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Sin parar de crear y romper moldes hasta cumplidos los 90, apuró en la Provenza y la Costa Azul hasta lo indecible su existencia
La luz de Van Gogh, los toros en Arles, la calidez mediterránea que añoraba de España, adonde se negó a regresar mientras mandara Franco... Todo ello arrastró a Picasso al sur de Francia. En pleno homenaje por el 50 aniversario de su muerte, seguimos su rastro de la Provenza a la Costa Azul.
Con cuarenta y tantas exposiciones por Europa y Estados Unidos, el planeta se rinde al artista más rompedor del siglo XX a pesar de quienes querrían expulsarlo de los museos, obviando probablemente que pocos hombres nacidos como él en 1881 pasarían hoy la prueba del algodón del género, o que el donjuán misógino que algunos únicamente ven también alumbró símbolos contra el fascismo y la guerra de la universalidad del Guernica o la paloma de la paz.
En el ecuador del Año Picasso, una retahíla de muestras invita a bucear en sus increíblemente poliédricas vida y obra, pero nada como seguir sus pasos por la Provenza y la Costa Azul. Sin parar de crear y romper moldes hasta cumplidos los 90, apuró allí hasta lo indecible su existencia.
Monumental busto de Picasso a la entrada de Mougins, el pueblo donde vivió junto a Jacqueline Roque desde 1961 hasta su muerte, el 8 de abril de 1973
El idilio de Picasso con el sur de Francia duró más que cualquiera de sus historias de amor. Su controvertida relación con las mujeres, a las que podía simultanear a dos y tres bandas antes de abandonar por otra musa, planea sobre las celebraciones que los gobiernos español y galo han orquestado para conmemorar el 50 aniversario de su muerte, el 8 de abril de 1973.
Antes de mudarse ya sesentón a la villa marinera de Antibes, frecuentaba el sur en escapadas con vuelta al París de las vanguardias, donde, recién estrenado el siglo XX, se enamoró de Fernande Olivier y fraguó amistad con pesos pesados de la talla de Braque y Matisse, Apollinaire, Jean Cocteau, Paul Éluard y Max Jacob o, crucial para sus iniciales finanzas de bohemio muerto de hambre, la coleccionista de arte moderno Gertrude Stein.
Las calles medievales de Mougins acogen exposiciones de escultura como, hasta el próximo noviembre, la del holandés Gabriël Sterk
Si en el pueblito provenzal de Sorgues compartió el verano de 1912 con Braque y su segundo gran amor, Eva Gouel, enseguida descubriría, a dos pasos, Avignon, la ciudad crecida al calor de los papas y antipapas que, en el siglo XIV, cambiaron el Vaticano por esta bombonera de la Provenza. Su residencia, el mayor palacio gótico del continente, acogió las dos últimas grandes exposiciones en las que trabajó Picasso. Se inauguraron en 1970 y, al mes de su muerte, en mayo del 73. Hasta entonces, el malagueño dio tantos tumbos por el sur del país vecino que seguirle la pista, recalando por los cafés que frecuentaba, los paisajes plasmados en sus lienzos o los museos que conservan obra suya, podría ocupar un buen par de semanas.
Instalado entre 1948 y 1955, en Vallauris, un pueblo de tradición alfarera, Picasso se consagró a la cerámica y creó más de 3.000 piezas
A pesar de la confusión con el nombre, Las señoritas de Avignon, el terremoto que provocó el nacimiento del cubismo, eran cinco prostitutas de la calle Avinyó, Barcelona. El cuadro, adquirido por el diseñador y mecenas Jacques Doucet, podría colgar en la ciudad de los papas, pero, para desgracia de Avignon, sus herederos lo vendieron al MOMA de Nueva York. Como premio de consolación, su museo Angladon, dentro de un palacete del XVIII con la tajada restante de la colección Doucet, atesora otros seis picassos, entre maravillas de Cézanne, Degas, Modigliani o Van Gogh.
Hotel Belles Rives, en Juan-les-Pins, a tiro de piedra de las exclusivas villas y playas del Cabo de Antibes, Picasso frecuentaba las fiestas en su terraza frente al mar
Uno de ellos fue el director de su museo Réattu, donde en 1957 le dedicaron una primera exposición y al que Picasso donó 57 diseños. Para conservarlos, se exhiben rotándolos de cinco en cinco, no lejos del retrato que el artista hizo de su madre y el de la fotoperiodista ¡y solo amiga! Lee Miller vestida de arlesiana. Otra amistad crucial fue el fotógrafo Lucien Clergue, a quien conoció en el 53 en una de esas corridas que tanto añoraba de España.
En el corazón de Antibes, en 1946 le cedieron para instalar su taller una planta del Palacio Grimaldi, hoy el Museo Picasso
En línea con la afirmación de su hija Anne Clergue "cuando Picasso paraba su actividad frenética y decidía que trabajo no, ¡juerga al cien por cien!", su objetivo captó sus rumbas gitanas en Arles con el guitarrista Manitas de Plata, sus encuentros con el diestro Luis Miguel Dominguín o en el aún abierto Café Malarte antes de ir a los toros. Durante los siguientes 20 años retrataría al Picasso más íntimo.
A orillas del Ródano, el Palacio de los Papas domina un casco antiguo que, en verano, acoge un festival de teatro
Aquellas primeras fotos las tomó en La Californie, la villa estilo Bélle Époque sobre la bahía de Cannes donde vivió a mediados de los 50 con Jacqueline, su segunda esposa con papeles y último amor, ya en la Costa Azul. De camino, habría al menos de hacerse un par de altos. En la aldea medieval de Ménerbes, una atalaya sobre los viñedos donde se alza el caserón -hoy residencia de artistas- que Picasso regaló a la fotógrafa surrealista Dora Maar tras dejarla por la pintora Françoise Gilot.
¿Cómo llegar?
Desde varios aeropuertos españoles hay vuelos directos con Air France, Iberia o Vueling a Niza o Marsella, a veces por menos de 100 , así como posibilidad de llegar al sur de Francia en tren de alta velocidad. Dónde dormir. En el exclusivo Belles Rives (bellesrives.com) que frecuentara Picasso o, en el casco viejo de Antibes, La Villa (villa-port-antibes.com), un hotel boutique de cuatro estrellas inaugurado hace tres años. De la misma categoría, la casona campestre a las afueras del pueblo donde vivió sus últimos años, Hôtel de Mougins (hotel-de-mougins.com). En Arles, en el emblemático Nord-Pinus (nord-pinus.com), habitual de Picasso o, más asequible, el Best Western Atrium (hotelatrium.com). Con vistas al Palacio de los Papas, La Mirande (la-mirande.fr), en el cogollo histórico de la famosa por su festival de teatro Avignon, o, menos prohibitivo, el Novotel Centre (all.accor.com).
El artista se presentará el próximo 25 de enero ante un público de 14.000 personas. El precio de las entradas inicia desde $200.000
El rendimiento de Sonic fue inferior a las previsiones de venta de entradas de al menos US$70 millones del rastreador del sector Box Office Pro