MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
Hace unas semanas en una columna acerca de Start-Up Chile escribí que a pesar de los esfuerzos del gobierno para construir clusters de innovación, la gente era el motor principal. Sin embargo, es clave contar con el capital humano adecuado.
Si no se tienen personas con ideas que cambien drásticamente la manera de hacer las cosas, en otras palabras genios, un país se puede olvidar de la innovación.
Los esfuerzos del gobierno chileno para crear una cultura de innovación mediante la importación de nuevos empresarios me hizo pensar acerca de los períodos históricos de avances importantes en innovación y creatividad. ¿Qué convirtió a la antigua Atenas, a la Florencia del Renacimiento, a la Inglaterra de Shakespeare, a los años 1920 en París y al actual Silicon Valley en centros de genialidad?
Un reciente artículo de Jonah Lehrer en la revista Wired tiene como objetivo responder a esta pregunta y pone en relieve la importancia de la educación, de las instituciones que apoyan la toma de riesgos y de la inmigración.
La educación es esencial para la creación de cualquier grupo de talentos. Todos los centros anteriores de genialidad desarrollaron nuevas formas de adquisición y transmisión de ideas de profesor a alumno. Miguel Ángel y Da Vinci enseñaron a una nueva generación de artistas italianos de la misma manera que los maestros de Silicon Valley instruyeron a jóvenes innovadores como Steve Jobs y Bill Gates. Con el fin de expandirse, la genialidad debe ser difundida a través de la enseñanza y el aprendizaje.
Toda innovación es el resultado de la toma de riesgos y el desafío del status quo. Las instituciones que apoyan la toma de riesgos permiten que los innovadores sean audaces con sus ideas y aprendan de sus fracasos. Los artistas florentinos contaban con el respaldo financiero de los Médicis, Shakespeare tenía a la reina Isabel y los empresarios de tecnología de punta de Silicon Valley tienen inversionistas 'ángeles'. Cada centro tuvo patrocinadores que fomentaron la creación de ideas innovadoras.
Por último, no podemos subestimar el papel que la inmigración y la mezcla poblacional tienen en el proceso de innovación. Todos los centros históricos de genialidad se han beneficiado de inmigrantes talentosos.
El italiano Colón navegó a América bajo la bandera española, el español Picasso contribuyó en gran medida a la escena artística parisina y un emigrante ruso, Sergey Brin, ayudó a iniciar Google. Los inmigrantes traen nuevas costumbres, tecnología e ideas que sacuden a las sociedades tradicionales e inspiran a innovadores locales.
Lehrer destaca una investigación que indica que un aumento del 1% en el número de inmigrantes con educación universitaria conduce a un aumento del 18,9% en nuevas patentes. Según un estudio patrocinado por la Asociación para una Nueva Economía Americana, el 40% de las compañías de Fortune 500 fueron fundadas por primeras o segundas generaciones de inmigrantes.
Los políticos hablan constantemente acerca de las diferentes formas de innovar, pero hacen caso omiso de la inmigración, uno de sus componentes claves.
Por ejemplo, el debate sobre la inmigración en los EE.UU. se centra en asuntos como la delincuencia, la deportación y la carga financiera de los inmigrantes indocumentados. Sin embargo, la inmigración es mucho más que eso. En cambio deberíamos centrarnos en los beneficios de los inmigrantes talentosos y creativos que desarrollan ideas, proyectos y negocios necesarios para impulsar el crecimiento económico en el siglo XXI. Cuando se mira a través de este lente es más fácil ver y explicar los beneficios de una política de inmigración más abierta.
Una vez más, si miramos hacia atrás a través de la historia, es evidente que EE.UU. no sería lo que es hoy en día sin la contribución de los inmigrantes que ayudaron a construir nuestra infraestructura y crear uno de los mayores centros mundiales de innovación y genialidad.
En los EE.UU. si seguimos desalentando la inmigración vamos a perder este aspecto de nuestra historia. Y los innovadores de inmigrantes de este siglo pueden terminar en lugares que están más dispuestos aceptarlos... como Chile.