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El aguadeño, en este momento, está siendo noticia, ya que sus artesanos en Aguadas, Caldas, alertan por una baja en el personal para producir el sombrero más común entre los paisas
El sombrero es uno los elementos más característicos de los colombianos, ha sido, en muchas zonas, un accesorio más en el outfit de las personas, ahora más que todo usado en tiempos de ferias y fiestas. Pero no hablamos de cualquiera, sino de los tradicionales: el vueltiao’, el aguadeño, el llanero y el suaceño, los cuatro más populares.
Es tanto su presencia dentro del closet de las vestimentas tradicionales del país, que vimos al vueltiao’ figurar en la última edición de los Juegos Olímpicos París 2024, cuando los deportistas lo lucieron en la inauguración, a orillas del río Sena.
Por la importancia de los sombreros para la cultura nacional, LR se dio a la tarea de averiguar la historia, la fabricación y la producción de estos cuatro sombreros, los de mayor legado en la geografía nacional.
El aguadeño, en este momento está dando más de qué hablar, ya que sus artesanos, los encargados de fabricar este tipo de sombrero, provenientes de Aguadas, Caldas, alertan por una baja en el personal para producir el sombrero más común entre los paisas.
Juliana Gómez, vocera del Taller El Cacique, una de las principales empresas productoras del sombrero, mencionó que mientras en 2008 habían 1.500 a 2.000 artesanos, para este año hay alrededor de 900 a 300; es una baja de entre 25% y 75%. Explicó que esto se debe a que la mayoría de personas capacitadas ya son personas mayores de 70 años que ya no pueden trabajar y a que en las nuevas generaciones hay poco interés para dedicarse a este oficio.
Esta fábrica produce alrededor de 100 sombreros al mes para un total de 1.200 al año, distribuidos principalmente a ciudades principales como Medellín, Bogotá o Cali. En cuanto a los tiempos, un artesano se puede demorar haciendo uno, con pausas, desde una semana, si es un sombrero corriente, hasta los tres meses, cuando se refiere un extrafino o de exportación.
Los sombreros más baratos cuestan $120.000, los extrafinos y de importación oscilan entre los $350.000 y los $400.000. Por todo esto, la producción de estos sombreros se hace bajo demanda, para evitar generar pérdidas.
Este producto, tradición en el Eje Cafetero y expresión de la Colombia rural, arranca justamente allí: en el campo. El cogollo, la palma de iraca cerrada, se agita para desbaratarlo. Luego se le quitan las dos partes exteriores con las manos, se usa una herramienta que tiene dos puntas metálicas en la mitad y se sube hasta la última parte de la hoja, así con cada una de las cuatro fracciones de la palma. Ahí, con lo que sale en la mitad, de textura lisa y suave, se hacen los sombreros. El 25% de la palma se usa para el sombrero.
Cuando ya se tienen todos los cuartos, se hierven en una olla profunda. Tras cuatro horas de cocción, salen del agua y se amarran en grupos de 20. Este proceso se llama ensartado. Luego, se secan con viento a la sombra dos días. Después, son colocadas en un horno de azufre dos veces en tandas de 12 horas. Se sacan y se agrupan. Las más blancas y delgadas, la más costosas, costando entre $16.000 y $20.000 pesos para la artesana.
En el taller se arman desde la el plato hasta el ala, se retiran los desperfectos con cortaúñas y tijeras. Luego, se prensan para obtener la horma y, finalmente, se coloca el tallaje cosiendo el ala y se introduce la cinta que se desee. En talleres como El Cacique, en Aguadas, el tiempo de fabricación de un sombrero puede ir desde una semana, si es un sombrero corriente, hasta los tres meses, cuando nos referimos a un extrafino o de exportación.
Como se dijo, la producción de estos sombreros se hace bajo demanda, para evitar generar pérdidas. En semanas de alta demanda, como el Festival del Pasillo, se pueden estar fabricando más de 150 sombreros. Sin embargo, en temporada baja, pueden ser menos de diez los producidos para vender en el pueblo y se envían pedidos de 100 sombreros mensuales aproximadamente, a ciudades como Bogotá, Medellín o Cali.
Este sombrero está riesgo, ya que los ripeadores no quieren que sus hijos se expongan a los hornos de azufre, que dañan gravemente la salud pulmonar de los campesinos. Además, la juventud del municipio no está interesada en aprender cómo elaboran el sombrero ni su proceso artesanal.
El sombrero 'suaceño' se fabrica a partir de la recolección de cogollo de iraca. Posterior a esto se cocina durante aproximadamente 4 horas a fuego lento.Se ripia, con huesos finos de diferentes animales, y se deja secar a la sombra. Luego se empieza el tejido en un trípode de madera conocido como chánchala, en este proceso también se usa una piedra para sostener y una correa para apretar la copa.
Cuando se teje del plato hasta el ala, se procede al golpeado, un pilón pequeño de cuero, para darle la horma. Después se talla con un gruñidor para darle el estilo deseado. Finalmente se pone la cinta. Los artesanos del Huila, como Wilton Vargas, producen cada uno entre 80 a 100 sombreros al año, dependiendo de la calidad: "fabricar un solo sombrero tarda aproximadamente 4 semanas , aunque han habido excepciones de hasta 3 meses, cuando alguien pide un sombrero extremadamente fino y de alas anchas".
Este tipo de sombrero es muy demandado en el mercado nacional. Según Vargas, "desde hace ya algunos años el sombrero 'suaceño' ha tenido una gran demanda , debido a su gran durabilida y versatilidad". Las regiones de Colombia que más demandan este sombrero son el propio Huila y Antioquia, llegando a costar hasta más de dos millones de pesos.
La Costa Caribe tiene uno de los sombreros más emblemáticos del país y su fabricación es, cuanto menos, singular. De acuerdo con el artesano Ferney Nova, "el proceso de fabricación es a partir de la planta caña flecha donde se le quitan las hojas y luego pasamos a un proceso de raspado para sacar las fibras de la caña flechas. De allí, se trenza las vueltas del sombrero ya puede ser blanco o negra".
"Las vueltas negras salen con otro proceso donde se utiliza el barro negro y la vija, que es una planta que con el sol se pone roja. Se repite el proceso dos o tres veces para hasta obtener el color negro. El blanco se obtiene con caña agria o limón y se hecha al agua limpia la palma para que pueda salir blanca", añadió Nova. Una familia campesina puede fabricar 50 sombreros de este estilo al año.
Este sombrero se trae a varias de las principales ciudades del país: Bogotá, Cartagena, Montería y Valledupar. De acuerdo con Nova, "una familia de artesanos fabrica un sombrero dependiendo de la calidad del tejido y la cantidad de fibras. Si es un sombrero de 15 fibras, demora una semana. Uno de 21 fibras, se tarda 10 días. Y un sombrero de 23 fibra, puede fabricarse en 15 días".
Este sombrero, originado por las importaciones de sombreros del centro de Europa a Colombia, tiene una producción ágil, porque ya está más estandarizada. En empresas como Juan Florentino, se usa de materia prima fieltro de lana. Martha Cecilia Jaramillo Carvajal, la encargada de la elaboración de estos sombreros, comenta que la fabricación inicia "dándole engomado en proporción a la referencia que se va a procesar. Seguidamente se pasa a moldeo en las hormas fabricadas en yeso, Luego, mandamos a fundir".
"El moldeo se hace por presión y vapor para continuar con el corte de ala, todo de acuerdo al estilo del sombrero. Se coloca el tafilete o la banda interna que precisa la talla del sombrero, tarea que también se hace de manera manual. Finalmente se coloca cinta y accesorios, según la referencia", añadió Jaramillo. Este proceso, que tarda entre noventa minutos y dos horas, consigue crear 500 sombreros mensuales, con ventas promedio de 250 de ellos en el mismo plazo.
Estos sombreros se distribuyen en el extranjero, a través de páginas como Casanare Natural, y a varias de las ciudades del país. Bogotá, Medellín, Cali y Bucaramanga son los destinos donde más se venden estos sombreros en el país. Juan Florentino, empresa llamada así por la leyenda llanera de "Florentino y el diablo", lleva estos accesorios a eventos como Expoartesanías, en Corferias, y Expoartesano, en Plaza Mayor Medellín, para, según Jaramillo Carvajal, "darle visibilidad al producto".
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