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Ahora las grandes estrellas no son exclusivamente los cantantes, los productores cada vez son más protagonistas de la industria
El negocio del reguetón era muy simple hasta hace unos tres años: un cantante le compraba una canción a un compositor, luego buscaba un productor para los arreglos y de ahí iban para un estudio de grabación y derecho a las redes sociales y las plataformas digitales. Si el tema resultaba todo un éxito, todos los créditos y regalías eran para el intérprete.
El compositor y el productor se resignaban con lo que cobraron por su trabajo y con los respectivos créditos. Eso sumaba a su hoja de vida. A la hora de los premios, los reconocimientos y las entrevistas, las fotos que salían en las portadas eran las del cantante, no las de ellos. Un intérprete podía comprar una “letra” para su canción entre $100.000 y $25 millones, dependiendo el renombre del escritor, de los éxitos que haya tenido o de los nombres para quienes haya trabajado.
Pese a ser el creativo, el compositor era el escalón más bajo de la industria de la música urbana. Sus tarifas son inferiores a las del productor. Hoy, la situación es diferente, cada vez los productores y compositores ganan más protagonismo y relevancia.
Desde hace años los productores sintieron la necesidad de salir del anonimato y, al mejor estilo de los temas vallenatos, sus nombres comenzaron a sonar en las canciones a manera de menciones. Ese fue el primer paso. Luego, de la mano de figuras como “Sky, rompiendo el bajo” (Alejandro Ramírez Suárez) y Mosty (Alejandro Patiño), se hicieron visibles y comenzaron a aparecer en los conciertos, especialmente de la mano de J Balvin, con quien trabajan de forma estrecha.
Ya la gente no solo escuchaba sus nombres en las canciones, sino que los veía en los shows y en las alfombras rojas de los grandes premios de la música. Los productores no se conformaron con eso y decidieron dar un paso adicional: cantar.
El primero que lo hizo con éxito fue Sky, que abrió el concierto de J Balvin en Medellín en diciembre de 2019, aunque desde antes había comenzado a cantar públicamente. Ese camino fue el que siguió Feid,también conocido como Ferxxo, que pasó de ser el creador de éxitos mundiales como “Ginza”, para J Balvin, o “Porfa”, de Nicky Jam, a ser el artista colombiano más escuchado en el país en 2022, con más de 27 millones de oyentes mensuales a nivel global, de acuerdo con Spotify.
“Me vine a vivir a Miami hace casi cuatro años, porque sentía que estaba dando muchas vueltas entre los mismos productores y compositores, me puse a investigar cómo era la vuelta y sentí que debía dejar de lado esa faceta y dedicarle todo el tiempo al proyecto que siempre había querido, que era cantar, que es lo que más me llena y disfruto. Estar en Estados Unidos y el hambre que tenía de salir adelante me dieron ese impulso”, resume Feid sobre su paso de compositor y productor al cantante que es hoy.
Ferxxo, como realmente le gusta que le digan a Feid, integra una trilogía junto a Blessd y Ryan Castro, todos paisas, que son parte de una nueva generación de reguetoneros, el relevo de J Balvin, Maluma y Karol G. Ellos también han cambiado la forma de cantar y expresarse, son más cercanos a la gente, no le cantan a los yates en Ibiza, sino que hablan de Barrio Antioquia, Las Palmas, El Poblado y Envigado.
Impusieron términos como “Nea”, “Chimbita” y “Mor”, que se incorporaron en el lenguaje de los paisas, tal y como sucedió hace un par de décadas con el famoso “parce”, de la mano de Juanes. Ahora, cada uno de ellos tienen carreras consolidadas y un amplio reconocimiento, tanto así que pioneros como Balvin, Maluma y Karol G se han acercado a ellos, ya sea para cantar o para invitarlos a sus conciertos, como una manera de llegarles más directamente a los nuevos públicos.
Tras el boom que significó Feid en la industria musical con su cambio de rol y su éxito como cantante, más productores se arriesgaron a interpretar, a ser dueños de las canciones y no estar a la sombra. Así nace la figura del productor-artista, que significa que ahora son ellos los dueños de la canción. Antes los buscaban los cantantes para hacer que les produjeran los temas, ahora son ellos los que buscan a los artistas para que les canten sus propias canciones, de las que ahora son los propietarios y los créditos son todos suyos. Ya sus nombres están en las nominaciones de los premios internacionales y sus rostros están en las portadas de revistas, periódicos y portales.
SOG (Santiago Orrego Gallego), artista del barrio Santander, al Occidente de Medellín, lleva en la música más de 10 años, primero como compositor, luego como productor y ahora es productor-artista. SOG, el gestor de los grandes éxitos de Blessd y Ryan Castro, lanzó el pasado 30 de noviembre el EP (menos de 10 canciones) “Los Piratas”, al lado de Castro. En ese trabajo compone, produce y canta.Tres roles para una sola persona.
“He producido para muchos músicos, pero las canciones salen como de ellos, ahora le apuesto a lanzar mis sencillos junto a ellos, entonces les digo que hacemos dos canciones, una para él y otra para mí, lo hago junto a los cantantes más importantes de la escena musical”, comenta SOG. Todas las canciones que produce e interpreta llevan la frase “Qué chimba, SOG”, al mejor estilo de los saludos de los vallenatos.
The Rudeboyz (Chan y Kevin) son productores nacidos en Envigado, responsables de los grandes hits del género urbano: desde “Hawái”, de Maluma, hasta “Me enamoré”, de Shakira.
Comenzaron a escribir canciones para Reykon, uno de los pioneros del reguetón en Colombia, cuando apenas tenían 15 años y estaban en el colegio y ahora son considerados los Reyes Midas del género urbano. En la lista de sus hits figuran, entre otros, “Hawái” y “Felices los 4”, de Maluma; “Sin Miedo”, de Reykon, y “Chantaje” y “Me Enamoré”, de Shakira, además de haber producido para The Weeknd, Jennifer López, Prince Royce, Yandel, Arcángel, Feid y Myke Towers, por nombrar algunos.
Tras todo ese reconocimiento y nombres que tienen en el mundo también adoptaron la figura de productor-artista, con la diferencia de que ellos no cantan (como si lo hace SOG), pero sí son los dueños de la canción. El año pasado lanzaron el tema “Ojalá” para el que juntaron a Adam Levine, la emblemática voz líder de Maroon 5, con Maluma.
Según adelantaron, el plan ahora es combinar culturas y lenguas, y por eso quieren trabajar con artistas de Francia y hacer “juntes” (colaboraciones) que no se han visto en el reguetón, “porque en el género urbano ya casi que todos trabajaron juntos”, relata Kevin Jiménez, conocido como Kevin ADG.
En la lista también aparece otro paisa, Philip Ariaz (Felipe Arias García), que abrió en octubre pasado los conciertos de Daddy Yankee en Cali y Medellín. Comenzó escribiendo para Chocquibtown, Andy Rivera, Manuel Medrano, Llane y Piso 21 y ahora es cantante. Entre sus temas más reconocidos está “L.N.E.M” (Gata), y “Te Llamé”.
DJ Pope, que lleva 15 años trabajando al lado de J Balvin y que fue uno de los gestores del género urbano en Medellín hace 20 años de la mano del grupo Tr3s Pesos, cuenta que el movimiento es tan grande en la capital de la montaña que por cada reguetonero hay dos o tres productores.
En ese mismo sentido se expresa Doctor Velásquez, que comenzó en la música como cantante y productor y que hoy es el mánager de Blessd, una de las nuevas figuras del reguetón. Velásquez cuenta que detrás de Blessd (Stiven Mesa Londoño), de 23 años, hay un equipo de 20 personas vinculadas con contratos y prestaciones legales, mientras que bajo la figura outsourcing (subcontratación) son 35 empleados más.
Los equipos de Balvin, Maluma o Karol G pueden mover el triple de personas que rodean a Blessd.
En estos grupos de trabajo laboran diseñadores, compositores, jefes de prensa, community managers, personas de legales, de finanzas y publicidad. Velásquez resalta que la gran falencia actualmente está en encontrar abogados especialistas en temas de derechos de autor y personas que asuman el rol de mánager.
El nombre de Medellín como capital mundial del reguetón no es gratuito y no solo depende de los éxitos de Karol G, Maluma o J Balvin, sino que cada día aparecen más nombres, a los que ahora se suman los productores y compositores.
Al boom de la música urbana se ha sumado en los últimos años la explosión de la música regional colombiana, que dio un vuelco total y pasó de ser considerada música de cantinas y de ferias de pueblos a que sus artistas ya sean postulados a los Grammy o los Billboard y que facturen a la altura de un reguetonero.
Ya con la canción en la mano, el paso siguiente es conseguir un estudio de grabación para lo que necesita entre los $200.000 y los $10 millones (para una sola hora), en espacios que van desde pequeños cuartos adecuados en casas en los barrios populares de Medellín hasta lujosas oficinas en Las Palmas y en Envigado, el Sur del Valle de Aburrá.
Todo está condicionado por el nombre del estudio y del productor, por su recorrido y reconocimiento.
Ya con el tema grabado, el paso siguiente es subirlo a plataformas y redes sociales y esperar el boom, que no es tan fácil como parece, porque generalmente requieren de una campaña de promoción para darlo a conocer.
Los que tienen presupuesto compran pauta en Facebook e Instagram y contratan un promotor de prensa, que por $3 millones consigue entrevistas (no más de cinco) en algunos medios locales con la esperanza de que las publiquen, reseñen la canción y en el mejor de los casos la pongan en la radio, aunque ahora lo que importa es que la repliquen en las plataformas. En los últimos años los medios tradicionales de comunicación retomaron importancia para el género urbano, que los ven como legitimadores de sus carreras.
El paso final es el videoclip, un escalón al que no llegan todos y que generalmente está reservado para los artistas con reconocimiento o para aquellos que tienen como financiarlo.
Solo para dar una idea de lo que puede costar un video, una modelo top puede cobrar entre $5 millones o $7 millones por día de trabajo (12 horas). Otras se mueven entre los $600.000 o $700.000, y algunas un poco menos conocidas entre los $200.000 y $300.000.
Alquilar un carro vale de $3 millones a $5 millones.
Actualmente, Medellín, a la cabeza de la empresa “36 Grados”, es desde hace 10 años el gran referente en América Latina en la grabación de videoclips musicales.
Allí han grabado desde la brasileña Anitta hasta los colombianos Balvin, Maluma, Greeicy, Piso 21, Yatra o Manuel Turizo, para solo citar algunos.
Hoy, la compañía no solo graba videos musicales, sino que produce comerciales y documentales como “Maluma en Jamaica” y para este 2023 está enfocado en hacer cine.
Destaca el ‘Jarrón con flores’ que fue pintado en 1956, un año clave en la trayectoria del maestro. La pieza tiene un precio de salida de $250 millones y puede alcanzar hasta $450 millones
El tenis es una industria que mueve cerca de US$7.860 millones al año y que entrega jugosas cifras en premios como la del US Open 2024, que dio al ganador US$75 millones