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Al vermut le ha ocurrido como a la ginebra, de ser una bebida “de abuelos” como puede ser el brandy -el del puro- ha pasado a estar de moda y ofrecer múltiples posibilidades al consumidor a través de la coctelería. Todavía no ha llegado al punto del combinado rey, pero cada vez más marcas patrias innovan con la bebida del aperitivo.
Si el rojo tiene la misma base vinícola, ¿cuáles son entonces las diferencias entre ambos tragos y por qué las marcas apuestan en firme por esas dos versiones?
“La diferencia son los botánicos con los que se elabora cada botella. La base es vino blanco, azúcar, alcohol y los extractos de las hierbas con las que se infusionan. En el rojo predomina el ajenjo, por eso es más amargo, y en el blanco predominan los cítricos y, por tanto, es más suave”, explicó Carlos Muñecas, director general de Vermut Zarro.
Sergio Martínez, enólogo de Lustau, aportó un matiz en su caso: “Son distintos procesos de alquimia. En nuestro vermut blanco, la solución hidroalcohólica de base es un fino y un moscatel. Y el rojo es un amontillado y un Pedro Ximénez. El blanco resulta seco y el rojo es dulce”.
Zarro tiene su propia versión del blanco, aunque desde la marca reconocen que el rojo está más extendido en la mente del consumidor.
Para Cristina Codesido, detrás de Petroni, la marca gallega de vermús de albariño, la diferenciación se encuentra en la forma y los tiempos con los que maceran ambos tragos, cambiando solo algunos botánicos.
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