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Carlos Sarria habló sobre su libro ‘Diga Bueno’, en el cual, narra su experiencia personal viviendo con el Trastorno Obsesivo Compulsivo, que padecen 160 millones de personas
El Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) tiene una prevalencia de entre 1% y 2% de la población mundial, según la mayoría de los estudios aceptados por la comunidad científica. Quizá usted o uno de los suyos hagan parte de las entre 80 y 160 millones de personas que lo padecen. No es un tema menor. Carlos Sarria lo es y escribió ‘Diga Bueno. Mi vida con Trastorno Obsesivo Compulsivo’ con el profundo deseo de compartir su experiencia y abrir la conversación sobre la trascendencia de este tema tan fundamental en la salud mental.
¿Qué es el TOC?
Son básicamente pensamientos intrusivos que llegan de la nada, que siempre son malos. Catástrofes, enfermedades, accidentes que van a pasar. A uno se le mete en la cabeza que va a pasar, pero hay una serie de compulsiones que alivian esos pensamientos y ahí vienen las repeticiones. Si yo por ejemplo tengo un libro a la mano y cojo el libro y lo cambio de lugar, en ese momento llegó un pensamiento intrusivo de que algo malo va a pasar por hacerlo. Yo vuelvo y lo cojo, hasta que ese pensamiento intrusivo de catástrofe se va.
¿De dónde surge?
Básicamente, siempre hay que remontarse al pasado y va mucho de la mano de la familia de uno, de los antepasados, porque incluso no se puede remontar uno solo a los papás, ni a los abuelos, sino que de ahí para atrás hay muchas cosas y por eso hay muchas investigaciones que dicen que el TOC de un momento a otro sale, pero puede que uno haya nacido con él y cuando ya va experimentando un poco más la vida -que fue lo que me pasó a mí- es cuando se dispara, pero no hay una razón concreta para que usted tenga TOC.
¿En su caso cómo se manifestó?
Se remonta al colegio. Nunca me fue muy bien, pero en algún momento yo empecé a crear una relación entre pedirle a Dios que me ayudara a que me fuera bien, pero sin hacer nada. Mi papá tenía una frase muy famosa que es “uno a Dios tiene que ayudarle” y por supuesto que yo decía “claro, si yo no rezo, pues no pasa”. Empecé a pensar “¿cómo la gente no reza de la forma en que yo rezo?” pues yo perfectamente podía ir por la calle y de un momento a otro me arrodillaba a darme la bendición, porque llegaba el pensamiento a mi cabeza de que si no lo hacía en ese momento iba a perder el año, por ejemplo.
¿Cuándo decide buscar ayuda?
Yo lo oculté durante mucho tiempo, también me daba un poco de pena. Era vergüenza contarle a mi familia que yo tenía eso, entonces pasa mucho tiempo hasta que un día ya adulto cuando empezaron a pasar cosas como que me empecé a pegar y lastimarme físicamente para que los pensamientos se fueran, yo mismo decido ir donde un psiquiatra. Yo me di cuenta con la vida misma. Uno ya se abre al mundo y empiezan las relaciones con mujeres y los noviazgos y empieza algo que para mí fue fatal que fue el consumo de drogas y de alcohol. Yo tuve una época muy pesada con eso. Muy fuerte, muy recurrente, que se me estaba saliendo de las manos y ese punto hacía también que se incrementarán las cosas como golpearme.
Entonces recuerdo muy bien una vez que yo me levanto en un guayabo impresionante y empiezo a pegarme por estos pensamientos intrusivos de que algo malo iba a pasar y me lastimo tan fuerte que decido acudir a alguien. Hablo con mi papá y le digo que necesito un psiquiatra.
¿Cómo es vivir con una persona con TOC?
Es complicado porque la persona que vive con alguien que lo padece no entiende muchas cosas, como que uno se pegue, por ejemplo. Que uno repita mil veces lo mismo. Que grite de un momento a otro cosas para ahuyentar pensamientos de la cabeza. Uno tiene que sentarse con ella y explicarle. Fue el caso de mi esposa antes de casarnos. Yo le dije que las cosas son así usted verá si se monta en el bus o no, dije. Ella lo hizo y hoy en día ha sido un apoyo incondicional. Uno necesita que lo comprendan y no que lo juzguen como a un loco o que es ridículo actuar así.
En este caso, ¿el Trastorno Obsesivo Compulsivo se trata o se cura?
¿Pero terapéuticamente eso es correcto, responderle “diga bueno”?
No. De hecho mucha gente me responde “no se lo voy a decir” aunque yo lo sienta necesario para que no pase algo malo o durar intranquilo todo el tiempo. Es asumir que por no decir bueno no va a pasar lo catastrófico y si va a pasar, pasa. No por decir bueno.
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