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Ya transcurridos más de seis meses de 2015, los ganaderos colombianos sienten la creciente devaluación como una carga onerosa en sus costos de producción. La tasa de cambio oficial indica una devaluación de 53% entre julio de 2014 y julio de 2015. Descontada la inflación en el mismo período, la devaluación real ha sido de 49%, suficiente para corregir el retraso cambiario de 35% a julio de este año; adicionalmente, se presenta un exceso en la depreciación de la moneda nacional del orden de 14%, debido a la pérdida de terreno de los mercados petroleros y el debilitamiento económico de los países emergentes, entre ellos Colombia.
Aparentemente, los hechos confirman esta percepción de los ganaderos: entre enero y junio de 2015, los costos originados en rubros de alta transabilidad, como concentrados, medicina veterinaria, fertilizantes y herbicidas, han variado en proporciones que oscilan entre 5% hasta 8% en promedio para el conjunto de la ganadería en el primer semestre del año. Puesto que el componente de los costos ganaderos, susceptible de sufrir el impacto directo de la devaluación es de 24%, implica que la canasta ganadera ya registra, en el primer semestre de 2015, incrementos en los costos de hasta en dos veces la inflación.
Si los precios al productor compensaran los incrementos en los costos, los ganaderos podrían sostener la actividad de manera normal. No obstante, las variaciones de precios del ganado de carne apenas alcanzan para suplir los costos, en tanto que para los productores de leche especializada, cuyos precios han descendido en 2,2% en lo corrido del año, las pérdidas empiezan a ser perceptibles.
Inevitablemente, las alternativas a examinar están en cómo incidir a corto plazo en los costos de producción de la ganadería para mejorar su eficiencia. No obstante, es necesario insistir en aspectos estructurales de la oferta de insumos que pueden tener mayor impacto que la misma devaluación. Para el caso, es importante considerar los márgenes de comercialización de los insumos. Pese a que los márgenes de los concentrados, fertilizantes y medicamentos son de por sí altos (hasta una quinta parte del valor del producto), en buena parte por la estructura oligopólica de las empresas oferentes, estos se amplían aún más en la distribución detallista.
En el caso de los alimentos concentrados y algunos rubros de medicamentos veterinarios, los incrementos de precios en el primer semestre de 2015 oscilan alrededor de 10%, en buena parte en la distribución al detal. Pese a que la reducción en los precios de componentes básicos de los insumos como el maíz, sorgo o soya podían neutralizar parcialmente los impactos de la devaluación, ello no ha ocurrido. Similar fenómeno ocurre con los fertilizantes, cuyo precio ha tenido reajustes importantes aunque los precios de sus componentes básicos, como la úrea, han sufrido importantes contracciones en el mercado internacional.
Aunque se responsabiliza a los costos de transportes y fletes de buena parte de esta rigidez y dificultad para transmitir los costos más bajos al consumidor, la gran variabilidad de precios al detal de los mismos insumos en ciudades accesibles como Bogotá o Medellín, hasta de un 12%, según el reporte de costos de insumos del Dane, indican que más que el transporte, son las políticas comerciales de las empresas las que imperan.
La reciente iniciativa del Ministerio de Agricultura, de auspiciar importaciones directas de fertilizantes para promover su distribución hacia los productores, apunta en la dirección que consideramos importante de profundizar. Otras alternativas que proponemos desde nuestro sector podrían mejorar la capacidad de negociación de los productores a largo plazo, como por ejemplo, la creación de una comercializadora de insumos por parte de los ganaderos con el auspicio del Fondo Nacional del Ganado, la creación de líneas de crédito subsidiadas para la producción de alimentos bovinos en zonas de producción de cereales, el control a los márgenes de precios y nuevos desarrollos en los sistemas de información de insumos como lo ha venido haciendo recientemente el Sipsa a través del Dane.
Si los productores logran hacer más eficiente este 24% del PIB pecuario que representan los insumos altamente transables, podrán pensar a futuro en abastecer buena parte de 16% del valor del PIB en productos pecuarios que el país importa en la actualidad. Una última observación: la difícil situación de los productores de leche amerita acelerar la revisión del sistema de pago de la leche y su actualización acorde con los costos.