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Mejorar la confianza inversionista y atraerla a sectores distintos a las minas y el petróleo, sigue siendo el reto para el Gobierno Nacional.
Hay un dato completamente desconocido y elocuente que habla muy bien del desempeño de la economía colombiana (una píldora contra el pesimismo que ha hecho escuela) y es el que tiene que ver con el nivel de inversión del año pasado que ascendió a 29,6% del PIB. Una cifra que por sí sola no dice mucho, pero si se observan los promedios comparativos de los últimos gobiernos, arroja grandes conclusiones sobre la confianza inversionista. Si se compara el promedio de la tasa de inversión del último lustro, es muy superior al período inmediatamente anterior.
El promedio del nivel de inversión de los años comprendidos entre 2006 y 2010 fue de 24%, mientras que durante el lapso 2011 y 2015, arroja 28,4%, lo que quiere decir que ha aumentado 4,4 puntos porcentuales en solo cinco años. La confianza inversionista en lugar de retroceder, como políticamente se ha dicho, aumenta a pasos agigantados. Ahora bien, el problema es que siempre las aves agoreras de la economía nublan las buenas perspectivas, máxime ahora que el país ha entrado en una etapa de no retorno en la solución del conflicto armado que lo ha desangrado por más de medio siglo. A principio de este siglo, en el año 2000, el nivel de inversión en la economía colombiana como porcentaje del PIB llegó hasta 14,5% y ha ido creciendo sostenidamente, sin muchos baches; solo entre 2009 y 2010 hubo un pequeño retroceso, pero aumentó durante los años posteriores.
Y hay otro detalle más desconocido aún, y es que la inversión extranjera en Colombia es la más alta entre las seis principales economías de América Latina. Sobre la calidad de la inversión y los sectores de la economía en donde han llegado esos fondos es otro asunto que debe ser estudiado a fondo, pero de momento se puede decir que se ha diversificado el portafolio y van más allá de grandes inversiones en hidrocarburos y minería. El país ha visto cómo se han anunciado planes de ensanchamiento de plantas de multinacionales y la llegada de inversiones industriales, manufactureras y comerciales.
Es un hecho que la caída del precio del petróleo desaceleró la economía y que es necesario mantener el apretón fiscal para no exponer la situación del país, lo que traerá consecuencias en la inversión social. Es por ello que el principal reto es mantener niveles altos de inversión (ojalá de 30% del PIB) apalancados por los niveles récord de inversión extranjera directa y ojalá no estén en el sector de petróleo y minería. Según las cifras de la Balanza Cambiaria que publica el Banco de la República, la inversión extranjera directa en 2015 disminuyó 24,4% y pasó de US$15.109 millones un año atrás (2014) a US$11.427 millones. Cifras que de alguna manera puede ser contradictorias, pero lo que demuestran es el reto que tiene el Gobierno de atraer más inversionistas y diversificar el portafolio.
Para desvanecer el reino de la incertidumbre se necesitan acciones concretas, con foco y objetivos precisos, 2025 debe ser un tiempo de hacer, ejecutar, quejarse menos y garantizar resultados