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Dan Brown, a la caza de otro fenómeno editorial

viernes, 17 de mayo de 2013
Foto: Bloomberg
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Expansión - Madrid

Tan adorado por millones de lectores en todo el mundo como denostado por sus colegas y la crítica literaria, el incombustible autor de 'El código Da Vinci' vuelve a la carga con el recién publicado 'Inferno', un nuevo libro que promete echar más leña al fuego de la polémica. En esta entrevista, el escurridizo novelista estadounidense confiesa que solo le preocupa mantener el anonimato. "Si alguien me reconoce por la calle, respondo en ruso y me dicen: 'Usted perdone'".

Detrás de sus 81 millones de libros vendidos en todo el planeta, hubo un don nadie durante años, un tipo estrellado contra su propia realidad. Le hicieron creer de pequeño en un colegio de niños bien de Nueva Inglaterra que alcanzaría altas cotas, sin prepararle del todo para el profundo desengaño que en repetidas ocasiones depara la vida. Quizá fue el convencimiento del destino preestablecido en su cabeza el que salvó a última hora a Dan Brown (Exeter, EEUU, 22 de junio de 1964), hoy un héroe ficticio de la literatura para los que se asomaron a su prosa desmenuzada, antes músico frustrado y, en realidad, un hombre que solo quiere mantener el más absoluto anonimato. De hecho, sus primeros libros pasaron sin pena ni gloria, autor de escaso pelaje en el mundillo editorial en sus intentos iniciales de convertirse en escritor.

Sin embargo, El código Da Vinci (2003) y esa idea que involucraba a Jesucristo con María Magdalena, el sexo, la Iglesia católica y un poderoso secreto oculto en los cuadros del maestro Leonardo lo cambiaron todo. Las (supuestas) miles de horas de investigación en París, Roma y Washington dieron un resultado atronador, un libro que no solo vendió las citadas 81 millones de copias en 51 idiomas, sino que abrió la puerta para un poderoso taquillazo en la adaptación de Ron Howard protagonizada por Tom Hanks en 2006. Después llegarían las sociedades secretas en torno a la obra, los tours en museos para turistas e incluso un documental diseccionando la novela y a su autor.

Todo para que el escritor Salman Rushdie calificara el esfuerzo de su colega de bazofia, "un libro tan malo que convierte a los libros malos en buenos". Los críticos lo despacharon además como "uno de los peores estilos de prosa de la Historia de la Literatura". Brown, un hombre que decidió cambiar la música por la escritura durante unas vacaciones en Tahití con su mujer, solo creyó poder hacerlo un poco mejor tras leer una novela de ese fabricante de best sellers que fue Sidney Sheldon.

Para el caso, Brown, ahora un millonario de 48 años, no se ha cansado ni de escribir ni de defender su trabajo. "Mis libros han creado un diálogo, y eso ha sido bueno no solo para las ventas, sino también para la religión", decía el autor en una entrevista concedida a El Mundo en 2009. "Es cierto, hay quien se ha molestado por El código Da Vinci, pero así es como se crea debate, y ese era mi propósito. No hay peor enemigo de la religión que la apatía. Aunque los jóvenes tienen un sustituto: la tecnología", continuaba.

Lo suyo, dice, es conectar con los lectores. Entretener. "Yo no pienso en mi trabajo como comercial o no comercial. Escribo el libro que me gustaría leer y punto. Sé que hay críticos que dicen que no soy Faulkner o Borges... Yo no intento hacer una creación literaria de altura, sino contar una historia en un estilo actual y transparente. Por cada crítico que opina que no soy Cervantes, hay miles de lectores que están felices por haberles devuelto el placer de leer", vuelve a conceder.

Enigma editorial. Mucho se ha escrito sobre Dan Brown, pero aún así su figura, como los símbolos que le han hecho tan célebre, tiene ciertas dosis de enigma protegido por su editorial y por el propio autor, reacio a las entrevistas o a hablar en exceso sobre el secreto que encierra su éxito. Entre libro y libro pueden pasar años de reclusión en su cueva de Exeter, en New Hampshire, el pueblo natal en el que se educó a conciencia y al que volvió después de sus años de andanzas por el mundo tratando de ser alguien.

Estuvo un año estudiando en Sevilla, tierra de profundas implicaciones para él años después -de allí emanó la fuente de inspiración de su novela más preciada-, y también en Hollywood, probando suerte como músico, su otra pasión declarada. Durante años estuvo convencido de que podía ser una estrella en ese universo, muy lejos del halo de investigador, intelectual e historiador que se ha ido gestando a su alrededor tras verse capaz de contar historias con gancho.

Lo cierto es que estuvo cerca de conseguirlo, empujado en un principio por la persona que habría de sacarle del negocio discográfico: su mujer, Blythe Newlon. La conoció en 1991 en Los Ángeles, tras unirse a la Academia Nacional de Autores Musicales que ella dirigía. De inmediato, Newlon se convirtió en una devota fan del nuevo miembro de su organización, eso sí, de forma un tanto misteriosa y clandestina.

La que luego sería su esposa llegó incluso a escribirle los comunicados de prensa. "Creemos que Dan Brown es un artista destinado a convertirse en un gran talento. Este disco suyo original bien podría ser con los años en un objeto de coleccionista", escribió sobre su futuro marido durante la grabación de su penúltimo álbum, Dan Brown, justo antes de reconocer que detrás de su interés había un amor sincero.

Los 12 años de diferencia de edad no fueron un problema. Brown se dejó llevar por el amor de su vida, una mujer "inteligente, divertida, creativa" que, dicen sus biografías no autorizadas, le manejaba y le maneja a su antojo desde la sombra. A esas alturas del romance, la atractiva ejecutiva ya sabía que él no sería nunca ni el próximo Prince ni el relevo de Paul Simon, por lo que la oferta de instalarse en la costa Este le pareció una interesante vía de escape. "Estamos planeando cambiar el BMW y el Mercedes por un par de bicicletas de montaña y volver a la realidad", dijo Brown entonces. "Realmente estoy listo para un cambio".

Ese cambio significó una entrega total a la literatura. De esa época se filtraron algunos detalles sobre sus hábitos de trabajo que todavía perduran, curiosidades como el hecho de que empieza de madrugada a darle a la tecla, a eso de las cuatro de la mañana, y que cada hora hace una pausa cargada de estiramientos, abdominales y flexiones, combinando físico con intelecto. "No es un sacrificio ni una penitencia", explicó en su momento. "Lo hago desde hace muchos años de un modo natural, sin necesidad de despertador. A veces pienso que debería dormir más, pero al cabo de unos minutos tengo tantas ideas que no me queda más remedio que levantarme. El despertar es el momento ideal para crear. El mundo de los sueños es lo más próximo a la ficción".

También es cierto ese otro hábito que dejó a muchos perplejos: su costumbre de colgarse del techo para poder concentrarse y deshacer la madeja de sus tramas literarias. "Lo hago todos los días. Es maravilloso para la columna vertebral y para el riego sanguíneo. Y además da una perspectiva distinta del mundo. Ayuda a pensar desde otro ángulo", dijo. Pero pese a su tenacidad y perseverancia, aún está lejos de conectar con muchos de sus colegas de profesión.

Lorenzo Silva, ganador del Premio Planeta 2012 por La marca del meridiano, es uno de los que no pasa por el aro. "Leí algunos capítulos de El código Da Vinci y no consideré necesario seguir", confiesa desde su casa de Barcelona. Sencillamente porque lo percibe como "un narrador alejado, con astucias narrativas que maneja muy bien, capaz de crear personajes muy bien identificados para el lector, con estereotipos bien usados, un arte meritorio que no voy a despreciar, pero que me deja muy frío, muy lejos de mi concepción de casi todo lo que yo entiendo por literatura".

Y no solo eso. Silva cree además peligrosa su ambigüedad, su doble juego literario en el que combina lo religioso y lo científico para hacer creer al lector que lo suyo está basado en una realidad lejana, comprobada de forma fehaciente. "Me incomoda esa mezcla de elementos históricos con lo esotérico y lo religioso. Debería haber un aviso para que el lector sepa que lo que está leyendo es una patraña. Es un planteamiento un poco engañoso, con una interpretación heterodoxa, aunque en realidad está basado en una mentira, en ficción", continúa. Por eso vería difícil entablar una conversación con Brown, preguntarle algo en concreto a un escritor "tan precocinado, tan prefabricado. Entiendo que quiera preservar su intimidad con ese aura de inaccesibilidad que emana, pero creo que esa nebulosa forma parte del personaje multimedia que han fabricado a su alrededor. Más que un escritor, es un producto. Jamás he visto una foto normal suya, una en la que esté despeinado o esté caminando por la calle", concluye. Todo ha pasado antes por el Photoshop.

Tirón Comercial. El principal implicado de esta historia reconoce que siempre procura pasar desapercibido para que nadie le reconozca. "Me calo una gorra de béisbol y me pongo unas gafas oscuras. Si alguien me reconoce, respondo balbuceando unas palabras en ruso y me dicen: 'Usted perdone'", confiesa. Claro que esa estrategia no funciona con los críticos.

Marisol Schultz, directora de la feria del libro de Guadalajara, en México (la segunda en importancia después de Frankfurt), comparte la visión literaria de Silva, aunque aplaude el tirón de Brown con las masas menos habituadas a agarrarse a un hábito en desuso como el de la lectura. "Como en su momento defendí mucho a Harry Potter en una guerra contra los niños pegados a la televisión, ahora defiendo a Brown, un tipo necesario para la industria editorial. Es un hombre capaz de crear potenciales lectores que en el futuro podrían interesarse por cosas más serias y de mayor calidad, y eso siempre es bienvenido", arguye. Para Schultz, lo suyo es más una moda pasajera que literatura como tal. "Libros como los de Brown son fenómenos editoriales, obras que no necesariamente son de altura literaria, pero que por alguna razón que no entiendo del todo se vuelven un éxito absoluto, convertidos en una moda contagiosa".

El autor tampoco es demasiado popular entre el colectivo de los historiadores. Su forma de mezclar ficción con realidad nunca ha terminado de sentar bien entre los expertos en la materia. Diane Apostolos-Cappadona, profesora de Historia del Arte de la Universidad de Georgetown en Washigton y especialista en la figura de María Magdalena, se volvió célebre desguazando las teorías de Brown en su novela más consumida hasta la fecha. Apostolos-Cappadona admite sin tapujos que ha leído y tirado a la basura todas sus novelas, irritada por el hecho de no poseer "conocimiento alguno" de Historia del Arte ni tener un equipo de investigadores, como llegó a sostener. "Es algo que tuvo que reconocer ante un tribunal de justicia tras ser demandado por plagio. La única que realiza investigaciones en sus novelas es su esposa, que ni es historiadora de Arte ni forma parte de la academia", explica.

La experta se refiere a las acusaciones de plagio contra Brown en 2005 y 2006, presentadas por distintos autores que aseguraron haber escrito antes la idea del matrimonio entre Jesús y María Magdalena, su hijo y la posterior descendencia que sigue hasta hoy, de acuerdo a la novela. En ambos casos, el millonario escritor salió airoso, pero quedaron posos de duda sobre su figura, una publicidad, en cualquier caso, que no hizo sino favorecerle a él y a las ventas de sus libros posteriores.

Apostolos-Cappadona reconoce esa habilidad de Brown paras usar ciertos elementos históricos, mezclarlos con ficción y acomodarlos a su antojo. "Se aprovecha del hecho de que el lector normal no tiene muchos conocimientos de Historia. Por ejemplo, toma un personaje como Leonardo, que todo el mundo conoce, y presenta una versión sobre él insinuando que era gay, aunque a través de su obra no se pudiera comprobar semejante afirmación", dice.

Añade que en Ángeles y demonios (2000), la novela anterior a El código Da Vinci aunque adaptada más tarde a la gran pantalla (2009), hace referencia a pontífices en momentos en que ya habían fallecido y cita a pintores que aún no habían nacido. Por eso sus estudiantes europeos, aún incrédulos y con un indudable aire de burla, siempre le preguntan si es verdad que los americanos piensan que El código... es un libro basado en la Historia tal y como sucedió.

Simbología aplicada. Tamañas fabulaciones son en realidad parte de un complejo entramado que Brown ha ido construyendo con el tiempo, una afición que le nació de sus años de infancia en la pequeña localidad donde ha pasado tres cuartas partes de su existencia. "Crecí en una casa donde los acertijos y los códigos eran una forma de divertirnos", recuerda. "En la mañana de Navidad, cuando la mayoría de los niños encontraban sus regalos debajo del árbol, mis hermanos y yo nos topábamos con un mapa del tesoro con códigos que teníamos que seguir de habitación en habitación para, eventualmente, dar con los regalos escondidos en alguna parte de la casa", explica.

Tan particular y creativo sistema era alimentado por un ilustre profesor de Matemáticas, su propio padre, Richard Brown, autor de uno de los libros de texto más reconocidos de la materia en Estados Unidos. Su plaza de profesor en la prestigiosa Philip Exeter Academy fue clave en las influencias profesionales de su hijo, marcado por la música (su madre era organista en una iglesia episcopal) y las combinaciones numéricas.

El punto álgido en el aspecto académico, sin embargo, llegaría varios años después durante su estancia en Sevilla, en cuya universidad hizo un curso de Historia del Arte en 1985. "Entonces fue cuando entendí por primera vez La última cena de Leonardo como lo que realmente es, un fresco lleno de códigos. Lo mismo ocurre con la Mona Lisa, cuando la miras y te preguntas por qué sonríe, estás tocando solamente la superficie", dijo.

Esa imaginación volátil, combinada con el aspecto esotérico y la provocación abierta a la Iglesia de Roma, le han servido a Dan Brown para ser alguien en la vida y facturar millones de dólares. Se calcula que tiene al menos 200 como fortuna personal (la misma cifra que las ventas globales de sus libros, a fecha de 2012) , una cantidad que, de acuerdo a su editor, no le ha cambiado en esencia. Hijos no tiene e hipoteca tampoco. Le queda la satisfacción de que le sigan leyendo y de continuar perfeccionando el arte de la provocación. Y en eso no hay duda de que Brown es un auténtico maestro.

Apoyo "Inferno"

Acaba de publicarse en más de 50 idiomas la cuarta entrega de la serie de thrillers esotéricos protagonizados por el experto en simbología Robert Langdon. Una tirada mundial de cuatro millones de ejemplares -la de Planeta en lengua española será de un millón- deja claras las intenciones de la nueva novela de Dan Brown inspirada en el Infierno descrito por Dante Alighieri en su 'Divina comedia' en el siglo XIV: convertirse en el más sonado éxito editorial del año. Las expectativas sobre el nuevo libro del autor de 'El código Da Vinci' son tan altas como el secretismo con que se ha llevado su ejecución. Todo tipo de medidas se han tomado para impedir que el manuscrito se filtrara.

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