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La desaparición en una Uexpedición al Titanic pone en riesgo la nueva forma de hacer turismo bajo el mar a través de submarinos
El ultimo capricho de los millonarios es viajar al fondo del mar, pero la desaparición de la expedición al Titanic puede poner en peligro esta nueva forma de hacer turismo.
Explorar los océanos sigue siendo una de las últimas fronteras para el ser humano y la aparición de pequeños submarinos comerciales ha venido a cubrir las ansias de aventura de los millonarios más osados.
El caso de la desaparición del empresario británico Hamish Harding, el aventurero que pretendía contemplar los restos del Titanic, puede poner en peligro la creciente industria creada alrededor de estos artefactos.
Se trata de pequeños submarinos construidos casi en su totalidad de cristal y que están pensados para que entre 5 y 7 personas descubran restos de grandes barcos o disfruten de la fauna y flora de las profundidades.
Algunos cruceros de lujo ofrecen ya este servicio y han incorporado uno o dos submarinos en sus barcos para que sus exclusivos pasajeros puedan vivir la experiencia de conocer el fondo del mar. Un pasaje en estos aparatos para una inmersión de media hora puede costar hasta US$1.091 por viajero. Cada uno de los sumergibles cuesta en el entorno de los US$5,45 millones, una inversión que cada vez más empresas están dispuestas a asumir ante el interés que despiertan estos viajes.
Sumergirse es uno de estos aparatos es una experiencia única, pero solo apta para quien no sufre de claustrofobia. Solo entrar en estos aparatos ya requiere estar en cierta forma física y algunos viajeros no consiguen hacerlo por la sensación de angustia que puede crear. Una vez dentro, la sensación de ver cómo el agua cubre por completo a los viajeros y empieza la inmersión es memorable.
Un viajero español que acaba de vivir la experiencia asegura que "resultó emocionante el momento de verse cubierto por el agua, algo que nunca había experimentado", pero reconoce que la visibilidad era poca y en este sentido esperaba más de la inmersión. Sobre las sensaciones, recuerda que todo le pareció seguro, pero explica que un compañero de viaje, de nacionalidad británica, no puedo entrar en el submarino, a pesar de haberse inscrito en la excursión que le propuso el crucero. "La claustrofobia le pudo y no fue capaz de entrar", recuerda.
Una vez dentro, las estrecheces continúan. Algunos de los submarinos que ahora se han hecho populares en los cruceros cuentan con un cuerpo central donde está el piloto sentado y dos grandes esferas transparentes a los lados donde se sientan seis pasajeros, tres en cada lado. El cristal tiene varios centímetros de grosor y se exige a los viajeros que no lleven anillos en las manos para evitar que se raye y dificulte la visión. La visibilidad para los pasajeros es total, aunque se requiere de aguas muy claras para que se pueda ver con nitidez.
El primer aviso del piloto (en muchos casos se trata de pilotos de avión reconvertidos a esta industria) es dar tranquilidad al pasaje diciendo que hay oxígeno suficiente para estar perdidos o en dificultades cuatro días. Este asunto es clave en el caso del Titán, el sumergible desaparecido y que tiene al planeta contando las horas que todavía le restan al sumergible. Su autonomía es de 96 horas.
En el caso de los cruceros, el riesgo de los sumergibles que se lanzan al agua está bastante controlado ya que solo se baja a entre 15 y 30 metros de profundidad y siempre cerca del barco, aunque tienen capacidad de sumergirse hasta los 300 metros.
En el caso de Titán, la nave de OceanGate en la que viajaba Harding, la profundidad es mucho mayor y la búsqueda se hace muy compleja debido a que los restos del Titanic se encuentran en un lugar remoto en medio del Atlántico.
OceanGate organiza viajes de ocho días para ver los restos del famoso trasatlántico, que se encuentra a más de 500 km de Newfoundland y a 3.800 metros por debajo del mar.
Una vez en el fondo del mar, el espectáculo dependerá mucho de la visibilidad de las aguas, aunque el submarino lleva potentes luces.
En el Caribe, donde los precios son más populares, hay una larga tradición de submarinos comerciales que permiten que hasta 40 personas bajen a las profundidades.
Esta afición está llegando ahora a Europa, donde el Mediterráneo puede convertirse en un gran lugar para descubrir restos de barcos hundidos, sobre todo de la época de la II Guerra Mundial.
Muchos de estos planes de crecimiento de esta industria pueden verse frenados en seco si Titán no vuelve a la superficie.
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