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Lana Rey cantó 23 canciones en el concierto considerado el más grande de su carrera, realizado en México, el pasado 15 de agosto
Mientras veía que la gente caía a mi alrededor, y yo trataba de mantenerme en pie escuchando Pretty when I cry, no pude evitar preguntarme “¿realmente es más peligroso asistir a un concierto de Lana del Rey que a un festival de metal?”.
La respuesta fue sí. Hasta el momento, mi amiga y yo seguimos sin entender qué pasó. Versiones hay muchas. Desde gente que trató llegar hasta adelante empujando sin importar a los asistentes, personas que trataron salir de la congregación, fans que trataron ganar lugar yéndose “a gatas”, hasta una teoría de que Lana, con su poder brujil, mandó a varios al suelo.
Prácticamente estuve más de una década esperando a ver a Elizabeth Woolridge Grant – su nombre real –, pero nunca nada me hubiera preparado para ver lo que vi el pasado martes 15 de agosto, en donde todos sus fieles seguidores nos congregamos para rezarle a quien haya hecho de la tristeza una poesía lírica redituable.
No era la primera vez que Lana del Rey venía a México. Si bien la conocí desde el 2012, la situación era más difícil para la joven Belén que apenas entraba a la universidad y dependía del dinero de su familia. La misma situación para Humberto, quien vino desde Guadalajara y recordó cómo lloró al ver la transmisión en vivo del Corona Capital del 2016, cuando Lana se presentó por última vez en suelo mexicano.
“La próxima vez que venga Lana, no me la pierdo por nada”, dijo Humberto. Y al parecer, eso dijimos muchos. Luego de marcar a toda una generación de millennials deprimidos – hoy cerca de sus 30 – y de ahora conquistar a los centennials gracias a la viralidad de sus canciones por Tik Tok, Lana del Rey consiguió sold out en el Foro Sol y cantó para 65,000 personas que corearon cada una de sus canciones, convirtiéndose así en el espectáculo con más asistencia en la historia de la artista (hasta ahora), que juega con la seducción de la tristeza.
Puedo ser sincera y decir que al inicio renegaba de Lana del Rey por quererme hacer la ruda y metalera, pero al final, sus letras atraparon a aquella adolescente de 19 años que sentía que nadie comprendía cómo de un momento al otro sus emociones cambiaban, donde me sentía bonita, me sentía querida, me sentía sensual o bien, una basura.
“En esos años viví, digamos, mi despertar sexual, me identificaba con sus letras y, eventualmente, empecé a buscar parejas que tuvieran rasgos de los hombres de las canciones de Lana. Mi idea era experimentar lo que sus canciones describían”, me contó Ale, una vieja conocida que también tuvo la oportunidad de ir al concierto de quien fuera la sugar babe perfecta.
Montse, quien vino desde Aguascalientes para verla, esperaba a Lana desde el 2013, un año después de hacerse fan luego de ver la histórica presentación de la joven en Saturday Night Live, donde se criticó de "no haber dado la talla" y hasta se dijo que fue la peor intérprete en haber pasado por ese escenario porque, siendo sinceros, sí fue un espectáculo difícil de ver. Pero el tiempo ha hecho justicia a una de las voces más bellas, caóticas, tristes y angelicales actuales.
El concierto empezó 10 minutos tarde, algo esperado porque 1) estás en la CDMX y 2) Lana suele hacer eso. Lo primero en escucharse fue una versión recortada de A&W, para después dar entrada a una de sus canciones más bellas: Young & Beautiful. "Will you still love me when I'm no longer young and beautiful?" y sí, yo me pregunto exactamente lo mismo.
"Sus canciones son muchas veces mi manera de expresarme, y la manera en la que ella lo hace es tan poético que muchas canciones bien podrían servir como poemas, su música me ha ayudado en varios momentos de mi vida, desde los más felices hasta algunos más oscuros, pero ella ahí está", dijo Montse, quien llegó el mismo día del evento y se fue a su casa, hasta Aguascalientes, al término del mismo.
Fueron 23 canciones las que resonaron en el Foro Sol, desde su disco debut, hasta el último, con una audiencia que entregó todo en el ritual para rezarle a su diosa. Incluso, fue benevolente al otorgar más canciones de las planeadas. "Dado que la estuvieron cantando, fuera de mi ventana toda la noche", dijo entre un tono de reclamo y lindura para dar paso a Cinnamon Girl (una muy grata sorpresa para mi, con todo y llanto) y Get Free.
Vuelvo a ser sincera: mis lágrimas salieron desde la segunda canción de la noche – Young and Beutiful -, pero se contuvieron para las siguientes. Escuchar Ride en vivo y decirme “sí soy”, o Blue Jeans y pensar en mi pareja, para llegar a la a veces controversial Ultraviolence y luego volver a llorar con Cinnamon Girl fue algo liberador. “There's things I wanna talk about, but better not to give”.
Aunque, el concierto acabó alrededor de las 11:00 pm, las autoridades capitalinas decidieron cerrar la estación del metro Ciudad Deportiva antes de la medianoche ante la afluencia de la gente. Entre tarifas dinámicas, taxis con precios aún más altos y la pila del celular muriéndose, logré regresar en un mototaxi, una experiencia de la que estoy segura Lana del Rey se sentiría orgullosa de mí.
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