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El político dijo que el nuevo mural tendrá un tributo a la mujer y que cambio también es en los espacios y símbolos del Congreso
Con aplausos, rechazos y hasta insultos fue recibida la propuesta del presidente del Senado, Roy Barreras, de cambiar el mural que adorna el techo del Salón Constitución o Salón de Protocolo, del edificio del Congreso nacional.
La propuesta, según anunció Barreras, busca cambiar “un mural machista, misógino y racista. Sólo “próceres” machos, una sola mujer empequeñecida y los dos únicos dos (sic) afros están encadenados y de rodillas. Los indígenas no existen en este “historia blanca”, escribió en su twitter, RoyBarreras.
Por supuesto las respuestas no se hicieron esperar. A los 4.772 Me gusta se suman 594 tuits citados, en los que algunos usuarios de la red social celebran la idea porque contribuyen a “ir acabando la cultura del machismo en Colombia. La cultura traqueta. La cultura corrupta. Por un país educado, desarrollado y en total paz”, firmado por José León.
Otros no fueron tan laudatorios, como el del colega del Pacto Histórico Gustavo Bolívar quien escribió que es buena la idea, pero “uno no puede intervenir una obra artística de tantos años. Ese fresco tiene derechos morales de autor. En el salón hay otros espacios donde se pueden hacer nuevas pinturas y murales donde la mujer sea protagonista”, escribió el senador.
El techo del salón fue pintado por el artista vallecaucano Ramón Vásquez Arroyave, realizado en 1986 para rememorar el centenario de la constitución centralista y conservadora, liderada por Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro, la cual fue derogada por la Constitución de 1991.
¿Un cambio real?
Borrar murales en el recinto del Poder Ejecutivo no es una práctica desconocida. En 1948, para la inauguración de la IX Conferencia Panamericana, que coincidió con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y del llamado Bogotazo, en el salón de sesiones de la corporación fue inaugurado el mural llamado “El libertador inaugura el régimen constitucional de Colombia en la Villa del Rosario”, realizado por Santiago Martínez, el cual borró los murales llamados “Liberación de los esclavos” (1938), de Ignacio Gómez Jaramillo, y uno de Andrés de Santamaría, dedicado a Bolívar y la batalla de Boyacá.
“Actualizar murales y otras obras de arte no significa que haya que destruir los que ya están. Se puede invitar a otros artistas a que reflejen las nuevas realidades históricas del país. Me parece desacertado el planteamiento de Roy Barreras, porque no se puede ver la historia y sus manifestaciones con los ojos del ahora, del presente. El mural de Ramón Vásquez, que a cualquiera le puede parecer “feísimo”, y a otros “bonito”, da cuenta de una época, de un momento histórico, de unos acontecimientos y mentalidades que sirven hoy como fuente de estudio, como otra manera de darnos elementos para el análisis y crítica de una sociedad, de un tiempo. Así que se vuelve documento” explicó el periodista, docente, historiador, escritor e investigador Reinaldo Spitaletta.
Para el académico, taparlos o borrarlos más que cultura representarían un acto de censura, similar a los que padecieron reconocidos artistas en el pasado, como Débora Arango o Pedro Nel Gómez, quienes por sus propuestas artísticas fueron señalados de autores de obras “feas”, “inmorales” o hasta “ofensivas”.
“El pasado hay que resignificarlo, pero con estudio, investigación, con la promoción de las artes, las ciencias, la educación. No con amenazas de censura y vandalismo”, añadió el docente.
Moda
La propuesta de Barreras puede verse en sintonía con una ola de ataques a estatuas y personajes que, en el pasado, representaron un capítulo importante en la historia de las naciones. El año pasado, en el marco del paro nacional, la estatua de Sebastián de Belalcázar fue defenestrada por un grupo de indígenas que rechazaban homenajes a un personaje que, si bien hizo parte de los conquistadores españoles, fue líder de matanzas de nativos. Hoy, la alcaldía de Santiago de Cali reinstalará la estatua, pero en el pedestal dejará constancia de un grupo de indígenas que con valentía y arrojo se enfrentaron a la violenta conquista española.
Esta “moda” se dio también en Bélgica, Reino Unido o Estados Unidos, donde monumentos a líderes racistas, esclavistas o genocidas fueron destruidos, en búsqueda de reivindicar a las víctimas, ya fueran esclavos africanos, indígenas norteamericanos o trabajadores sureños.
Para el experto consultado, esas acciones de cambio y transformación deben estar centradas en otras actividades más constructivas. “Los mensajes de cambio deben operar, más que en amenazas y calificativos, en el impulso a la cultura, la apreciación artística, el cine, la educación, el humanismo. No con pataleos y amenazas de que se grafiteara un mural. Eso pasó, en un acto de barbaridad, hace años en la U. de A., cuando le arrojaron pintura a un fresco del maestro Pedro Nel Gómez”, concluyó Spitaletta.
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