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La habitación cuenta con objetos de la diseñadora.
Un día de 1937 la diseñadora Gabrielle ‘Coco’ Chanel se instaló en el Hotel Ritz de París y allí vivió hasta el día de su muerte. Redecoró la habitación con sus propios enseres para convertirla en su hogar. Su estilo sobrevive a las reformas y hoy se puede dormir allí desde US$21.000 la noche.
Junto a la gran escalinata de entrada, en la propia pared del lobby, está escrito el nombre de César Ritz. Bajo una placa en bronce con su busto en relieve. Dos pisos más arriba, en una doble puerta lacada en blanco roto, la suite 202, se lee el de Coco Chanel, en letras doradas en tipografía cursiva.
Tras estas palabras, una de las suites más hermosas y solicitadas de París. Su alto nivel de ocupación medio al año indica que el precio no es el principal escollo para ciertos bolsillos. “No es precisamente la clase de cliente que se lleva los jaboncitos del baño”, explica Christian Boyens, director del Ritz.
Norteamericanos y rusos son las dos nacionalidades mayoritarias entre la privilegiada clientela de la suite. Tampoco faltan apasionados de la moda. Nada demasiado sorprendente dado el poderoso magnetismo que sigue ejerciendo Coco.
Ahora bien, los verdaderamente mitómanos deben ir un piso más arriba. Concretamente a las suites 301, 302 y 303. Aunque no hay nada escrito en las puertas, fue tras ellas que la diseñadora pasó 34 años de su vida. Donde se instaló un día quejosa del servicio de su casa, y de las libranzas de los días festivos. “Estoy harta, me instalo en el Ritz tres días”, dijo.
Nunca volvería a tener casa propia en París. A estas habitaciones regresó tras su estancia de nueve años en Suiza y en una de ellas falleció el 10 de enero de 1971 a la edad de 87 años. A ellas fue trayendo sus muebles favoritos de la vecina Faubourg Saint-Honoré, donde vivía con anterioridad.
Los biombos lacados de Coromandel, espejos bañados en oro, banquetas de terciopelo, libros, hasta terminar redecorando todo el espacio. “El Ritz es mi hogar”, diría a los invitados que entraban en ellas y admiraban sus objetos. Fue en esas habitaciones donde recibió a ilustres amigos como Picasso, Dalí o Cocteau y compartió secretos y placeres con sus compañeros sentimentales, como el duque de Westminster.
Y pasó mucho tiempo sola. Como otros legendarios huéspedes vitalicios de grandes hoteles, Coco Chanel es el arquetipo de esas personas solitarias a quienes les gusta vivir rodeadas de gente. En una de estas suites es donde fue fotografiada en 1937 por Francois Kollar, para un reportaje de la revista Harper’s Bazaar. Una de esas fotos fue utilizada posteriormente en la única campaña de publicidad que ‘mademoiselle’ protagonizó, precisamente del Chanel Nº 5.
Curiosamente, la diseñadora le debe de algún modo a sus perfumes el haber seguido viviendo tan espléndidamente en el hotel sin pagar ni una sola factura. En 1924, Pierre Wertheimer, dueño de los cosméticos Bourjois, se citó con ella en un hipódromo parisino. De esa reunión nació Les Perfumes Chanel, una sociedad con porcentaje mayoritario de Wertheimer fundada para comercializar los perfumes de la casa de costura.
Tras la II Guerra Mundial, una enemistad creciente y toda clase de peripecias no solo legales, Chanel vendió su firma en 1954 a la saga Wertheimer, todavía hoy discretísimos y multimillonarios dueños. A cambio, la familia de judíos alemanes acordó respetar su control creativo. Al final de la tensa negociación, la diseñadora consiguió que la familia Wertheimer cubriera cualquier tipo de gasto en los que incurriera la diseñadora hasta su muerte, incluidas las abultadas facturas del Hotel Ritz. Las segundas mejores cosas de la vida también fueron gratis para ella.
Ocho años después de la muerte de Chanel, el Ritz escribió un nuevo capítulo de su historia. En 1979, los herederos de César Ritz vendieron el hotel a Mohamed Al-Fayed y en 2012 este decidió cerrar las puertas del icónico hotel durante cuatro años para acometer una ambiciosísima y costosa reforma para que el ícono siguiera brillando a la altura de su propia leyenda.
La puesta al día costó unos US$465 millones. Y es en este “nuevo” Ritz donde nace la actual Suite Coco Chanel, junto con otras extraordinarias. Con un nuevo emplazamiento, más amplio, mejor situado, más luminoso, en un piso con los techos más altos y soberbios, seis ventanales de techo a suelo con vistas a la Plaza Vendôme. Un trabajo conjunto en el que se involucró estrechamente la firma Chanel y el responsable de toda la reforma del hotel, el prestigioso Thierry W. Despont. Él no es precisamente un novato. Arquitecto de cabecera de Bill Gates y Calvin Klein.
El artista se presentará el próximo 25 de enero ante un público de 14.000 personas. El precio de las entradas inicia desde $200.000
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