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El Fifty Fathoms fue pionero de la relojería moderna de submarinismo. Blancpain celebra sus 70 años con tres ediciones especiales, una de ellas hecha en oro y bronce
Desconocemos si en las oficinas de Blancpain son aficionados a la ópera, pero suya fue la decisión de organizar el 70 aniversario del Fifty Fathoms en tres actos, como si de una obra de Verdi se tratara. Y dejaron para el final el más espectacular de los escenarios: la playa de Cannes. Blancpain tenía una muy buena razón para ir allí. Fue en sus aguas donde nació el Fifty Fathoms, el primer reloj de buceo de la era moderna.
Entramos en terreno peligroso con una afirmación así. El Fifty Fathoms no fue el primer reloj usado por los submarinistas, y que otros iconos como el Rolex Submariner surgieron también por esas mismas fechas. Sin embargo, es incuestionable que el Fifty Fathoms fue el reloj que estableció las bases técnicas de los modelos de buceo que vinieron más tarde. La prueba más clara de su carácter pionero es que, antes de su creación, lo más normal es que los buceadores aficionados no llevaran reloj en sus inmersiones.
Normal y peligroso, como pudo comprobar Jean-Jaques Fiechter, el creador del Fifty Fathoms, en su propia piel. Aparte de ser consejero delegado de Blancpain durante tres décadas (1950-1980), Fiechter era un apasionado del mar y miembro de un club de buceo del sur de Francia. Casi muere ahogado al quedarse sin oxígeno en plena inmersión. Aquella mala experiencia fue el origen de la creación del Fifty Fathoms.
Fiechter comenzó a diseñar el Fifty Fathoms sin tener ningún modelo de referencia en el mercado, pero con la ayuda de su propia experiencia de buceador. Fue un reloj creado de la nada. Lo primero que hizo fue diseñar un sistema de doble junta que impidiera el paso de agua por el orificio de la corona. También creó un bisel giratorio que permitiera medir los tiempos de la inmersión e incluyó un sistema de bloqueo unidireccional para evitar su desplazamiento por accidente. Otra decisión de Fiechter fue equiparlo con un movimiento automático con el fin de limitar el accionamiento de la corona al mínimo: a un reloj manual hay que darle cuerda todos los días, algo que no ocurre con los automáticos.
Por último, rodeó el movimiento de una jaula de hierro dulce para evitar la influencia de los imanes, muy habituales en los equipos de buceo. Quiso la casualidad que la creación del Fifty Fathoms coincidiera con la búsqueda por parte del Cuerpo de Nadadores de Combate de la Marina Nacional Francesa de un reloj que formara parte del equipamiento de sus submarinistas. El encuentro entre Fiechter y los militares fue vital para que el Fifty Fathoms viera la luz y se convirtiera en el mito que es hoy en día, 70 años después.
Marc A. Hayek, actual presidente y consejero delegado de Blancpain, comparte con su predecesor Fiechter su pasión por el submarinismo. Por esta razón, no dudó en fijar su atención en este reloj cuando fue nombrado máximo responsable de la marca en 2001, nueve años después de ser adquirida por el actual Swatch Group, creado por su abuelo Nicolas Hayek. "La imagen que tenía por entonces Blancpain era muy diferente a la actual", cuenta el propio Hayek. "Era una firma muy clásica y tradicional. Cuando descubrí el Fifty Fathoms nos dimos cuenta de que era diferente a todo lo que teníamos. Desde aquel momento, tenía muy claro que el Fifty Fathoms debía ser el reloj de Blancpain para el siglo XXI".
En realidad, este modelo había sido recuperado dentro de una colección denominada Trilogy en la década de 1990, pero con un diseño muy diferente al original y con una vida comercial muy corta. Hayek esperó a 2003, con motivo del medio siglo de su creación, para lanzar una nueva versión fiel al modelo de los años 50, primero en una edición limitada de apenas 150 piezas para todo el mundo y, cuatro años más tarde, ya con una colección propia.
20 años han bastado para que el Fifty Fathoms se haya convertido en el gran protagonista del catálogo de Blancpain. Las tres piezas que se han presentado este año recogen esta doble historia del Fifty Fathoms, tanto en su primera etapa como parte del equipo de numerosos cuerpos militares de todo el mundo (incluso llegó a ser el reloj de los Navy Seal estadounidenses) hasta su posterior éxito comercial ya en el presente siglo.
Curiosamente, los tres relojes elegidos para el aniversario están pensados para un público muy limitado, ya sea por la escasez de sus tiradas (el Act I y Act II) o por sus características técnicas tan específicas (Act II). Para disfrutar de la esencia del Fifty Fathoms debemos acudir a las referencias básicas del catálogo de Blancpain, disponibles tanto en acero como en titanio, con un diámetro de 45 milímetros y esferas en azul o negro. Sus precios parten de 15.750 euros (US$17.366).
Otra opción nada desdeñable es acercarse a una boutique de Swatch y hacernos con el Bioceramic Scuba Fifty Fathoms, el homenaje que la firma suiza ha hecho de este clásico coincidiendo con su 70 aniversario. Es verdad que la caja es de material biocerámico, el bisel no es de zafiro, pero es un estupendo homenaje a este icono y está a la venta por 390 euros (US$430).
El Fifty Fathoms 70th Anniversary Act I fue la primera de las ediciones conmemorativas presentadas este año. Su edición se ha repartido en tres series, según las regiones del mundo, con 70 piezas para cada una. Como gran novedad, el Act I estrena una de caja de 42,3 mm; un diámetro que es muy posible que veamos más veces en el futuro. Este modelo ya está agotado en las "boutiques" de todo el mundo.
El Act II correspondió al Tech Gombessa, un reloj creado en colaboración con el buceador Laurent Ballesta, con caja de titanio de 47 mm y que destaca por su exclusivo medidor de tiempos de inmersión de hasta tres horas de duración (precio, 28.959 euros, casi US$32.000).
En Cannes fue presentado el último de los modelos, un homenaje a los MIL-Spec realizados para la Marina estadounidense, con caja de una curiosa aleación de oro y bronce que recuerda estéticamente a la alpaca usada en los primeros MIL-Spec. Su edición está limitada a 555 piezas (precio, 33.000 euros, unos US$36.000).
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