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ANALISTAS

La economía debe atender a la sicología

lunes, 2 de marzo de 2015
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¿Puede la  economía ser independiente de la sicología? Lo creen así muchos economistas ortodoxos que fundamentan y expresan sus postulados en modelos cuantitativos, pero la realidad es que hasta la misma academia de ciencias que otorga el Nobel, ha dejado sin piso esa concepción al entregar el galardón de economía a teorías macroeconómicas que cumplen con el requerimiento de ser sicológicamente correctas.

En el mundo global de hoy, donde las regulaciones de los mercados son mínimas y la libertad es pregonada como un concepto ligado a la economía, esa interdependencia entre economía y sicología es clave. Para ponerlo en términos sencillos, las expectativas juegan un papel determinante en el comportamiento y toma de decisiones de los agentes económicos. Los precios de los títulos valores en la Bolsa es quizá el mejor ejemplo: una tendencia alcista o bajista puede ser retroalimentada casi irracionalmente por las expectativas.

Pero hay más. En Colombia, hay dos temas que son determinantes en el rumbo de la economía y los negocios y sobre las cuales el sector productivo pone la atención en el proceso de toma de decisiones: la tasa de cambio y los impuestos. El comportamiento del precio del dólar es clave en el corto plazo en tanto que el manejo de los impuestos juega un papel mucho más estructural. Y en ambos casos la sicología guía las reacciones humanas. 

Es cierto que nadie sabe qué va a pasar con el precio de la divisa en los próximos meses, pero es un error que desde la misma máxima autoridad monetaria (Banco de la República) se contribuya a la incertidumbre al asegurar su gerente que no se atreve a proyectar una aproximación en el precio del dólar, cuando ese es en buena parte su trabajo para que los agentes puedan tener una guía no necesariamente exacta.

No es un secreto que una mayor devaluación hace más competitivas a las exportaciones, pero dado el largo período de apreciación, solo el día que haya alguna claridad sobre el asunto, un empresario racional podrá decidir acerca de una nueva inversión para buscar exportar. Los presupuestos del comercio exterior, exportaciones e importaciones, giros y créditos,  tienen en el precio del dólar a su variable central para medir los resultados de los negocios.

Un asunto no menos importante en el rumbo y clima de los negocios son las reglas de juego que en materia de impuestos y gravámenes maneje el Estado y este es quizá lo que más preocupa hoy en el país, pues está haciendo carrera que no solo se aproxima una nueva reforma tributaria, sino que luego vendrá otra y otra, según lo ha asegurado el Ministro de Hacienda.

Luego de la reforma tributaria aprobada “a toda carrera” a finales del año pasado, el Gobierno anunció la conformación de una misión de expertos para que proponga cambios estructurales que garanticen unas reglas de juego estables para los contribuyentes. Sin duda que es una buena idea que se debe llevar a la práctica. Sin embargo, las nuevas condiciones económicas internacionales, en particular la dramática caída de los precios del petróleo, hacen perder el margen para hacer cambios estructurales en materia de impuestos y lleve a que el Gobierno se concentre en la solución del problema fiscal de corto plazo, pues una reducción de más de 50% en las cotizaciones del crudo abre un hueco fiscal muy grande que urge atenderlo en forma inmediata, antes que gastar energías en soluciones de mediano y largo plazo que no son prioridad en el momento, por más importantes que sean.

La realidad es que nadie ha medido con exactitud el hueco fiscal más allá del faltante en el presupuesto del Gobierno central, cuando una baja de esas proporciones en el petróleo tiene un impacto en otra parte de la ecuación de grandes proporciones, las regalías o transferencias a las regiones, componente muy significativo de la política pública y que en los últimos años se ha convertido en un “aliciente” para el desarrollo regional e incluso para financiar programas que atajen el inconformismo sectorial en el campo.

Empresas y contribuyentes tienen una gran incertidumbre sobre lo que va a pasar con los impuestos y en esos términos lo que menos resulta conveniente es generar unas expectativas negativas por un tiempo largo con anuncios de distinto tipo que solo acrecientan el ambiente adverso. 

Es la sicología como instrumento de la economía, que a muchos economistas les parece intrascendente. Están muy equivocados.

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