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El Gobierno Nacional debe entender que el tiempo se agota y le queda poco más de dos años, tiempo suficiente para pasar del dicho al hecho, para poder mostrar cosas materiales
La crítica situación de la economía tiene responsables directos e indirectos. El mayor protagonista y directo responsable es el Gobierno Nacional en cabeza del Presidente, quien no ha logrado generar una sensación de confianza para que la inversión mejore, ni las mínimas condiciones para que la construcción se reactive; para que el agro pueda exportar, comercializar sus productos, ni mucho menos se ha despertado del sueño de mejorar la infraestructura, revitalizar más de 3.000 kilómetros de vías terciarias y hacer las vías férreas y los sistemas de metro de los que se ha hablado. El tiempo se agota, de una vez hay que proyectar cómo será el segundo semestre del año, y hoy por hoy no hay mucho para mostrar.
Es cierto que esta administración no ha sido muy distinta a las antecesoras; la gran diferencia es que los presidentes Uribe, Santos y Duque tenían algunos ministros con aspiraciones, responsables y gran ejecución de los presupuestos públicos.
El gabinete del presidente Petro pasará a la historia como el de más pobre desempeño y quizá el más ideologizado, lo que le impide hacer cosas reales, no lograr pasar a los hechos y quedarse en la carreta y las promesas.
El presidente quiere impulsar sectores claves para reactivar la economía con un paquete de proyectos que ya se cocinan para presentarse en el Congreso de la República. En teoría, la agroindustria, la industria y la vivienda nueva y mejorada, serían los sectores clave que busca empujar el Gobierno, pero la realidad es que no hay líderes ejecutores de las cosas mínimas.
Los ministerios se han dedicado a administrar, a contratar servicios, al tiempo que han dejado de lado sus obras, “que son amores y no buenas razones”, como reza el adagio popular. Si realmente al Gobierno le importara el crecimiento, hace varios meses hubiese presentado un plan ambicioso de recuperación económica que incluya la economía de servicios.
Puede entenderse, más no compartirse, que el sector de mayor potencial global en este momento es el minero-energético, está claro que no tenga mucho interés en explotarlo, pero es allí cuando el Gobierno yerra, pues volver a tener precios altos de muchas materias primas, como en la actualidad, es algo coyuntural que puede pasar y dejar al país sin beneficiarse, con el agravante de que no se ha encontrado la manera de avanzar en la disminución de la pobreza, que abarca a unos 17 millones de colombianos.
Lo uno no excluye lo otro: el presidente dice que “el impulso productivo que se propone implica una asignación diferente de los recursos públicos y privados, así como el cuidado y uso responsable de la biodiversidad, el desarrollo de la educación pública, las energías limpias y la conectividad”, en lo que tiene razón, pero hay que hacer sin condiciones.
“Para ello agricultura, turismo e industria son fundamentales. Oigan esto, hemos alcanzado una tasa de crecimiento de la agricultura nunca antes vista: 9,3% anual. Y logramos el crecimiento del turismo extranjero en 7,6% anual”, manifiesta el presidente, pero con todo ese avance no se logra pasar al menos a un crecimiento trimestral de 1%.
El sector productivo es fundamental para reactivar la economía y generar empleos formales; no solo del sector público debe vivir la economía, quizá ese sea el problema del crecimiento, pretender que la actividad pública borre a lo privado, teoría que nunca ha funcionado en ninguna parte.
Para desvanecer el reino de la incertidumbre se necesitan acciones concretas, con foco y objetivos precisos, 2025 debe ser un tiempo de hacer, ejecutar, quejarse menos y garantizar resultados