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Un grupo de investigadoras plantea cuál es la relación entre esta animación y las conductas que pueden generar en los infantes
Acabar aplastado contra el suelo o la pared, reducido a una silueta de dos dimensiones que se “despega” como un papel. Recibir un golpe que inflama un dedo hasta más del doble de su tamaño. Caer desde alturas extraordinarias y romperse en mil pedacitos. Estas y otras fatalidades les suceden con frecuencia a personajes de dibujos animados clásicos como el pato Donald, el Coyote o el gato Tom, obsesionado con quitarse de en medio al ratón Jerry con escaso éxito.
¡Ah, cuántos recuerdos! ¡Qué tiempos dorados eran aquellos! Los dibujos animados atrapan la atención de los más pequeños y de los adultos por su sencillez narrativa, la perspicacia de los personajes y por sus guiones amigables.
Así, la animación, desde la invención de la linterna mágica en el siglo XV hasta las actuales plataformas audiovisuales, ha sido una fuente inagotable de entretenimiento. Sin embargo, es posible que en ocasiones nos preguntemos si esa representación de la violencia puede tener un impacto en la construcción de la identidad en edades tempranas.
La animación originalmente no estaba destinada exclusivamente a un público infantil, sino que se concebía como una forma de experimentación visual dirigida a audiencias más amplias. Por otro lado, los niños y su realidad sociocultural son significativamente diferentes del público de entonces.
Algunos estudios sugieren que la exposición a estos modelos pueden tener un impacto significativo en la comprensión del entorno y en la relación que los más pequeños establecen con él.
Hablemos de Tom y Jerry, una animación ingeniosa con trama humorística que ha sobrevivido hasta nuestros días. En casi todos los cortos, la historia consiste en alguna versión de la siguiente dinámica: Tom, el gato, persigue al ratón Jerry e idea maneras de matarlo. Las persecuciones, peleas y situaciones cómicas que tanto hacen reír involucran daño físico, eso sí, a personajes dibujados. Aunque estas escenas pueden parecer inofensivas debido al tono burlón y la falta de consecuencias realistas, plantean interrogantes sobre su impacto en la percepción de la agresión, la convivencia y sus consecuencias en la vida real.
En cambio, y a diferencia de los dibujos clásicos, en las series de animación más recientes la violencia física ha dado paso a ataques verbales. Un ejemplo moderno es El Increíble Mundo de Gumball, que carece de agresiones físicas explícitas, pero incluye elementos de conflicto y violencia verbal.
Como padres y educadores, más que prohibirles ver estos contenidos, lo importante es darles poco a poco las herramientas necesarias para interpretar los mensajes que les llegan. Esta progresiva alfabetización visual les permitirá desarrollar estrategias útiles durante toda la vida.
Los niños aprenden de lo que ven y lo que escuchan. Para ayudarles a distinguir entre realidad y fantasía, especialmente considerando la exposición a contenido potencialmente perjudicial, es necesaria la guía activa de los adultos, el diálogo continuo y la formulación de preguntas reflexivas.
Si nos preocupa el efecto que puede tener en un niño o niña ver cómo el Coyote trata de lanzar un yunque sobre el Correcaminos cuando pasa por debajo, es probable que nos planteemos qué significa que en sus juegos los niños reproduzcan situaciones de violencia.
Pero los juegos de guerra, de violencia intrínseca, son comunes a todas las culturas, haya o no televisión con dibujos animados. Son una parte natural del desarrollo en la niñez como los juegos de cuidado de otros.
El periodo de juego simbólico sirve para reproducir las vivencias del día a día y, de cierto modo, ensayarlas antes de llevarlas a cabo en un contexto real. Incluye juegos de cocinitas, bebés, dinosaurios, pero también de piratas y pistolas.
Estos juegos de violencia pueden servir como estrategias de autoconocimiento e imaginación, ya que imaginar espadas o armas es relativamente sencillo.
En la actualidad, los niños tienen a su disposición una amplia gama de contenidos, y la televisión ya no es el único medio de consumo de imágenes. En este contexto, es vital desarrollar la capacidad crítica de los más pequeños para interpretar conscientemente estos mensajes, una responsabilidad compartida entre padres y educadores. La ausencia de referentes hará que se busquen en las pantallas.
En la era digital, donde los medios moldean la cultura, la inclusión de la educación en medios en los planes gubernamentales se vuelve esencial. Materias como educación artística y cultura visual son fundamentales, ya que permiten a los jóvenes interpretar y cuestionar de manera reflexiva las representaciones mediáticas, incluido los dibujos animados.
Debemos fomentar el diálogo entre padres e hijos desde una edad temprana, cultivando así una mirada crítica. Darle un buen impulso a la educación artística y visual, así como sumergirse en la educación sobre medios es como tener un as bajo la manga. Nos ayuda a entender y cuestionar las cosas que nos lanzan desde todas partes en los medios. En este viaje, tanto los adultos como los más jóvenes necesitamos seguir aprendiendo para tener una perspectiva crítica. ¡Es hora de preparar a nuestros hijos para enfrentarse al diluvio de imágenes con ojos críticos!
Las autoras originales son: Cláudia María Costa Dias; Anita Feridouni Solimani, y Milagros Torrado Cespón. Es es su perfil:
Cláudia Maria Costa Dias es docente e Investigadora. Prof. en el Grado de Educación Infantil y máster en Psicopedagogía de la Universidad Internacional de la Rioja., Unir - Universidad Internacional de La Rioja.
Anita Feridouni Solimani, es profesora de Artes Plásticas y Visuales, creación de Contenidos Digitales y Competencia Digital para la docencia Universitaria, Unir - Universidad Internacional de La Rioja , y Milagros Torrado Cespón, docente e investigadora. lengua inglesa y su didáctica, Unir- Universidad Internacional de La Rioja
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