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Esta es la historia de la compra del mundo del golf, no importa si es golfista o no, esta es una clase de historia de negocios
"El dinero manda". Con estas tres palabras Rory McIlroy resumió el estado de ánimo de la atónita comunidad golfística mundial al asimilar la noticia de que el circuito estadounidense del PGA se va a asociar con los patrocinadores saudíes de LIV Golf.
Durante casi dos años, McIlroy actuó como portavoz del PGA e intentó frenar la huida de jugadores del circuito tradicional a la LIV, atraídos por los millones de los petrodólares. La LIV es competición independiente financiada por el Fondo de Inversión Pública (Public Investment Fund, PIF) de Arabia Saudita, el fondo de riqueza soberana del país.
Creada en 2021, la LIV puso patas arriba el amable mundo del golf, desencadenando disputas legales y rompiendo amistades de muchos años. Sin embargo, hasta esta semana le costaba conseguir una cobertura televisiva de primera magnitud y grandes acuerdos comerciales. Jugadores de la talla de McIlroy y Tiger Woods se mantuvieron fieles al PGA mientras el mundo del golf sufría una división tóxica.
Pero el acuerdo anunciado el martes, en virtud del cual los árabes a través del PIF podría inyectar unos US$3.000 millones en una nueva entidad respaldada por el mayor circuito profesional de golf del mundo, llevará a la LIV a la cima del deporte. La potencia financiera del PIF de Riad, valorado en US$650.000 millones, se ha impuesto.
"El PIF es uno de los mayores fondos de riqueza soberana del mundo, así que ¿es mejor tenerlo como socio o como enemigo? Al fin y al cabo, el dinero manda, y uno prefiere tenerlo como socio", declaró un abatido McIlroy a los periodistas.
El acuerdo LIV-PGA es uno de los ejemplos más sorprendentes del creciente poder e influencia de los árabes y su gran fondo bajo la dirección del príncipe heredero Mohammed bin Salman, también conocido como MBS, pero es la punta del iceberg de un fondo que se ha reinventado en los últimos ocho años y ha cambiado el panorama de la riqueza soberana en el Golfo, ya que ha invertido cientos de miles de millones de dólares en el país y en el extranjero.
Personifica las ambiciones de Arabia Saudita y del príncipe Mohammed de echar por tierra el viejo orden de la nación y proyectar el reino a escala mundial. Y está cambiando la forma en que los inversores miran a Arabia Saudí, ya que su poder financiero está atrayendo a algunos que desconfiaban de hacer negocios con Riad (la capital) por su nefasto historial de derechos humanos.
El deporte es uno de los 13 "sectores estratégicos" del PIF, en parte para ofrecer más opciones de entretenimiento a los jóvenes saudíes, pero también para promocionar la marca Arabia Saudí en el extranjero.
En los últimos años, Arabia Saudita ha gastado decenas de millones de dólares para traer al país una miríada de acontecimientos deportivos, desde combates de boxeo hasta carreras de Fórmula 1. Hace dos años adquirió el club de fútbol inglés Newcastle United. Ahora gasta cientos de millones de dólares para atraer a su liga nacional a algunos de los mejores futbolistas del planeta, como Karim Benzema y Cristiano Ronaldo.
Pero la inversión en el golf otorga por primera vez a Arabia Saudí el control parcial de un circuito deportivo profesional. El PIF tendrá una participación minoritaria significativa en la nueva entidad que unificará las operaciones comerciales de la PGA, el DP World Tour europeo y la LIV.
Con la alianza entre la LIV y la PGA, los árabes han conseguido en dos años lo que EE.UU. tardó décadas en obtener a través de la PGA. "Decenas o cientos de millones de personas estarán expuestas a diario a las entidades saudíes", señala Simon Chadwick, profesor de deporte y economía geopolítica de la escuela de negocios Skema de Francia.
Los críticos dicen que este es el último intento de Arabia Saudí de "lavar deportivamente" su reputación, especialmente después de que el asesinato por agentes saudíes del periodista Jamal Khashoggi en 2018 convirtiera brevemente al país en casi un paria para los líderes occidentales.
Según Yasir al-Rumayyan, gobernador del PIF que será el presidente de la nueva entidad, "el objetivo de la operación es mejorar la calidad de vida de nuestro pueblo y tener más eventos deportivos dentro del reino. Alrededor del 75% de nuestra población tiene menos de 35 años. Así que el plan tiene lógica, y también sentido desde el punto de vista financiero".
El PIF refleja no sólo los objetivos a largo plazo de Arabia Saudí, sino también la arrogancia que ha caracterizado al príncipe Mohammed. Mientras que los fondos de riqueza soberana tradicionales del Golfo son reservados y revelan lo menos posible sobre sus carteras, el PIF presume abiertamente de querer llegar a ser "el inversor con mayor impacto del mundo".
El objetivo del fondo árabe PIF, es superar la cifra de US$1 billón en activos gestionados en sólo dos años y alcanzar los US$2 billones en 2030. En comparación, el mayor fondo de riqueza soberano del mundo, el de Noruega, posee unos US$1,3 billones en activos, acumulados durante más de tres décadas, gracias al dinero del petróleo.
"El crecimiento del PIF se ha producido en tan poco tiempo que realmente no tiene parangón", afirma Diego López, director general de Global SWF, que realiza un seguimiento de la actividad de los fondos soberanos.
La transformación del PIF comenzó en marzo de 2015, cuando el rey Salman declaró que el fondo estaría presidido por su hijo favorito: el príncipe Mohammed, que entonces tenía 29 años.
Hasta entonces, el PIF había sido un vehículo de desarrollo prudente, reacio al riesgo y con una única inversión internacional destacable, una participación en una siderúrgica surcoreana. Pero cuando el príncipe Mohammed tomó las riendas, el fondo "renació" y alteró radicalmente el apetito por el riesgo de Riad y la forma en que gestiona su riqueza petrolera.
Su primera inversión notable fue una de US$3.500 millones en Uber en 2016 y la siguiente fue una apuesta de US$45.000 millones en el Vision Fund de SoftBank.
En los años transcurridos desde entonces, ha invertido decenas de miles de millones de dólares en los mercados mundiales, en operaciones oportunistas y estratégicas. Entre sus participaciones más destacadas figuran Aston Martin, el operador de cruceros Carnival y el fabricante de vehículos eléctricos Lucid, que está construyendo una fábrica en Arabia Saudí. En los últimos 18 meses ha adquirido participaciones en empresas de juegos como parte de un plan de US$38.000 millones para conquistar este sector.
Sin embargo, a pesar de toda su actividad internacional, es en su propio país donde está llevando a cabo los mayores proyectos. Se ha convertido en una fuerza dominante y omnipresente en la economía y MBS lo considera el vehículo para impulsar los planes de desarrollo de la nación y reducir su dependencia del petróleo.
Ha creado 79 empresas, entre ellas un productor de café, una aerolínea, una compañía de reciclaje de residuos y una firma de defensa. El fondo y sus filiales son responsables de todo, desde los objetivos de energías renovables de Riad hasta la regeneración urbana y la seguridad alimentaria. También está desarrollando una serie de megaproyectos. El más llamativo y controvertido es Neom, un plan de 500.000 millones de dólares para crear un enorme proyecto inmobiliario futurista a lo largo de la costa del Mar Rojo, cuyo centro será una ciudad lineal de 170 kilómetros en el desierto conocida como la Línea.
La nueva sede central del PIF es un rascacielos de 77 pisos llamado la PIF Tower. Su plantilla ha pasado de 40 empleados en 2015 a 2.500 en la actualidad. El año pasado abrió oficinas en Nueva York, Londres y Hong Kong.
En la cúspide está MBS, que recibe informes quincenales sobre la cartera de empresas del fondo. El organigrama del PIF es una jerarquía descendente y centralizada. Según Rumayyan, cuando hay división de opiniones en el consejo de administración, normalmente prevalece la opinión de MBS.
Un alto directivo de un proyecto del PIF señala que algunos planes son tan secretos que sólo cuatro personas los conocen antes de que se anuncien. Personas que han trabajado con el fondo afirman que su estructura descendente le permite ser ágil. Pero también puede provocar una sensación de caos, ya que hay operaciones que se hacen sobre la marcha.
Su alcance en toda la economía, combinado con su influencia política, ha provocado quejas de que está desplazando al sector privado, así como cuestiones sobre las enormes apuestas que está haciendo con el dinero del Estado.
"Está claro que el sector privado no quiere ni puede llevar cabo grandes proyectos como los del PIF, porque son muy especulativos y entrañan mucho riesgo", señala Steffen Hertog, experto en el Golfo de la London School of Economics.
El fondo se ha comprometido a invertir US$200.000 millones en Arabia Saudita en cinco años hasta 2025 y según algunos analistas es como un Estado dentro del Estado. Un crítico saudí va más allá: "Hay gente que lo considera como si fueran un mafioso en una calle pequeña: se apodera de pequeñas tiendas".
Los funcionarios saudíes insisten en que el peso del PIF es vital para desarrollar sectores por los que el sector privado tradicional no apostaría. Pero dada la magnitud de sus proyectos, algunos expertos se preguntan si las cuentas cuadran, aunque las arcas del FPI se vean reforzadas por las transferencias de efectivo y activos del Gobierno. La prueba decisiva será el éxito con que gestione su abultado y creciente abanico de inversiones.
"Nadie espera que todas las inversiones del PIF tengan éxito. Algunas malas son fácilmente eclipsadas por inversiones lucrativas. Sin embargo, dado que el Gobierno saudí ha apostado un importante capital financiero y político por el fondo, sería difícil que Riad aceptara muchos fracasos", señala Robert Mogielnicki, investigador del Instituto de los Estados Árabes del Golfo en Washington.
La última inversión del PIF en el golf no está exenta de riesgos. Hay abogados que advierten de que los problemas antimonopolio podrían atraer la atención del Departamento de Justicia estadounidense y poner en peligro la asociación.
Incluso si el acuerdo sigue adelante, expertos opinan que es probable que haya obstáculos comerciales que superar si los patrocinadores se niegan a colaborar con los saudíes, debido sobre todo al nefasto historial de Riad en materia de derechos humanos.
Pero el PIF no teme la polémica. Después de que su oferta inicial por el Newcastle fuera rechazada por críticas por "lavado deportivo" y acusaciones de piratería televisiva, el PIF siguió adelante y lo compró.
Y dado que hay más inversiones previstas, la del martes puede considerarse una declaración de intenciones. "¿Hasta dónde llegará el PIF en el deporte? Eso depende de la megalomanía de Mohammed bin Salman y de si considera que las inversiones favorecen a los intereses geopolíticos y económicos de Arabia Saudí", declara Chadwick.
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