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Las calles se llenan de miles de personas que vitorean nombres, lanzan arengas y ondean banderas de todo el mundo.
El sábado pasado, cuando el colombiano Egan Bernal cruzó la meta de la etapa 20 del Tour de Francia, los medios de comunicación y las páginas especializadas de ciclismo lo coronaron como campeón virtual del Tour de Francia. En redes, sin embargo, algunos señalaron su incomprensión debido a que técnicamente a la gran vuelta le falta una etapa más, un recorrido llano que debe terminar en un sprint en los Campos Elíseos.
Este último recorrido, que en esta ocasión inicia en Rambouillet y finaliza en París con 128 kilómetros llanos, es una tradición. Los corredores entrarán a la Ciudad Luz con más de tres semanas de cansancio a sus espaldas y más de tres mil kilómetros recorridos. Terminar, aún si en la General la ubicación no es la mejor, es un triunfo personal. Así lo celebra el mundo de la competición deportivo y así se lo permiten, por primera vez, los ciclistas.
Durante las semanas de competencia el Tour exige al máximo a sus participantes. Días de calor, lluvias y pequeñas nevadas, además de la fina capa de aire que se respira en los picos de Los Alpes o Los Pirineos. No hay un minuto de sosiego cuando se trata de planear y llevar a cabo una estrategia que desbanque al líder; no hay un segundo de tranquilidad cuando se busca proteger el maillot amarillo; no hay posibilidad de error.
El estrés no es menor. Las calles se llenan de miles de personas que vitorean nombres, lanzan arengas y ondean banderas de todo el mundo. La alegría está al tope y los riesgos también. Los casos donde algún aficionado imprudente irrumpe en la carrera y provoca accidentes, ya son cada vez más comunes. A la presión normal de competir en la gran carrera del ciclismo mundial, se suma la tarea de esquivar la caída que puede dar al traste con una preparación de meses y años.
Al final, entonces, la entrada a París es un respiro necesario. Los equipos acuerdan una tregua que se extiende hasta el último tramo de la carrera, donde los llamados sprints rompen la tranquilidad y se lanzan con velocidad por la última gloria del Tour. Hasta esos kilómetros finales los ciclistas aprovechan una ciudad que se paraliza para ellos, se ríen, conversan e incluso celebran con una copa de champagne. En 2017, incluso, un corredor aprovechó para pedirle matrimonio a su novia.
Este domingo, como es tradición, el Tour de Francia terminará en París. Los Campos Elíseos coronarán al campeón. Pero no es cualquier campeón. El himno y la bandera colombiana dominarán Francia. Egan Bernal entrará con el maillot amarillo, alzará las manos al cielo y tocará la gloria. Mientras tanto, el mundo del ciclismo parece ir comprendiendo que una nueva era de ese deporte acaba de comenzar.
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