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La economía colombiana no marcha bien a la luz de los resultados del Dane que dictan un decrecimiento de -0,3% durante los pasados julio, agosto y septiembre, una mala noticia
No soplan buenos vientos sobre la economía colombiana al cierre de este 2023, según los datos del Dane basados en el Índice de Seguimiento a la Economía que muestran un mal comportamiento del PIB durante el tercer trimestre del año; es decir, entre los meses de julio y septiembre, hubo un decrecimiento de -0,3% anual, un valor agregado de -0,1% y en impuestos menos subvenciones sobre los productos, -1,8%.
Lo que muestra que la economía se contrajo por primera vez desde finales de 2020, época triste de la pandemia; dicho de otra manera, los días más negros del desempeño económico volvieron especialmente a la industria manufacturera, que se contrajo 6,2%; al comercio, -3,5%; y a la construcción, -8 %.
El momento es realmente malo, la cifra sorprendió a los expertos, quienes esperaban un alza de entre 0,4% y 1%. El ciclo bajista no ha terminado y todo parece indicar que la economía no entra en la senda de recuperación.
Y el fenómeno del poco crecimiento no se trata de una externalidad, pues otros países como México muestran un repunte de 2,5%, la Unión Europea de 0,5%, China 1,3%, Costa Rica 1,3% y Estados Unidos 1,3%.
Lo que está sucediendo en Colombia es una crisis de confianza y de trabajo conjunto entre el Gobierno Nacional y los gremios de la producción, que no se han sentado juntos a buscar fórmulas y caminos diversos para volver a crecer y generar empleos formales.
Si al tercer trimestre la economía toca terreno negativo, quiere decir que el consolidado anual va a estar muy por debajo de lo esperado, y cifras anheladas superiores a 2% no van a llegar a la luz de los números entre julio y septiembre.
No hay políticas públicas encaminadas a hacer crecer la economía, bajar la inflación, exportar más, sustituir importaciones o rebajar las tasas de interés; en pocas palabras, la economía está manga por hombro expuesta a una serie de reformas estructurales que no tienen buen recibo en varios sectores y que tienen un camino de aprobación bastante tortuoso.
Si bien al primer año del Gobierno Nacional, cumplido el pasado 7 de agosto, las cosas no se veían tan mal, la situación se ha ido deteriorando a gran velocidad.
La situación no tan oscura, tal como se pronosticó en tiempos de campaña: la revaluación del peso ha jugado a favor siendo la moneda más apreciada de los mercados emergentes con 25%; la inflación de 12% ha empezado a ceder en consonancia con la tendencia mundial; el desempleo ha sorprendido bajando a un dígito, 9,3%, pero es el Índice de Seguimiento el que empieza a preocupar por su rápido deterioro.
Las reformas propuestas que sugieren cambios radicales en materia de salud, pensiones y el sistema laboral le han hecho daño al devenir económico porque se ha sembrado gran incertidumbre por el cambio en las reglas de juego y en especial la falta de ejecución presupuestal; desde hace casi ocho semanas, el reclamo del Presidente a sus ministros ha sido el mismo, que inviertan, que lleven el dinero público a las regiones, que hagan obras, en otras palabras, que muevan los impuestos que han sido millonarios, pero eso no ha sucedido, al punto que el mismo Primer Mandatario les ha pedido que eviten intermediaciones fiduciarias para que el supuesto cambio se vea, pero nada se ha logrado.
Hay que intentar que el crecimiento del PIB este año esté en terreno positivo y ojalá supere 1,5%, porque un “casi 2%” es bien imposible.
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