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Ahora que entra a trámite en el Congreso la reforma tributaria impulsada por el ministro Mauricio Cárdenas, considero oportuno analizar la naturaleza y alcance de ésta, en procura de robustecerla y darle mayor consistencia y pertinencia, por lo cual, espero que ésta columna a manera de llamado respetuoso, tenga la atención y respuesta que permanentemente busco provocar a través de éste espacio.
En primer lugar destacar el estilo conciliador y poco dado a las polémicas que está detrás de ésta propuesta, muy diferente al de la antes promovida, pero además mejor enfocada y con un espíritu más concreto visible en sus objetivos; la equidad y la generación de empleo formal, que logra matizar muy bien con su contenido y métodos, lo cual le da mayor sustento y viabilidad política en la gestión legislativa.
Pero aunque la reforma busca introducir la progresividad en el impuesto de renta conforme los regímenes actuales más progresistas, lo cierto es que dista mucho de lo formulado por el francés Maurice Allais, premio nobel de economía en 1988, quien abogaba por fortalecer progresivamente el impuesto de patrimonio sobre el de renta, por considerar que éste resultaba más equitativo para redistribuir.
El criterio de gravar a los que más generan ingreso lo consideraba regresivo y en contravía del estímulo a la innovación y la productividad, por lo cual recomendaba mejor gravar a los que más poseen, que resulta más racional para liquidar tributos directos, por demás porque impone la carga sobre quienes debe, al ser los que más tienen, la mayoría con activos rentistas de capital que concentran la riqueza.
Pero bueno, a parte de ese debate que creo pasarán muchos años para que sea considerado como aterrizado al momento y la cartilla que prevalece, si estimo conveniente analizar con mucho tino lo relacionado con los incentivos fiscales, porque todo indica que su inadecuado diseño y ejecución ha deslegitimado su uso y beneficios, por lo cual es urgente e importante revisar muy bien su aplicación.
Si bien es cierto que algunas de las exenciones existentes favorecen a los que más tienen, no es menos cierto que la reforma en curso no elimina todas las exenciones perversas, como algunas de las usadas en las zonas francas, por donde se estimula la elusión y no la inversión en eslabonamientos productivos proclives al conocimiento, tema por demás que aunque debiese, tampoco es abordado.
Es que considero que la mejor manera de fomentar el empleo de calidad y por ende la redistribución del ingreso y la equidad, es propender por un aparato fiscal y tributario que entienda las implicaciones de la política industrial en el entramado productivo, y por lo tanto, responda con soluciones que estimulen e incentiven la generación de mano de obra calificada sobre todo donde no tenemos capacidades.
Sin embargo acá con el prurito de seguir a raja tabla los credos prevalecientes, estigmatizar las salidas más obvias y adecuadas, pero ante todo realizar ajustes graduales que mejoran un poco la situación, pero que finalmente no solucionan las fallas estructurales, estamos estancados con un problema cada vez mayor, que no está siendo abordado debidamente y que junto al atraso, dejamos como legado.
De ahí que para descifrar el significado de la reforma que ahora entra a debatir el Congreso, hay que precisar si ésta logra eliminar todas las exenciones inequitativas e introducir las realmente equitativas y redistributivas, si de verdad pasa de los privilegios discriminatorios y concentradores, a estímulos que dinamicen el empleo de calidad y la inversión en sectores intensivos en conocimiento, el gran reto final.
Para esto es preciso reconocer que estamos en la era de los mercados, de sus pugnas y sus rivalidades, para así sacar provecho de la situación sin que la complejidad de los mismos nos obnubile, sino por el contrario con base en sus fundamentos y determinantes, responder adecuadamente para compatibilizar la simplicidad con la equidad, aparentemente irreconciliables.
Por lo tanto el prisma con el cual evaluar la conveniencia de cualquier reforma tributaria, dependerá de que tanto pueda ésta encender y dinamizar eslabones productivos aguas arriba en los sectores científicos y tecnológicos, pero también aguas abajo en los sectores primarios; en ambos casos donde no tenemos capacidades pero si potencial, que insisto son la mayoría de sectores productivos.