Cuatro años después de la “gran depresión” de los años treinta del siglo pasado (1933), se reguló al sector bancario estadounidense con la Ley Glass-Steagall, promulgada por el gobierno de F.D. Roosevelt. La lección del crack de la bolsa de 1929 fue clara en ese momento: había que regular al sector bancario para evitar la especulación y una de las formas era separando la banca comercial de la banca de inversión. Con esto se protegieron los ahorros del público en manos de la banca comercial y la única que asumía riesgos y posibles pérdidas era la banca de inversión.
También se pusieron límites a las tasas de interés y se crearon, entre otros organismos, a la Comisión Federal de Seguros de Depósitos (FDIC por su sigla en inglés) y la Comisión del Comercio de Futuros (CFTC).
Cincuenta años después llegó el gobierno conservador de Margaret Thatcher en el Reino Unido (1979) y el republicano de Ronald Reagan en Estados Unidos (1980). En ese momento era el boom de las tesis neoliberales que entre otras cosas promulgaban la desregulación de los mercados. “Los mercados se autorregulan y son eficientes” era el caballito de batalla del pensamiento neoliberal, por lo tanto los Estados no deben regularlos.
Las políticas económicas de Reagan se caracterizaron por el comienzo de la desregulación financiera, que por un lado eliminaba las restricciones sobre las tasas de interés y por otro lado relajaba la regulación de las cajas de depósitos. El gobierno de Reagan también se caracterizó por la disminución de los impuestos a los más ricos.
Esto llevó a la primera burbuja inmobiliaria de mediados de los ochentas que afectó seriamente al sector financiero. El campanazo de alerta estaba dado, pero los siguientes gobiernos hicieron caso omiso de éste.
En 1992 llegó el gobierno de Bill Clinton que recibe el impacto del estallido de la burbuja inmobiliaria del gobierno anterior, lo cual lleva a la deflación de los activos inmobiliarios. Los mercados ya estaban advertidos, los precios de los activos no siempre son al alza. Sin embargo, en 1999, Clinton derogó la Ley Glass-Steagall de 1933, apoyado por Robert Rubin y Lawrence Summers, secretarios del Tesoro y de Alan Greenspan presidente de la Reserva Federal. Por su puesto se dio vía libre a las fusiones de la banca comercial con la de inversión e inclusive con las de seguros.
Lo que se sabe es que la derogación de esta ley se dio para legalizar la fusión en 1998 del banco comercial City Corp, con la banca de inversión Salomon Smith Barney y la aseguradora Travelers, para formar el gigante bancario CityGroup. Ha sido una de las más grandes fusiones bancarias en la historia. La Ley Gramm-Leach-Bliley, que derogó la de 1933, es también conocida como “Ley de Alivio para Citigroup”
Las medidas de Reagan dispararon el crédito de consumo y las de Clinton aumentaron la especulación en todo tipo de activos. El crédito de consumo tuvo un frenazo con el estallido de la burbuja tecnológica en el año 2000, pero las ganancias especulativas estaban disparadas para el final del gobierno de Clinton.
Pero la crisis financiera real llegó en 2008 con las famosas hipotecas subprime, que fueron la “tapa de la especulación promovida por la desregulación financiera”. Ya el resto del cuento se conoce, se quiebran Lehman Brothers y Bear Sterns, rescatan a Fannie Mae, Freddie Mac y también a AIG y el CityGroup tiene millonarias pérdidas.
Los rescates financieros los pagarán los contribuyentes en esta y las próximas generaciones, pero no los más ricos que proporcionalmente pagan menos impuestos gracias a las políticas republicanas que vienen desde Reagan.
David Cameron en el Reino Unido y Ángela Merkel en Alemania lideran las políticas de “Regulación Financiera”. Esperemos que en Estados Unidos les sigan los pasos en este sentido y por otro lado aprueben la “Ley Buffett” que aumenta los impuestos a los más ricos.