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Escasos son los artículos claros y concretos sobre el umbral de la deuda y la semiparálisis del gobierno de los Estados Unidos. Por ahí encontré uno publicado por un profesor de economía Shawn Ritenour, en el portal del Von Mises Institute, con explicaciones y cifras alarmantes, las cuales revelan la incapacidad de los políticos estadounidenses para alcanzar acuerdos sobre los gastos, presupuestos y endeudamiento de su gobierno.
Sostiene el autor citado que la crisis financiera se debe a que desde comienzo de los años 70, los ingresos provenientes de los impuestos no les ha podido seguir el paso a los gastos de sus gobiernos. El crecimiento de los gastos reales del gobierno les ha duplicado el crecimiento de sus ingresos. Y la deuda del gobierno, la cual sumaba US$0,4 billones de los de doce ceros en 1970 ha pasado hoy a US$16,8 billones de igual número de ceros. Si la deuda de 1970 se ajusta con la inflación, la deuda del gobierno federal se ha incrementado ocho veces desde entonces.
“Los diez meses con los mayores déficit del presupuesto se han registrado a partir de febrero de 2009. Durante la administración de Obama, el gobierno federal ha acumulado más deuda nueva que la que se acumuló desde los tiempos transcurridos entre George Washington y Bill Clinton”.
“A partir del momento en el cual el presidente Obama ocupó la Casa Blanca, la deuda nacional se ha incrementado en más de US$64.000 por año y por contribuyente. De hecho, Obama figura como el primer presidente que ha registrado déficits de más de un billón de dólares de los de doce ceros, durante cada uno de los cuatro primeros años de su mandato”.
El problema con los demócratas y su ideólogo el economista Paul Krugman es que, en su opinión, “para superar la depresión, alguien tiene que gastar más de lo que le ingresa, y ese alguien tiene que ser el gobierno”. Para Krugman, si la gente no puede comprar en forma voluntaria, la solución es que el gobierno supla la diferencia con sus gastos. Los efectos nefastos de esta política sobre las economías del resto del mundo lo tienen sin cuidado. Durante los últimos cinco años, han cuadruplicado la base monetaria por medio de emisiones, remedio con efectos colaterales nefastos.
El problema doméstico de esta forma de pensar estriba en que los gastos del gobierno tienen que pagarse de tres maneras: impuestos, préstamos o inflación. Las tres formas de pago conllevan consecuencias económicas negativas.
La conclusión para Ritenour es clara: Mientras más porcentaje de la producción nacional se destine a los gastos del gobierno federal, menor será el crecimiento de la economía y más remota la superación de la crisis, porque el crecimiento real de la economía y las soluciones para el desempleo son el resultado de los empresarios que ahorran e invierten capital. Sin una reforma fiscal profunda que recorte los gastos del gobierno, no se retornará a la prosperidad.