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Las fortunas neoyorquinas más antiguas se obsesionaron con levantar opulentos palacios que simulaban los palacios europeos
Las fortunas neoyorquinas más antiguas se obsesionaron con levantar opulentos palacios que simulaban los palacios europeos de estilo renacentista, gótico y rococó.
Las casas palaciegas construidas por los primeros millonarios de Estados Unidos entre finales del siglo XIX y principios del XX han vuelto a llamar la atención para la que fueron concebidas.
La serie de HBO de título 'La Edad Dorada', periodo conocido por este nombre acuñado por el escritor Mark Twain, narra las vicisitudes de varias familias adineradas que viven en Manhattan y veranean en Rhode Island en sus opulentas mansiones recién estrenadas.
Las fortunas más antiguas del país, como los Vanderbilt, los Rockefeller, los Morgan y los Carnegies, se obsesionaron con levantar residencias que simulaban los palacios europeos de estilo renacentista, gótico y rococó. Una mezcla imposible que dio lugar a opulentos espacios destinados a vivir, pero también a acoger las fiestas de la vigorosa alta sociedad posterior a la Guerra de Secesión y a la declaración de Independencia.
Antes de la llegada de los rascacielos, la Quinta Avenida neoyorquina fue el epicentro de este fenómeno arquitectónico protagonizado por los millonarios que huían de los conflictivos barrios del sur de la isla, reflejados en la película 'Gangsters de Nueva York' de Martin Scorsese.
La mayoría de las mansiones no han sobrevivido al constante cambio de la ciudad. Pero aún existen algunas de ellas que se pueden visitar para transportarse por unas horas a esa Edad Dorada, origen de la prosperidad y del poder estadounidense conocido como "el viejo Nueva York". Y pasear por los jardines en los que pasaban los veranos en la vecina Rhode Island.
1. La mansión Carnegie
El magnate de los ferrocarriles Andrew Carnegie era el hombre más rico del mundo cuando se jubiló en 1901 con 66 años. Acababa de vender su empresa al financiero J.P. Morgan y se instaló en su recién estrenada mansión de la calle 91 esquina con la Quinta Avenida en la que pasaría el resto de sus días dedicado a la filantropía.
La propiedad de 64 habitaciones copia el estilo de las casas georgianas inglesas, de moda en esa época en EE.UU., y fue la primera en la ciudad con estructura de acero, su propio ascensor marca Otis y calefacción central. En la actualidad, es la sede del museo de diseño Cooper Hewitt y su interior permanece casi intacto.
Los muebles originales han desaparecido para dar espacio a las exposiciones, pero los artesonados, la escalera, las puertas y todos los elementos decorativos de la antigua mansión continúan allí bien conservados. Los visitantes pueden disfrutar de las más modernas piezas de diseño dentro de un espacio único de la Edad Dorada y pasear por uno de los pocos jardines privados que quedan en Manhattan.
El museo fue fundado en 1897 por las hermanas Hewitt, nietas del industrial Peter Cooper, que se mudó a la mansión en 1976.
2. La colección Frick
El industrial y financiero Henry Clay Frick se encaprichó con tener una mansión parecida a la conocida como 'El Palacio Triple', ya desaparecida, construida en la Quinta Avenida por William H. Vanderbilt, heredero del magnate ferroviario Cornelius Vanderbilt. La firma Carrère & Hastings diseñó la estructura de estilo neoclásico europeo con un patio interior rodeado de columnas y una fuente central que parecen sacadas del Versalles de Maria Antonieta.
Construida entre 1849 y 1919, la residencia alberga la colección privada de grandes maestros de la pintura como Rembrandt, Vermeer o Renoir, reunida por la familia Frick a lo largo de los años. La residencia se encuentra en plena renovación y cuando finalice brindará un acceso sin precedente a las habitaciones privadas de la residencia.
Las obras de arte se encuentran en el moderno edificio diseñado por el arquitecto de la Bauhaus Marcel Breuer en el número 945 de Madison Avenue.
3. El Instituto Ucraniano de América
Situada casi enfrente del Museo Metropolitano, es una de las antiguas mansiones más ornamentadas y llamativas de la Quinta Avenida. Fue construida en 1897 por el entonces popular arquitecto Charles Pierrepont Henry Gilbert para el banquero e inversor ferroviario Isaac D. Fletcher y su familia. La fachada de piedra caliza de estilo renacentista francés está repleta de gárgolas y su interior perfectamente conservado con la enorme escalera original, una chimenea con un monstruo alado y molduras de madera en los techos.
A lo largo de los años, cambió de manos en varias ocasiones. Los Fletcher se la vendieron al financiero y petrolero Harry F. Sinclair y éste a los descendientes del último director de la colonia holandesa de Manhattan, Peter Stuyvesant.
Hoy alberga el Instituto Ucraniano de América, una organización sin fines de lucro que promueve el arte y la literatura de Ucrania. Una visita a sus exposiciones permite cotillear su interior. También se alquila para fiestas como hizo la marca de moda española Loewe en febrero de 2020 cuando inauguró su primera tienda en Nueva York.
4. Centro Cultural Francés
En 1952, el gobierno francés compró la mansión de inspiración renacentista italiana construida en 1909 por el empresario y filántropo Payne Whitney House e instaló allí el centro de servicios culturales de su embajada. La iniciativa gala ha permitido que la mansión esté abierta al público y sea, además, uno de los secretos mejor guardados de la ciudad, ya que no es un lugar muy visitado.
Merece la pena asomarse para ver la entrada circular rodeada por 16 columnas de mármol con una réplica central de la escultura 'El joven arquero' de Miguel Ángel, que sustituye a la original guardada por seguridad. Los suelos, también de mármol, tienen un diseño geométrico con molduras de cobre incrustadas, una joya de la época sin igual.
La institución, conocida como Albertine, alberga una librería francesa con un mural pintado a mano de constelaciones, estrellas y planetas, inspirado en el techo de la sala de música de la Villa Stuck en Múnich (Alemania), y una sala veneciana repleta de espejos. El arquitecto fue Stanford White, autor del famoso arco de Washington Square Park.
5. Park Avenue Armory
No se trata de una residencia privada, sino de un antiguo espacio de entrenamiento para jóvenes único en la arquitectura de la época. Inaugurado en 1881 en el número 640 de Park Avenue, este edificio de estilo medieval, mitad palacio, mitad nave industrial, era el lugar de formación del Séptimo Regimiento, una unidad de seguridad ciudadana para luchar contra los disturbios y las protestas en los tiempos convulsos del Nueva York de principios del siglo XX.
Tras un señorial vestíbulo se esconde la impresionante sala de ejercicios de 6.500 metros cuadrados con el techo de vigas metálicas abovedadas. El Armory es hoy uno de los principales espacios alternativos de la ciudad, donde se celebran numerosos eventos como conciertos de música, ferias de arte o desfiles de moda.
6. The Metropolitan Club New York
En la noche del 20 de febrero de 1891, un grupo de distinguidos empresarios de Nueva York se reunieron para crear el Metropolitan Club, la asociación más exclusiva para hombres de la ciudad con el financiero J.P. Morgan como primer presidente. Tres años más tarde, inauguraron la sede en la calle 60 esquina con la Quinta Avenida diseñada por el arquitecto Stanford White.
El edificio de mármol blanco estilo del renacimiento italiano tiene una escalera central de mármol, un enorme patio cerrado y unos techos repletos de pinturas alegóricas que nada tienen que envidiar a los palacios europeos.
El club todavía tiene una estricta política indumentaria. Es obligada la chaqueta y la corbata para los hombres, y los vestidos o pantalones de vestir para las mujeres.
7. The Breakers
Las grandes familias de principios del siglo XX también tenían sus retiros de verano en Rhode Island, a tres horas en coche de Nueva York. En ninguna parte el exceso fue tan exagerado como en la localidad costera de Newport, donde se encuentran estas mansiones que aparecen en la serie de HBO y se pueden visitar.
The Breakers es la más grandiosa de las llamadas "cabañas" (cottages, en inglés) de verano construida por Cornelius Vanderbilt II en 1895. Un ejército de artesanos, escultores y decoradores se encargó de poner a punto la casa de 70 habitaciones inspirada en los palacios del siglo XVI de Génova y Turín. Un gran lobby central es el epicentro de la villa repleta de adornos de figuras clásicas, arcos de medio punto y columnas de mármol.
8. The Elms
La residencia de verano del magnate del carbón Edward Julius Berwind pretendía ser una copia del Chateau d'Asnieres de mediados del siglo XVIII situado en las afueras de París. Su construcción se completó en 1901 con un coste de US$1,4 millones.
En su interior se exhibía la extensa colección de arte del empresario con piezas de cerámica renacentista, pinturas francesas y venecianas, y jades orientales que ahora pertenecen a la colección permanente del museo Metropolitan de Nueva York. Los jardines de la mansión están repletos de árboles traídos de todas partes del mundo, pabellones de mármol, esculturas y fuentes al estilo europeo.
9. The Marbel House
La fiesta de inauguración en 1892 de esta "casa de campo", construida para el matrimonio Alva y William Kissam Vanderbilt, fue todo un hito social que dio lugar a la transformación de Newport en el epicentro del veraneo de las grandes fortunas. La mansión de 50 habitaciones está inspirada en la Casa Blanca revestida casi al completo de mármol blanco con vistas traseras al océano Atlántico.
Los interiores son una mezcla de los estilos neogótico, renacentista y rococó, una combinación imposible muy del gusto de los millonarios estadounidenses de la época que trataban de emular el esplendor europeo.
10. Chateau-sur-Mer
Fue el escenario de las primeras fiestas de la alta sociedad de la época en Newport, antes de la llegada de los Vanderbilt, y la única residencia familiar durante todo el año. Construida en 1985 por el comerciante William Shepard Wetmore. Un enamorado del arte italiano que hizo traer desde Europa parte de los elementos de la casa como la biblioteca o el comedor renacentista.
Se la considera un hito de la arquitectura victoriana estadounidense, levantada en granito. y repleta de muebles, papeles pintados y cerámicas de las tendencias de diseño más exclusivas de la última mitad del siglo XIX. La casa está abierta al público como museo.
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