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Los relojes se hicieron famosos en la primera guerra.
Los relojes de pulsera con sus dos correas ajustables que se colocan en alguna de las muñecas, han recorrido un largo camino desde los primeros modelos en la Primera Guerra Mundial (1914-1918), cuando se hicieron populares entre los hombres de las trincheras, hasta nuestros días.
Constantemente los avances de la tecnología nos han permitido encontrar nuevas y sorprendentes funciones en los relojes de pulsera, como GPS, conectividad a tu celular, acceso a redes sociales, monitorear actividad física, entre cientos de funciones que vienen de la mano de las aplicaciones disponibles en los smartwatches. Sin embargo, aunque todos somos fanáticos de la tecnología, los relojes clásicos como el popular modelo “Bambino” de Orient®, conservan miles de seguidores en todo el mundo. Esto se debe a que este tipo de reloj clásico es cómodo y confiable, y reflejan la elegancia y buen gusto de su portador.
El reloj clásico como el modelo “Bambino” de Orient® ha sido bien aceptado por jóvenes con estilos de vida alternativos, y una moda alejada de las corrientes predominantes, basados más en lo independiente y en el estilo vintage, caracterizados por una sensibilidad a los artículos con personalidad y rascendencia. Son modelos que van perfecto con traje o con jeans y otorgan status a quien los usa.
Para comprender a qué se debe este creciente gusto por lo clásico se hace necesario retomar la historia.
Del bolsillo al inteligente
Los relojes de bolsillo son los primeros modelos de relojes portátiles, estos relojes de cuerda eran usados tanto por hombres como mujeres como símbolo de estatus y poder desde su invención en Francia en el siglo XV. Como dato curioso la cadenilla colgante de estos modelos se denomina Leontina. Luego, aparecen las primeras funciones adicionales como el taquímetro o el cronógrafo, creadas para los pilotos que requerían calcular las distancias, la velocidad y la duración del combustible.
Al final de la guerra la industria relojera mundial se esfuerza en crear un nuevo tipo de reloj, más exacto, económico y resistente a la intemperie, y allí surge el reloj automático, que ya no necesita de cuerda, disminuyendo su manipulación para evitar la entrada de polvo o humedad a la maquinaria. El reloj automático es una pequeña maravilla de la técnica, una pieza mecánica que tiene la capacidad de darse cuerda a sí mismo.
Ya en la Segunda Guerra Mundial el reloj se convierte en un elemento de dotación de todo soldado, brindando a la industria relojera el impulso que requería para su proyección mundial.
En los años 70 se masifica la producción a bajo costo de relojes de cuarzo alimentados por una pequeña pila en su interior y en 1972 se comienza a comercializar el primer reloj digital.
En la actualidad la mayoría de relojes son de cuarzo alimentados por una pila, pues su fabricación es menos costosa permitiendo a las grandes marcas tener hasta cuatro colecciones al año; pero aun así los relojes automáticos siguen siendo apreciados por el trabajo artesanal que requiere su fabricación, y el lujo y status que conceden a su portador, además de la historia y hermosos detalles que los fabricantes agregan en los modernos diseños.
Con el auge de los smartphones en la última década, casi de inmediato surgieron los smartwatchs. como una extensión de la funcionalidad de los móviles y como digno remplazo de los relojes de cuarzo. Ahora además de darte la hora, te llevan las notificaciones e incluso las llamadas de voz a tu muñeca, han alcanzado niveles de conectividad que rápidamente llenan todos los espacios de nuestras vidas, como la medición de pasos diarios, calorías quemadas, o horas de sueño que requieres.
Sin embargo, los clásicos son eternos. Por eso a pesar de tanto derroche de tecnología, los diseños simples, la confiabilidad y la elegancia implícita de un simple reloj como el “Bambino” de Orient®, aun atrae compradores en todo el mundo. Jóvenes y mayores disfrutan una pieza clásica que proyecte algo de su propio carácter y que además los acompañe por muchos años.
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