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Ante la preocupante coyuntura productiva estamos frente al dilema de favorecer determinados sectores, definidos como siempre por factores atados a la capacidad de captura y el poder de negociación de grupos de interés y excepcionalmente por motivos estratégicos, ó ante la oportunidad para diseñar e implementar una política holística sistémica que fomente la economía del conocimiento.
Esta disyuntiva relacionada con la proyección que buscamos darle a nuestro aparato productivo, marca la pauta entre seguir con más de lo mismo o cambiar verdaderamente el paradigma; entre mantener el incrementalismo insulso que favorece a minorías privilegiadas y nos aleja del desarrollo, o implementar una política que garantice el crecimiento incluyente y sostenible.
Al respecto lo más conveniente para el Sistema Nacional de Competitividad e Innovación, SNCeI, es promover que la discusión sobre política productiva esté permanentemente abierta y nunca suponer que está cerrada, lo cual daría lugar a espacios que reducen y empobrecen su evaluación y debate, y por ende, la calidad en su desempeño e impacto.
Por el contrario, es necesario enriquecer continuamente su deliberación y de ser posible institucionalizarla, mediante la presentación periódica de informes, análisis y propuestas a través de determinadas instancias, que bien pueden ser parte del seno del mismo SNCeI, con responsables y medidas de rendición de cuentas apropiadas, debidamente definidas para esto.
Al respecto insisto en la utilidad de la tipología descrita por Ken Warwick en ‘Beyond Industrial Policy: Emerging Issues and New Trends’ (Ocde 2013), que sirve para demostrar que en Colombia nos concentramos solo en la política selectiva (defensiva/reactiva) y en la política estratégica a través del Programa de Transformación Productiva y de Innpulsa, se ayuda a la industria infante y se construyen y consolidan fortalezas en desarrollo y sobre la frontera.
Sin embargo, descuidamos por completo la política para desarrollar ventajas comparativas en nuevas áreas, que más allá del catch up tecnológico en la actual oferta productiva, incorpore nuevas fronteras del conocimiento con alto potencial para aprovechar oportunidades, al integrar nuevas competencias y capacidades resultantes de vincular capital humano y emprendedor de clase mundial.
Este lamentable descuido va de la mano con la clara omisión en la política de productividad relacionada con no atender el “efecto de cambio”, que resulta de la mutación en la mezcla sectorial, en donde la buena dinámica de industrias de alta productividad desplaza las de baja productividad; política recomendada para países como el nuestro por tamaño, ubicación y disponibilidad de recursos.
Aunque erróneamente se crea que para resolver las fallas de coordinación y de financiación limitada hay que priorizar, el correcto diseño de la política debe procurar cerrar las brechas en todas las fronteras de la producción, en especial donde no tenemos capacidades ni competencias que son en sí mismo la prioridad natural, lo que debe derivar en movilizar la mayor inversión privada hacia estos sectores e industrias, sin que esto necesariamente signifique altos costos sino beneficios, máxime ante las restricciones fiscales y cambiarias.
Por supuesto que para solucionar las fallas de coordinación se requieren esfuerzos articulados entre los diferentes niveles de gestión pública de lo nacional a lo local y viceversa; sin embargo, es más importante y clave para el desarrollo subsanar las fallas de apropiabilidad, que serán remediadas si y solo se diseñan políticas para cerrar brechas e incorporar continuamente nuevas competencias y capacidades.
Más que dispersión, el problema en la política productiva es de foco. Apostarle a todo no tiene por qué ser comparado con no tener estrategia, sin embargo hay que focalizarse, concentrar esfuerzos y recursos donde adolecemos de oferta y ciertamente tenemos potencial, ventajas y demanda local e internacional. Esta debería ser la forma más racional de abordar las exigencias y retos que tenemos.
La política de desarrollo productivo innovador debe brindar un marco de reglas de juego lo suficientemente amplio y claro, que no deje por fuera ningún sector, pero además y ante todo, que realice el potencial derivado de las ventajas comparativas de las regiones para desarrollar competencias y capacidades que no tienen; un enfoque pro-diversificación sobre la especialización que debe darse naturalmente.