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El último informe sobre la competitividad regional nos muestra una actitud de resignación, ciudades y departamentos deben competir.
La competitividad colombiana lleva 10 años de estancamiento cuando se compara con países de la región y otros emergentes, y cuando se hace el mismo ejercicio con los países desarrollados inevitablemente se retrocede. Con preocupación se ve cómo en el termómetro de competitividad del Banco Mundial, conocido como Doing Business, el país está estancado en el puesto 65. El segundo indicador -el más antiguo- de la Universidad de Lausanne, en Suiza, el IMD, muestra que el país no solo se ha estancado, sino que se retrocede cada año, pues en la última medición ocupó la posición 58, mientras que en 2017 fue la 54. El último es el del Foro Económico Mundial (FEM), que no solamente es el más nuevo y que se ha vuelto referencia en el mundo, sino que es una herramienta tenida en cuenta por los inversionistas; también a Colombia le va muy mal, casi siempre en el puesto 60. Pero si esa es la preocupación a nivel general, las cosas en las regiones colombianas disparan una mayor preocupación, que no tiene que ver con una cosa distinta a la resignación. En pocas palabras, los departamentos y las ciudades se echaron a su suerte.
En el último informe del Consejo Privado de Competitividad, enfocado en los departamentos, se evidencia que solo cuatro de estas regiones lograron avanzar en el ranking de este año frente al año anterior, a saber: Quindío, Caldas, Cauca y Magdalena. También son cuatro los departamentos que pierden escalafones frente al Índice Departamental de Competitividad de 2017: Santander, Casanare, Norte de Santander y Huila. El estudio también resalta que Bogotá, Antioquia, Santander, Tolima, Huila, Magdalena y Chocó cayeron en puntaje, mientras que los otros departamentos incrementaron su calificación frente a la medición pasada. Sin embargo, el documento destaca que “es importante señalar que las regiones que ocupan los primeros lugares en la clasificación general tienen también retos en materia de competitividad, pues su tarea se debe centrar en reducir las brechas frente a los estándares internacionales”. Ese es precisamente el problema: el país no puede subir más puestos -y mantenerse en ellos- en los rankings globales de competitividad si no trabaja en disminuir las brechas regionales; y para ello, cada departamento debe fortalecer sus potencialidades, comparándose con los otros 32, pero sin la actitud de que ‘los primeros siempre serán los mismos’. Eso lo demuestran casos como el de Caldas, que ocupa el tercer lugar en el índice, por encima de Valle del Cauca, Atlántico o Santander; al igual que Risaralda, que se ubicó en el quinto puesto. El mismo informe lo señala al decir que “para que Colombia pueda alcanzar la meta de ser una de las tres economías más competitivas de América Latina en el año 2030, además de realizar grandes esfuerzos en el ámbito nacional, es fundamental que reduzca las brechas existentes a nivel regional, dado que en los territorios es donde ocurre buena parte del desarrollo productivo”.
Los alcaldes y gobernadores deben identificar las tareas pendientes de cada uno de sus territorios, además de las estrategias para atacar esta problemática, pues el país no podrá mejorar en lo nacional si no mejora en lo regional.
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