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En relojería se emplean aleaciones de 18 kilates, lo que implica la combinación de un 75% de oro puro con un 25% de otros metales
Audemars Piguet presume de hacer relojes diferentes al resto del mercado. Una voluntad de transgresión que ahora se extiende al propio material de fabricación. La manufactura de Le Brassus, en Suiza, se apunta a la tendencia de las aleaciones exclusivas de metales preciosos y presenta el que ha bautizado como oro arena.
Lo estrena en una de sus piezas más celebradas de su catálogo actual, el modelo Royal Oak Tourbillon Volante Automático Esqueletizado, presentado hace dos años con motivo del 50º aniversario de esta icónica colección deportiva.
Si aquel primer modelo estaba fabricado en acero (el material elegido para el primer Royal Oak de 1972), esta versión en oro arena establece otro vínculo con la historia de la colección, cuya primera referencia en este metal precioso data de 1977. Desde entonces, hemos visto Royal Oak en oro amarillo, rosa y blanco.
Ahora se suma una cuarta variedad con este tono inédito. La razón de que haya tantas variedades no es solo estética. El oro puro, también conocido como de 24 kilates, es un metal precioso y de gran belleza, pero sumamente blando para ser usado en relojes de uso cotidiano. Es por este motivo que desde tiempos inmemoriales se combina con otros metales con el propósito de aumentar su dureza y resistencia.
En la relojería se emplean tradicionalmente aleaciones de 18 kilates, lo que implica la combinación de un 75% de oro puro con un 25% de otros metales. Es el cóctel de estos últimos metales lo que da la estética y características requeridas. En el caso del oro arena, prevalecen el cobre y el paladio, los cuales aportan a esta aleación un tono muy cálido, a medio camino del oro blanco y el rosa, que tanto recuerda a los matices cromáticos de las dunas del desierto.
El oro arena es el compañero perfecto para el calibre 2972 de moderna construcción, decorado para la ocasión con un galvanizado a juego con el dorado de la caja y el brazalete. Como es habitual en Audemars Piguet, todos los ángulos del movimiento esqueletado han sido pulidos a mano para conseguir así el mismo contraste de superficies que vemos en el exterior del reloj.
En cuanto a las características técnicas, estamos ante un movimiento con tourbillon volante (la fijación de este órgano regulador se encuentra en su base), carga automática y 65 horas de reserva de marcha. En total se han empleado 271 componentes, muchos de ellos en un acabado plateado que logra un bonito contraste con el dorado de los puentes y la caja.
Con una exigua producción que ronda las 50.000 unidades al año, Audemars Piguet es una de las firmas más exclusivas del mercado. Una virtud que refuerza con relojes como este. ¿Un tourbillon de oro? Sí, pero ni el tourbillon ni el oro son como los de la competencia.
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