su médico de cabecera, Alejandro Aguinaga
El expresidente de Perú, Alberto Fujimori, falleció a sus 86 años según confirmó su propio abogado y su hija Keiko Fujimori, luego de que ya habían advertido del deterioro de su salud por el cáncer que padecía.
El estado de salud del expresidente de Perú, se venía complicando con el pasar de los días y era considerado delicado. Su médico de cabecera, Alejandro Aguinaga, manifestó en la tarde de este miércoles que debido a la situación de Fujimori Fujimori se ha restringido las visitas. “Está luchando”, señaló, al ser consultado sobre el estado de salud, del expresidente.
El pasado jueves, Fujimori fue visto saliendo de una clínica en Miraflores, acompañado de su hija Keiko Fujimori, después de someterse a un chequeo médico.
Fujimori, de 86 años, había completado recientemente sus sesiones de radioterapia y se encontraba en una fase de evaluación de los resultados.
Fujimori cumplió 19 años de prisión antes de ser liberado temporalmente en 2017 y de manera permanente en diciembre de 2023 por una sentencia judicial que confirmó el indulto presidencial . Una vez libre, y a pesar de enfrentar problemas de salud, Fujimori se había reincorporado a la vida política, coqueteando recientemente con la idea de postularse nuevamente a la presidencia en las próximas elecciones de 2026.
Durante su encarcelamiento, su familia mantuvo su papel como la dinastía política más poderosa del país. Su hija, Keiko, perdió por un estrecho margen la presidencia tres veces desde 2011 y encabeza el partido Fuerza Popular, que tiene una enorme influencia en el Congreso. Fujimori se unió a Fuerza Popular tras su liberación de prisión.
Fujimori, ex profesor de matemáticas e hijo de inmigrantes japoneses, llegó desde fuera del establishment político peruano para ganar la presidencia en 1990 y cambiar radicalmente el rumbo del país. Derrotó a Mario Vargas Llosa, el famoso escritor peruano que luego ganaría un Premio Nobel de Literatura. En sus 10 años en el poder, presidió la reactivación de una economía destrozada y la derrota de Sendero Luminoso, uno de los movimientos guerrilleros más sanguinarios del mundo.
Pero el legado de Fujimori quedó empañado por su decisión autoritaria de cerrar el Congreso y el poder judicial en 1992, gobernando temporalmente por decreto. Su gobierno se desmoronó en 2000 por unos videos que mostraban a su principal colaborador sobornando a decenas de funcionarios con dinero en efectivo.
“Él heredó una catástrofe”, dijo Anthony Quainton, quien fue embajador de Estados Unidos en Perú entre 1989 y 1992. “La economía estaba en un colapso total y estallaban bombas todos los días. Él cambió el rumbo de Perú, y el país ha estado en ese camino desde entonces”.
Sus tendencias autoritarias se hicieron evidentes en 1992, cuando utilizó tropas para cerrar el Congreso y suspendió la Constitución, al tiempo que aumentaba el poder de las fuerzas armadas. Los funcionarios militares revisaron la cobertura periodística y televisiva del llamado autogolpe de Fujimori, bloqueando imágenes de tanques en las calles del centro de Lima y de legisladores de la oposición detenidos.
Las fuerzas de seguridad capturaron al líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, en septiembre de 1992, lo que puso fin a la guerra del movimiento contra el Estado. Guzmán murió en prisión en 2021.
Según la firma de investigación Ipsos Apoyo, con sede en Lima, el índice de aprobación de Fujimori se disparó hasta un récord de 81% después de que cerrara el Congreso, frente a 53% del mes anterior. Fujimori convocó elecciones al Congreso en noviembre de 1992 y los legisladores aprobaron una nueva constitución al año siguiente.
Pero Fujimori llegó a confiar en el servicio de inteligencia nacional para ejercer influencia sobre sus oponentes políticos, los militares y los medios de comunicación.
Cuando la inversión extranjera volvió al Perú, la economía se recuperó. Aunque más de la mitad del país vivía en la pobreza, las victorias sobre las guerrillas y la hiperinflación, y la debilitada oposición, aseguraron la reelección de Fujimori en 1995.
En 1997 consolidó su imagen de hombre fuerte y reforzó su menguante popularidad con su gestión de una crisis de rehenes después de que guerrilleros del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru irrumpieran en la residencia del embajador japonés en Lima. Puso fin al asedio enviando una fuerza de comando que liberó a los rehenes y mató a los 14 insurgentes.
Fujimori se presentó a un tercer mandato en 2000, pese a que la Constitución establece un límite de dos mandatos para los presidentes, y fue declarado ganador de unas elecciones que, según la Organización de los Estados Americanos, habían sido amañadas. En septiembre de ese año, el jefe de inteligencia Vladimiro Montesinos fue grabado en vídeo sobornando a legisladores de la oposición.
Dos meses después, Fujimori huyó a Japón y presentó su renuncia, que el Congreso rechazó y optó en cambio por destituirlo del cargo mediante un juicio político por motivos de “incapacidad moral”.
Montesinos fue encarcelado y sentenciado y se convertiría en vecino en prisión de Guzmán.
Fujimori cumplió su condena en una prisión construida especialmente para ese fin dentro de un cuartel policial en las afueras de Lima. Al principio era el único recluso, pero con el tiempo compartió las instalaciones con tres ex líderes caídos en desgracia en diferentes momentos. Fujimori estuvo hospitalizado varias veces para tratarse lesiones cancerosas en la lengua.
Tuvo cuatro hijos con su exesposa, Susana Higuchi, de quien se divorció a mediados de los años 90. Entre ellos está Keiko Fujimori, quien también se vio envuelta en escándalos y pasó tiempo en prisión. Fue candidata a la presidencia en 2011, 2016 y 2021, tratando de rescatar el legado de su padre. Perdió las tres elecciones en la segunda vuelta.
Perdió por un estrecho margen las elecciones de 2021 ante Pedro Castillo, un maestro de escuela rural de un partido marxista, opuesto a la mayor parte de lo que defendía su padre. Castillo fue encarcelado en 2022 después de intentar cerrar el Congreso y el poder judicial, una medida fallida que generó comparaciones con el muy popular autogolpe de Fujimori de 1992.
Castillo estuvo preso en la misma cárcel que Fujimori, donde permanece tras las rejas.