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Más allá de las zonas típicas de ocio y descanso como cartagena, santa marta, medellín o bogotá, en el país existen otros opciones para hacer turismo de pueblo, que es la aventura de andar sin prisa, de ensoñar con la transformación del paisaje en cada curva
Si hay una deuda con el ocio que debemos saldar algunos colombianos, es descubrir el potencial turístico de nuestro país, más allá de los destinos típicos como Cartagena, Santa Marta, Medellín o Bogotá. 'Pueblear' es la aventura de andar sin prisa, de ensoñar con la transformación del paisaje en cada curva y de sentarse en la plaza principal de municipios y veredas para saborear una exquisita taza de café, probar platos típicos y frutos exóticos, conocer arquitecturas y culturas con poder ancestral. Por el Huila hay todas las anteriores.
Tras un corto vuelo a Neiva o a Pitalito y con pocas horas de recorrido, puede armar la ruta que más le convenga. Los alojamientos varían desde hostales hasta hoteles que se ajustan a todos los presupuestos. Personalmente disfruto aquellos aislados en el campo, donde el canto de los pájaros sirve de despertador y los amaneceres montañeros ofrecen una explosión de colores entre la bruma.
Desde el aeropuerto de Pitalito y a hora y media por carretera se llega a Garzón, donde se abre un mundo de posibilidades. La vía es la ruta 45 que viene desde Putumayo y que en este tramo serpentea al Río Magdalena. Está en pleno mejoramiento, lo que hará aún más fácil el acceso a este destino.
A Garzón le dicen “el alma del Huila”. Tiene vocación agrícola y artesanal. Ha desarrollado siete rutas turísticas, entre ellas la Ruta Mágica del Café, que conecta Garzón con Zuluaga y Gigante, y en el recorrido ofrece cascadas naturales y el páramo de Miraflores. Es también la Capital diocesana, que a los seguidores del turismo religioso les ofrece varias iglesias y una bella catedral. Son imperdibles los sabores locales como el arroz tapado, amasijos, envueltos y pan casero, especialmente en Altamira, conocida como la capital bizcochera del Huila.
A 7 km de Garzón queda La Jagua, un pueblo que ha convertido la leyenda de sus brujas en atractivo turístico. Es un pintoresco pueblo colonial con calles empedradas y más de 300 casas históricas que datan del Nuevo Reino de Granada. El recorrido es corto e impactante por sus fachadas coloridas y bien conservadas.
En La Jagua resalta el museo de Emiro Garzón, artista galardonado con el premio Pincel de Oro, quien en su estilo neofigurativo le rinde homenaje a las curvas femeninas y a la mujer sencilla, a veces representada como hechicera. Su museo exhibe su arte y alimenta la leyenda misteriosa del pueblo. Aunque La Jagua sugiere un lugar críptico, ofrece un ambiente sereno. Los lugareños hablan de brujas voladoras y hechiceras, pero yo solo vi las del museo del maestro Emiro.
A una hora y media de Garzón emerge San Agustín como un destino cargado de historia y naturaleza. Su complejo arqueológico reúne más de 450 esculturas de una civilización que floreció hace más de 2,000 años. Conecta también con Isnos, La Chaquira, y Quinchana. El Parque Arqueológico se comprende mejor con guías especializados que nos acercan a esa sabiduría milenaria exhibida en tres mesetas, la fuente ceremonial “El Lavapatas” y el bosque de estatuas recuperadas en fincas cercanas.
San Agustín está ubicado en la exuberancia del Macizo Colombiano. Hay destinos adicionales que destacan por ser inverosímiles como El Estrecho del Río Magdalena, donde el caudal del río se concentra en un apretado tramo de 1.7 metros de ancho. Sereno por encima y mortal por debajo, pero imponente por donde lo vea. Paisajes desafiantes como el Salto de Bordones y el Salto del Mortiño confirman la majestuosidad del Huila.
Otro destino gratamente sorprendente es Yaguará, a donde se llega entre arrozales y encuentros con los ríos Yaguará y Magdalena. A sus casas les han hecho una renovación que vale la pena conocer. Su mezcla de estilos colonial, gótico y art deco, distribuidos en manzanas coloridas, junto a una plaza tranquila y un malecón sobre la represa de Betania, lo convierten en un destino apropiado para los amantes de la calma, la naturaleza y el quesillo, típico de la región.
No es un desierto, sino un bosque seco tropical con franjas desérticas. El recorrido por El Cuzco, la sección roja, puede hacerse a pie en un par de horas, con un calor infernal matizado por hermosos y florecidos cactus. En medio de este paisaje marciano, aparecen inesperadamente vendedoras de helados de frutos locales en neveras de icopor. Una salvación refrescante en este entorno inhóspito. (Recomendado el de mango biche con maracuyá).
Otras especialidades gastronómicas del departamento como el carnero, el asado, la lechona y jugos de frutas exóticas como la cholupa, hacen deliciosa la experiencia. Imperdibles también las achiras artesanales de Fortalecillas. Esta variedad de sabores hace que cada bocado y cada sorbo sean un deleite para el paladar.
Puebliar por el Huila es mucho más que una excursión. Es conectar con la esencia de un país rico en diversidad. Echarse la rodadita siempre será una caja de sorpresas que su espíritu aventurero agradecerá.
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