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Hasta hace dos años, había sido uno de los múltiples hogares de Tony y Jeanne Pritzker, herederos de los hoteles Hyatt, la rama de la familia más adinerada
Tony y Jeanne Pritzker construyeron la gigantesca mansión en 2011, famosa por sus fiestas de Hollywood, pero tras su sonado divorcio, la finca se vende por un precio que podría rondar los 200 millones euros (US$438 millones).
Piscina infinita con vistas, gimnasio, pista de tenis... Lo típico de cualquier mansión que se precie. Además de su propia bolera, una peluquería y un cine. Con más de 50.000 metros cuadrados, es la mansión privada más grande de Estados Unidos.
Se necesita una plantilla de 25 personas para mantenerla al día. Y aunque está en Los Ángeles, en los pasillos de Wall Street esta semana solo se habla de quién será su nuevo propietario. Una joya inmobiliaria que ha salido al mercado gracias al sonado divorcio que están protagonizando los Pritzker. El precio podría ascender a US$200 millones.
Hasta hace dos años, había sido uno de los múltiples hogares de Tony y Jeanne Pritzker, herederos de los hoteles Hyatt, la rama de la familia más adinerada. Sede oficial de las fiestas más fastuosas de Hollywood, ninguna celebrity alcanzaba realmente la categoría de estrella si no era invitada a una de estas veladas en Beverly Hills.
Pero tras más de tres décadas de matrimonio y seis hijos en común, la pareja se separó en 2022, y lo que debía haber sido un proceso discreto ha terminado aireando no solo su lujoso estilo de vida, que en parte ya se conocía, sino también la intrincada red de fideicomisos y sociedades interpuestas que la familia utiliza para gestionar su riqueza.
La ruptura se ha saldado con la puesta en venta de su faraónico proyecto inmobiliario, que tardaron años en construir y no estuvo listo hasta 2011. Rodeada por una valla de 2,5 metros de altura, la finca está dividida en varios edificios y se encuentra situada en lo alto de una colina con las que se consideran las mejores vistas de Los Ángeles. Nada más separarse, la exclusiva mansión se convirtió en el centro de la disputa. Jeanne Pritzker se quedó allí a vivir, convencida de que podría quedarse con el inmueble tras la ruptura y seguir organizando sus famosas fiestas para recaudar fondos entre celebrities y multimillonarios.
Sin embargo, para su sorpresa y consternación, los abogados de su entonces todavía marido le comunicaron un buen día que tanto la casa como su contenido no era propiedad de la pareja, sino de varias sociedades y fideicomisos, de los que ella ni siquiera era beneficiaria. Es más, otros activos que creía poseer tampoco estaban a su nombre. De la fortuna que el matrimonio Pritzker había logrado amasar en 30 años, y de la que a ella le correspondía la mitad, solo le quedaba el apellido.
Tras dos años de disputa, finalmente parece que la pareja ha llegado a un acuerdo. Aunque no se han desvelado los detalles, Tony Pritzker, que también es hermano del gobernador de Illionis, J.B. Pritzker, se ha salido con la suya y ha puesto a la venta la mansión. Su exmujer guarda silencio, pero en Wall Street nadie calla sobre los millones ocultos en fideicomisos que están en juego y lo difícil que es rastrear el dinero y las propiedades en estos casos.
Nada nuevo entre las grandes fortunas. Tener un fideicomiso no solo es lícito sino algo habitual para gestionar el patrimonio familiar y asegurar el traspaso de una herencia de generación en generación. Claro que los incentivos fiscales también endulzan la ecuación... Hasta que llegan los problemas.
Hay fideicomisos que se remontan casi a tiempos inmemoriables, cuando un apellido se convierte en sinónimo de riqueza.Cuando hacen falta varias generaciones para gastar todo lo conquistado en una vida.
Y hay quien se olvida de que no hace falta un acuerdo prematrimonial leonino para ocultar el patrimonio, porque estos fideicomisos, generalmente inalterables además de irrastreables, quedan excluidos de un divorcio porque no cuentan como gananciales.
Fuegos artificiales, noches de discoteca, grandes celebraciones y hasta lanzar globos de papel marcan la llegada del próximo año
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