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Así muestra Alan Krueger en "Rockonomics", la música es un microcosmos del mundo de los negocios
¿Y si usáramos la industria musical como guía sobre principios importantes en los negocios y la economía? Sin duda los cursos de introducción a la economía serían más divertidos.
La idea no es tan rocambolesca como puede parecer: como nos muestra Alan Krueger en "Rockonomics", la música es un microcosmos del mundo de los negocios y ofrece varias percepciones acerca de la economía actual.
En lo fundamental, la música personifica la "paradoja del valor". Pasamos mucho tiempo escuchando música (un promedio de entre tres y cuatro horas al día) y hacerlo nos hace claramente más felices.
Krueger y Daniel Kahneman, el economista conductual ganador del Premio Nobel, han descubierto por ejemplo que añadir música camino a casa o al trabajo eleva la experiencia al nivel promedio de felicidad.
Pese a esto gastamos muy poco en música (US$ 0,10 en promedio).
Eso es solo 2% del gasto total en entretenimiento y medios. El gasto general en música a nivel mundial en 2017 llegó a US$ 50.000 millones, lo que más o menos equivale al 0,06% del producto interno bruto. Aquello convierte a la música, en palabras de Krueger, en "una de las mejores gangas que ha concebido la sociedad humana, y se pone mejor día tras día".
Así que esa es la lección número uno: el valor que los consumidores derivan de un producto o servicio no se puede diferenciar del gasto total. El agua es un ejemplo aún más extremo de esto.
La industria musical también refleja con claridad la "economía de las súperestrellas". Las ganancias por ser un artista top, a diferencia de uno muy bueno, no han hecho más que crecer con las tecnologías digitales que permiten escuchar canciones en todo el mundo.
En el 2017, el top 0,1% de los músicos dio cuenta de más de la mitad de las ventas de álbumes y una parte igual de desproporcionada de la música reproducida por streaming. En cuanto a los conciertos, el top 1% obtuvo 60% de los ingresos (un alza importante frente a 26% de 1982). En tanto, un músico cualquiera ganó US$ 20.000 en 2016.
Entonces, ¿por qué algunos artistas terminan en la cima? El talento obviamente juega un papel, pero también está la suerte. Todos nos vemos influenciados por la música que le gusta a otros y eso crea un bucle positivo de retroalimentación para artistas afortunados.
El resultado es que el éxito inicial (que puede depender de una cuestión de azar) crece y hace que un pequeño número de músicos se vuelvan inmensamente populares, con lo cual se produce un fenómeno de "ley potencial", una característica dominante de la economía moderna.
Se puede observar este ciclo en reversa cuando un músico famoso se presenta de incógnito en un lugar inesperado y el público apenas lo aprecia.
La tercera lección es que la tecnología puede cambiar rápidamente, con consecuencias tremendas. En la música recientemente han ocurrido dos fenómenos.
A comienzo de la década del 2000, la digitalización y el compartir archivos redujo drásticamente las ventas de álbumes físicos. Eso a su vez causó que los músicos subieran los precios por presentarse en vivo, con lo cual los conciertos se han convertido en una fuente más dominante de ingresos para la mayoría de los artistas.
En 2017, los ingresos por conciertos representaron 80% del total en el caso de los 48 músicos más populares y exitosos, mientras que la venta de álbumes aportó solo 15%.
El otro fenómeno, aún más reciente, es el streaming pagado, que ha incrementado los ingresos por venta de música grabada tras años de declive. No obstante, Krueger argumenta que para los músicos "los conciertos en vivo pagan las cuentas" y el streaming probablemente no cambiará eso.
También apunta a la manera en que artistas como Taylor Swift, Radiohead y Garth Brooks experimentan con nuevos modelos que incluyen estrategias de ventas en conciertos y streaming.
En el futuro, puede que los fanáticos paguen más para ver conciertos en vivo vía streaming, como lo hacen en el caso de los eventos deportivos.Otra conclusión crucial, que puede ser particularmente destacada para los estudiantes de economía básica, es que puede ocurrir que la respuesta simple no sea la correcta.
Considere cómo asumiría el pensamiento económico tradicional que el mercado secundario es ineficiente, ya que garantiza que la gente que valora más la presentación pueda asistir pagando un precio de liquidación de mercado. Sin embargo, las distribuidoras profesionales de boletos extraen la mayoría del beneficio del mercado secundario y por esta razón Krueger argumenta que los esfuerzos para restringir el mercado secundario no infringen principios básicos de la economía.
Por último tenemos la manera interesante en que el mercado musical crece de manera acelerada en China: pese al dominio de los pagos digitales en la mayoría de los mercados chinos, los boletos para conciertos se siguen vendiendo casi de manera exclusiva en papel.
De hecho, la música es una de las pocas industrias en las cuales Estados Unidos puede superar en despliegue digital a China. Los consumidores chinos reproducen por streaming cerca de 7.000 millones de canciones al día, pero su sistema se sustenta en los anuncios en lugar de las suscripciones pagadas.
Así que tenemos la paradoja del valor, el papel de las leyes potenciales, el impacto de la tecnología en evolución, los peligros de los modelos demasiado simplificados y el ascenso chino, todo esto dentro de un envoltorio de música popular. Yo habría tomado esa clase en la universidad.
Desafortunadamente, Alan Krueger no la impartirá. El libro fue publicado este mes de manera póstuma. Alan me enseñó economía laboral cuando era un estudiante de grado, fue la razón por la cual obtuve una beca Marshall, dio buenos consejos en momentos cruciales de mi vida y fue un mentor y amigo durante casi 30 años. El libro es de cierta forma un último regalo de su parte y demuestra lo perdido tras su muerte.
Por Peter Orszag
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